Es un hecho reiteradamente comprobado en la conducta humana
que “La Fe nubla la Razón y enciende la pasión”. Por ello aquellas personas
situadas en una posición relevante dentro de organizaciones cuyos cimientos han
sido fraguados a base de fe, deberían ser prudentes a la hora de hacer
declaraciones. Especialmente cuando en ellas se señala de manera negativa a
otros, bien se traten de personas, instituciones o ideas. No niego su derecho a
ser críticos con aquello que estén en desacuerdo sino que se debe ser prudente
y bien informado. De lo contrario se corre el riesgo de que sus muchos
seguidores, cegados por la fe y encendidos por la pasión, se conviertan en
agentes de injusticias a la hora de juzgar ideas diferentes o lo que es peor a
las personas que las apoyan.
En nuestra ciudad tenemos un ejemplo, de lo que no se
debería hacer, en el Sr. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, cuyas declaraciones
publicadas en prensa dan material suficiente para elaborar una antología de la
imprudencia. Este Sr. suele señalar a
quienes piensan de manera diferente a la suya, como causantes de “sus
problemas”.
En esta ocasión “sus problemas” son la falta de ayuda
económica para el mantenimiento del enorme patrimonio cultural y “los
culpables” somos los laicistas.
Nos dice, el Sr.
obispo, que “la iglesia católica es rica en fe y en patrimonio cultural”, de
manera que: “En España el 80% del patrimonio cultural material es propiedad de
la Iglesia Católica, que lo posee por legado
histórico de sus hijos y lo emplea para el culto y para disfrute cultural
de todos en preciosas exposiciones”. Llama
la atención, por una parte, la enorme riqueza patrimonial en nuestro país de
una organización cuya sede central está ubicada en un país extranjero como es
el Estado de la Ciudad del Vaticano (gobernada por una Monarquía absolutista y
teocrática) y, por otro lado, la fórmula que alega para su adquisición “por legado histórico de sus hijos”. Nunca
una madre recibió tanto a cambio de tan poco, gracias a hijos tan generosos.
Sin necesidad de remontarnos a oscuros tiempos pasados y
viendo lo que ocurre en la actualidad, lo que vemos es a esos “generosos hijos” legislando y
facilitando que los codiciosos obispos se apropien de lo común, de lo público
(Artículo 206 de la Ley Hipotecaria, vigente desde 1946 hasta 2015 y el
artículo 304 del Reglamento Hipotecario que consideraba a los Diocesanos como
fedatarios públicos). Desde 1946 hasta 1998 la iglesia registró a su nombre una
inmensa cantidad de bienes cuya cuantía real se desconoce dadas las
dificultades que aquellos de “sus generosos hijos” políticamente bien situados
están poniendo a su esclarecimiento (sobre todo casas, escuelas, edificios,
huertas, atrios y tierras incluidos algunos cementerios, pues la ley no
permitía registrar los edificios de culto). A partir de 1998 el gobierno de
Aznar, muy católicos todos ellos, legalizó la posibilidad de registrar los
bienes de culto por parte de los Diocesanos sin necesidad de justificación
alguna. Abriendo la veda para la apropiación de todo inmueble que tuviera
alguna relación con lo religioso o estuviese en sus alrededores, como ha
ocurrido en nuestra ciudad con la Mezquita, el Triunfo, la plaza del Pocito, las
Iglesias fernandinas una vez restauradas (no mientras se encontraban en estado
ruinoso), etc.
Las consecuencias son, según nos aclara el Sr. obispo, que
el mantenimiento de toda esta riqueza les supone un “gasto mayor que el ingreso
que genera” ya que “restaurar un templo o tener a punto todo el patrimonio
mueble e inmueble es una preocupación constante desde hace siglos”. El problema
es que según él mismo nos dice, históricamente “ellos se preocupaban” y “otros
lo pagaban”: “ha habido épocas en las que hemos contado con ayudas del erario
público”, algo que, según él, no ocurre en la actualidad.
