En 1969 la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross dio a conocer lo que
denominó las cinco etapas del duelo (Negación, Ira, Negociación, Depresión y
Aceptación). Aunque no es necesario que se den todas, es deseable llegar a la
fase de aceptación como condición para poder enfrentarse al problema sin
autoengaños.
Este modelo que habitualmente se utiliza en medicina para entender y ayudar
a las personas cuando se les diagnostica una enfermedad grave, también es
válido para cualquier situación trágica de la vida social.
Al observar nuestro entorno podemos identificar suficientes
síntomas que nos hacen sospechar que la salud democrática de nuestro país está
muy deteriorada. Tenemos una sociedad enferma desde una óptica política aunque
la mayoría, instalados en la negación, siga sin querer aceptar el diagnostico.
Posiblemente el mal que más daño causa a un sistema
democrático es la corrupción, tanto si afecta a las instituciones, los partidos
políticos o a los ciudadanos. Siendo máxima su letalidad cuando es sistémica y
se expande por todo el tejido social.
Por ello, la corrupción que afecta al Partido Popular la
podemos calificar de “situación trágica” para el propio partido y, al ser el
partido gobernante, para el resto del país.
Si le aplicamos el modelo de Kübler-Ross observamos que el
Partido Popular sigue de manera tozuda aferrado a la primera fase, es decir, la
negación. Solo, en algún caso concreto,
cuando los hechos son tantos y las pruebas tan evidentes que no puede seguir
negando la evidencia, pasa a la segunda fase: la ira. Sin embargo esta ira, en
contra de lo que cabría esperar, no suele dirigirse a los miembros corruptos de
su partido, sino hacia quienes los han puesto en evidencia.
El ejemplo paradigmático de la falta de salud democrática en
nuestro país lo hemos tenido recientemente cuando al Presidente del gobierno de
España, al estar “supuestamente” implicado el partido que preside, se le ha
citado para declarar como testigo en uno de los mayores casos de corrupción de
nuestro país.
Una vez fracasado el intento de no acudir físicamente al tribunal,
mediante la alternativa de declarar a través de una pantalla de plasma a la que
tan aficionado es, ha explicado que su comparecencia es algo “normal”.
Que situaciones o hechos nada deseables sean percibidos como
algo “normal”, da que pensar.
Estadísticamente se considera “normal” lo que es frecuente.
En el asunto que tratamos, por desgracia, es “normal” por cotidiano que
miembros y cargos públicos del Partido Popular pasen por los juzgados a
declarar, pero en modo alguno lo es que un Presidente de Gobierno en activo
tenga que hacerlo. Es algo tan excepcional que se trata de la primera vez en nuestro país. Del resto de
los países de nuestro entorno europeo no me consta, pues solo tengo información
de lo que ocurre en Venezuela. Así que su comparecencia será normal si lo hace
como miembro del Partido Popular y anormal si es como Presidente del Gobierno.
La otra posibilidad es que usara “normal” según la define el
diccionario de la RAE: “que se halla en su estado natural”. Dudo que el Sr.
Rajoy quisiera transmitir a la audiencia que el estado natural de los cargos
públicos del Partido Popular es ir a los tribunales de justicia, bien como
testigos o como imputados en los “supuestos” delitos de su partido.
Ante la manera en que se han desarrollado los
acontecimientos, tanto en el tribunal como en la cobertura mediática, da la
impresión que se ha pasado a la fase de Negociación.
Así se nos ha dicho que ha ido a declarar como un ciudadano
español y por eso en vez de entrar a pie para recibir el “calor y la simpatía”
de los ciudadanos, ha entrado de incognito a través del garaje por el sitio
reservado a jueces, fiscales y demás miembros de los poderes del Estado. Se le
ha sentado junto al tribunal, y no en el sitio normal de los testigos y ha sido
protegido férreamente por el presidente del tribunal ante las preguntas “impertinentes
e inapropiadas” de los abogados.
El problema para nuestro país, es que mientras los responsables
del Partido Popular, que es el que dispone de mayor apoyo electoral, no sientan tristeza y dolor por las
consecuencias de la corrupción en el trágico deterioro de la salud democrática
y pase a la fase de Aceptación como única manera de hacer frente con valentía
para realizar la terapia que necesita, la corrupción será parte consustancial
en nuestra sociedad y será considerada un problema menor y “normal” al que no hay
que prestarle mucha atención por “no ser pertinente”.
Obviamente la mejor solución pasaría porque los ciudadanos, en general, no tolerásemos la corrupción política en ningún ámbito, pero esto hoy por hoy en nuestro país es como pedir peras al olmo.