domingo, 19 de marzo de 2017

La UE y sus políticas “austericidas”.

“El indicador por antonomasia del buen hacer de un gobierno es cómo atiende los intereses de su pueblo, en especial de los más débiles, y si es capaz de protegerlo durante los tiempos difíciles.”   
Si compartimos esta afirmación de David Stuckler y Sanjay Basu, autores del libro “Por qué la austeridad mata” y la utilizamos como test para evaluar a nuestro gobierno y al resto de la Unión Europea llegaremos a la conclusión de que lo están haciendo bastante mal.
 Aquellos que defienden el libre mercado y la aplicación de la austeridad por parte del Estado, “creen” que pagar la deuda y reducir el déficit debe estar por encima de todo, incluido el coste humano que ello pueda suponer. No importa que los datos procedentes de múltiples países sobre las recesiones y la economía en los últimos  cien años indiquen una pauta clara:“los beneficios del estímulo versus los perjuicios de las políticas de austeridad”.

Suele aceptarse resignadamente que las recesiones económicas son inevitablemente perjudiciales para la salud de las personas y en consecuencia es razonable esperar un aumento de alcoholismo, depresiones, suicidios, enfermedades infecciosas, complicaciones de las patologías crónicas, etc. Sin embargo los hechos nos demuestran que no tiene por qué ser así, ya que los daños para la salud de las personas en los momentos de recesión económica van a depender del tipo de política (“determinantes políticos”) que se adopte por los gobiernos. Podemos decir que: “Aunque las recesiones nos vacían los bolsillos y nos empobrecen no tienen necesariamente que llenar los hospitales y cementerios”                                
Si repasamos la historia veremos que ante situaciones similares han sido las políticas de estímulo del gasto público las que han conseguido sacar a los países de las recesiones económicas y cuando se han aplicado las políticas restrictivas se ha empeorado y, lo que es peor, se ha aumentado el sufrimiento y la mortalidad de la población más vulnerable.
Tenemos los ejemplos de EEUU en la Gran Recesión y la política de New Deal aplicada por el presidente Roosevelt  incrementando el gasto público en obras, créditos para la vivienda y cupones para alimentos entre otras, y como a partir de su aplicación la economía empezó a mejorar, así como la tasa de suicidios de la población y la mortalidad infantil. Acentuándose la diferencia entre los estados gobernados por los republicanos reacios a aplicar tales medidas y los gobernados por los demócratas que si las aplicaron. Ejemplo más reciente lo tenemos en Suecia, donde en la década de 1990 sufrió un crac peor que la actual recesión sin que por ello aumentasen los suicidios ni las muertes relacionadas con el alcoholismo. Este país junto a Dinamarca, Finlandia e Islandia tienen y han mantenido unos programas de protección social de gran calidad y eficiencia, en los que incluyen Programas de Mercado Laboral Activo y de Ayudas a la vivienda, con lo que se actúa sobre las dos causas más graves de riesgo para la salud en situaciones de recesión económica: el desempleo y la pérdida de vivienda.
En contraste con lo anterior  en Grecia, Italia, Portugal y España, siguiendo los consejos de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) han aplicado importantes recortes en los sistemas de protección social por lo que el desempleo y la pérdida de vivienda se han convertido en un problema de gran magnitud afectando a la salud de su población más vulnerable, especialmente los problemas de salud mental (ansiedad, depresión, alcoholismo) y con ello el aumento de las tasas de suicidios. Existiendo en nuestro país una correlación entre las cifras de desempleo y el número de suicidios, incluyéndose una nueva modalidad llamada “suicidio económico” que en España supone 30% del total, lo que se traduce en un goteo de tres diarios. En Grecia, convertida en el “enfermo de Europa” se han incrementado las enfermedades infecciosas (Tuberculosis, Sida, Malaria) y las complicaciones de las patologías crónicas (Diabetes, Hipertensión, Cardiopatías, etc.).
Un dato que puede orientarnos sobre las consecuencias de las políticas en la salud mental de la población es el consumo de antidepresivos, que en Reino Unido y España, con sus recortes, se han incrementado en torno al 20%  en contraste con el 6% de Suecia.
Otra vuelta de tuerca para agravar y aumentar la mortalidad lo tenemos con las subidas del recibo de la luz, a pesar de la “pobreza energética” en la que se encuentran más de cuatro millones de personas en nuestro país.


Las políticas de recortes o “austericidas” no solo nos empobrecen sino que aumentan el sufrimiento y muertes de los más vulnerables, precisamente aquellos a los que “un buen gobierno” debería priorizar en su cuidado. Y todo ello impuesto por unos organismos carentes de democracia y con la excusa de que es la única alternativa posible.

jueves, 9 de marzo de 2017

El autobús de la ignorancia e intolerancia.