Sin entrar en los múltiples beneficios fiscales que la
iglesia católica disfruta ¿A dónde van a parar los más de 10.000 millones de
euros que anualmente se les regala siguiendo los acuerdos franquistas con el
Vaticano y posteriormente confirmados por los gobiernos “democráticos”?
Cantidad superior a los recortes en sanidad y educación que tanto daño nos está
haciendo a todos los españoles, independientemente de sus creencias. ¿Y los
cientos de millones recaudados por hacienda para “donarlos” a la iglesia
católica a través de la “X” en la declaración de la renta? Dinero que se
sustrae de los ingresos estatales para beneficio de esta institución a
diferencia de otros países en los que los católicos que marcan la “X” aportan
esta cantidad de manera suplementaria evitando sea detraído del erario público.
De manera que primero se apropian de todo lo que se les pone
por delante y después se lamentan que quienes han sido expoliados no corran con
los gastos de mantenimiento. Alguien podría pensar que esto es el colmo del
cinismo, sin embargo es posible que se deba a la otra gran riqueza de la Iglesia
católica y que el obispo, al igual que le ocurre con la riqueza inmobiliaria,
debe poseer en gran dosis: la fe. Y como decía al principio “la fe nubla la
razón”.
Con esta “ceguera voluntaria” e interesada a la hora de
buscar culpables de sus desdichas, nada mejor que señalar al pensamiento
laicista. Así nos dice que “una postura laicista contraria a la existencia de
la religión” es lo que provoca que haya dinero para actividades culturales de
todo tipo y “no lo hay para restaurar
una ermita o el templo más emblemático del pueblo, porque la religión para los
planteamientos laicistas es como la peste, hay que evitarla”.
El Sr. obispo sigue propagando
el prejuicio muy arraigado en nuestro país durante los 40 años de dictadura nacional-católica
de equiparar laicismo con anticlericalismo. Cualquier persona creyente, pero
libre de fanatismos religiosos, verá razonable la existencia de un Estado Laico
por ser el modelo que garantiza el respeto a “todas” las creencias
religiosas o ausencia de las mismas. El problema para la fracción
fundamentalista de la Iglesia católica
es que ello debe hacerse sin privilegios hacia ninguna y que los costes de su
mantenimiento deben ser asumidos por sus seguidores y no por el Estado.
Parte de los problemas económicos de la Iglesia Católica tanto
a nivel mundial como nacional no hay que buscarlos en los demás sino en los pecados de lujuria y
avaricia cometidos en su seno. La conducta de “algunos de sus pastores” que han
malinterpretado el virtuoso mensaje evangélico de “amor al prójimo” por el
pecado de lascivia en la forma de “abuso a menores”, les está suponiendo unos
enormes costes económicos debido a indemnizaciones condenatorias y pagos extrajudiciales
a las víctimas para evitar el juicio. Situación que en Estados Unidos está provocando
el cierre y venta posterior de miles de parroquias. En España, el pecado de
avaricia de las autoridades eclesiásticas, facilitado por la legislación
aludida, ha provocado un acaparamiento superior al que en justicia le
corresponde y de lo que pueden mantener.
Por favor, actúen en coherencia con lo que predican. Muchos
de “sus problemas” desaparecerán y todos seremos más felices.
Totalmente de acuerdo con tus comentarios, Antonio. Y, no sabemos lo que se esconde debajo de las alfombras. Por ejemplo, recuerdo a un cura, un tal Miguel Castillejo que gobernaba una entidad financiera de Córdoba, que se preparó para él y sus hermanas una millonaria jubilación.¿Lo recuerdas..?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo yo también. Solo decir y utilizando su jerga que tús comentarios trasciendan y "que esto no sea predicar en el desierto"
ResponderEliminarAntonio, creo sinceramente que cualquier católico que no sea un fanático ni un iluminado aceptará tus reflexiones como lógicas y razonables. Yo mismo.
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