Aunque este eslogan sea correcto en la mayoría de las ocasiones, deja fuera a un porcentaje de personas en las que esta afirmación no se corresponde con “su realidad”. Conviene aclarar que la única realidad que conocemos es la realidad cerebral, es decir aquella que crea nuestro cerebro a partir de las señales que es capaz de captar por disponer de los receptores para ello. Pues bien, precisamente esa minoría vulnerable por estar fuera de la mayoritaria “normalidad” es la que en una sociedad tolerante, justa, solidaria e inteligente tendría su espacio con toda “normalidad” e incluso se vería como un enriquecimiento por la variabilidad en los tipos de personalidad que aporta, sin perjudicar a nadie.
El eslogan termina con una advertencia: “Que no te engañen”. Sin embargo es el reduccionismo corto de miras del mensaje el que, en estricta justicia, en el mejor de los casos está equivocado y en el peor es una mentira.
Echemos un vistazo somero a lo que nos dice la biología sobre el sexo de las personas.
El gen SRY situado en el brazo corto del pequeño cromosoma Y, tiene por función alterar el desarrollo embrionario en la especie humana encaminado a culminar en un sujeto hembra. Podemos decir que el sexo “por defecto” al que está orientada la embriogénesis es “hembra” y que solo cuando posee el gen SRY y éste funciona adecuadamente se produce un individuo “macho”. Al igual que para construir una casa necesitamos un arquitecto que diseñe los planos, en la construcción del organismo esta tarea la realiza el gen. Además hace falta un maestro de obras que los ejecute y esta tarea recae sobre la hormona testosterona. Finalmente necesitamos a la persona que la vaya a habitar y esa función, en nuestro caso le corresponde al cerebro. Para obtener un resultado satisfactorio es necesario que todos los aspectos mencionados se articulen armónicamente, para lo cual se requieren las exposiciones a las hormonas necesarias, en las dosis adecuadas y en los momentos precisos.
En resumen, para obtener un sujeto “macho” en la especie humana necesitamos que el organismo en desarrollo posea el gen SRY, que este funcione adecuadamente transformando las protogónadas en testículos y éstos produzcan los niveles de testosterona adecuados. Sin olvidar a los receptores celulares (lugares sobre los que actúa) y la exposición cerebral a la testosterona en los momentos críticos para que el desarrollo de la conducta sexual se corresponda con su sexo, tanto genético como genital.
Aunque lo habitual es que todo siga su curso de manera correcta, el complejo mecanismo deja abierta la posibilidad de que algo no se desarrolle según lo esperable, lo que ocurre en una pequeña proporción de casos.
Nos podemos encontrar con individuos que poseen el gen SRY, por lo que genéticamente serian clasificados como “sexo masculino”, y sin embargo al no funcionar adecuadamente, bien por falta de producción de testosterona o por no disponer de los receptores adecuados, entre otras razones, provocará que  el desarrollo y la apariencia externa, es decir el fenotipo, serian catalogados de “sexo femenino”. Además puede ocurrir que sea el desarrollo cerebral el que al ser expuesto de manera anómala a hormonas o sustancias químicas sintéticas que actúan como tales, no lo haga en el sentido del sexo correspondiente a su genética y/o genitales y se “feminice” o “masculinice” afectando a su conducta sexual, que sería la opuesta a la que correspondería a su aspecto externo. En esta situación estaríamos ante una persona transexual.
Por lo tanto, el eslogan del autobús de la organización “ultra-intolerante” denominada “HazteOir” es, entre otras cosas, la expresión de la ignorancia e intolerancia dogmática propia de la religión a que pertenece.
Decir que “los niños tienen pene y las niñas vulva”, es una tautología que nos remite a una época en la que solo conocíamos los aspectos externos y superficiales del sexo. Siendo el fenotipo (aspecto externo) el que lo determinaba, de manera que si tenía pene era niño y si vulva niña, y los casos de genitales confusos se adscribían según la impresión del observador. La conducta sexual esperada era la que correspondía a los genitales observados y en consecuencia eran incapaces de entender y, lo que es peor, tolerar aquellas manifestaciones discordantes, a las que se las calificaba de aberraciones, en lo moral, o de manera caritativa de enfermos a los que había que “curar”.

La ciencia ha avanzado en este terreno y hoy disponemos de los conocimientos para entender la complejidad de la conducta sexual del ser humano o, al menos, comprender que las cosas, a veces, no son lo que parecen. Ante esta situación deberíamos tener la suficiente humildad para tolerar y respetar lo que, por no disponer de formación y conocimientos, no somos capaces de entender. 

lunes, 6 de marzo de 2017

Unión Europea: Importancia de la Política en la Salud.

Cuando pensamos en las causas sobre la salud y la enfermedad nos solemos quedar en las llamadas “causas cercanas”: factores genéticos, agentes infecciosos, adecuada asistencia sanitaria, estilos de vida, etc. Sin embargo detrás de éstas tenemos otras menos visibles, son los “Determinantes Sociales de la Salud”, entre los cuales estarían: Seguridad y calidad del agua y alimentos, precariedad laboral, el acceso y calidad de la vivienda, las condiciones Ecológicas y Medioambientales y disponer de Protección Social y Servicios Sociales. A su vez todos ellos están condicionados por los “Determinantes Políticos”, que dependerán de las elecciones y prioridades de los gobiernos, las empresas y las diversas fuerzas sociales, políticas y sindicales que poseen algún tipo de poder en la toma de decisiones.

La política vigente en la Unión Europea, de manera especial en la eurozona, es una versión moderna del liberalismo clásico, representada por el ordoliberalismo, que tiene su origen en Alemania. Estos nuevos liberales, han solucionado el problema clásico con el estado, el conocido: “no podemos vivir con él ni sin él, y no queremos tener que asumir sus costes”, asignándole una función al servicio del mercado, consistente en establecer el marco general de condiciones que precisan los mercados para operar eficazmente. Para ello necesita sentar las bases de un “orden”, o sea, de un Ordo, y adoptar todas aquellas medidas políticas tendentes a favorecer la competencia, con el respaldo de la política monetaria y de un banco central políticamente independiente, como condición para toda economía que aspire al éxito.
El nuevo paradigma socioeconómico se centra en la ruptura con los compromisos sociales que constituían la base de una “sociedad justa”. Pasando a ser considerados los responsables de la sobrecarga de las finanzas públicas y un lastre para el desarrollo económico. De ahí el mantra de la austeridad del gasto público, especialmente en las partidas dedicadas a la protección social, salud y educación. Al tiempo que se reduce la fiscalidad progresiva con el pretexto de disponer de capital para la inversión privada. Quedando el pleno empleo y la pobreza relegados a un papel secundario, o lo que es peor, convertidos en una alternativa al considerarse útil para reducir el coste de la mano de obra. A ello se añade la falta de control de precios, privatizaciones, protección del capital de inversión extranjera y su desconfianza en la democracia (razón de ser del Banco Central Europeo, independiente de las naciones y de cualquier control democrático). Y si “la situación lo requiere”, como en Italia y Grecia en 2011, se derriban los gobiernos democráticamente elegidos y se sustituyen por “tecnócratas” a la orden de la banca.
Con estos antecedentes podemos afirmar que los “determinantes políticos” de la salud salen mal parados. Y no sólo ellos, pues con estas políticas se está dificultando la salida de los pueblos de la crisis. Si analizamos el “Multiplicador Fiscal”, concepto macroeconómico que nos indica la riqueza producida por cada euro de gasto público, de manera que si es superior a 1 aumenta y cuando es inferior a 1 disminuye, vemos que el multiplicador fiscal en Sanidad, Educación y Vivienda es superior a 3, indicando que por cada euro invertido se multiplica por tres, siendo una inversión rentable desde la economía y vital para la salud y bienestar de los ciudadanos. En cambio el multiplicador fiscal destinado a defensa y ayudas bancarias es inferior a uno, por lo que nos empobrece a los ciudadanos, aunque ellos(los bancos) sigan enriqueciéndose como muestran los datos  publicados en prensa.
Si aplicáramos a las medidas de austeridad los criterios de los ensayos clínicos médicos, un comité de ética los hubiese suspendido hace tiempo y los responsables habrían sido expulsados de la profesión.

El que se siga insistiendo en aplicar la pócima de la austeridad no se debe solo a causas ideológicas. Existen también muy buenas razones materiales para seguir haciéndolo, sobre todo en Europa, dado que lo que se pretende con ella es seguir dejando espacio libre en los balances generales de los estados soberanos para atender la eventualidad de que acabe en la quiebra alguno de los bancos europeos cuyas dimensiones son excesivamente grandes para poder acudir individualmente en su rescate. Por otra parte el denominado “cuerpo económico” de la sociedad no es homogéneo, de manera que no todos sufren las consecuencias de este tipo de medidas. Aquellos que poseen o gestionan el capital, o sea, los causantes de la “enfermedad” (bancos, instituciones financieras, etc.) no solo están saliendo indemnes del agresivo tratamiento sino que han aumentado sus riquezas y poder. Además la pérdida de prestigio que supondría reconocer  su error y responsabilidad en haber causado “tanto daño para nada” no es fácil de asumir dada la mediocridad de sus autores.