He ejercido mi actividad profesional como médico durante 35
años. En este periodo de tiempo he visto como algunas enfermedades
relativamente prevalentes fueron disminuyendo hasta casi su desaparición. Me
estoy refiriendo a casos como la tuberculosis, brucelosis, sarampión, tos-ferina,
etc. Si como responsable de la salud de una población, los hijos de aquellos
que vivieron cuando estas enfermedades hacían estragos, hoy se viesen afectados
por ellas, bien por incompetencia, por negligencia o por falta de medios,
consideraría que el sistema sanitario en general y yo como responsable del
mismo en ese territorio habríamos fracasado. Un fracaso estrepitoso e
imperdonable.
Pues bien, esa sensación de fracaso en el ámbito de la educación
es lo que nos produce algunos acontecimientos políticos en nuestro país. Aunque
el Informe Internacional para la Evaluación de Estudiantes, más conocido como
“informe PISA” por sus siglas en inglés, en el que se analizan las competencias
en tres áreas (lectura, matemáticas y ciencias naturales) lleva años
situándonos por debajo de la media de los países estudiados, no son estos los
aspectos más preocupantes del posible fracaso del sistema educativo. Son
materias no evaluadas y que están relacionadas con las humanidades, disciplinas
que estudian el comportamiento, la condición y el desempeño del ser humano, en
definitiva aquellas que nos hacen ser mejores personas a través del
conocimiento de las culturas clásicas (¡Cuánto tendríamos que aprender de los
griegos clásicos!), de la filosofía, antropología, sociología, ética, arte,
etc. Materias cuyo objetivo está en desarrollar el pensamiento y la
creatividad, e intentar que los seres humanos mejoremos en las relaciones entre
nosotros y en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria en la que se
respeten los Derechos Humanos a través del conocimiento y la ética.
¿Qué nos induce a pensar en ese supuesto fracaso? El hecho
de que en una sociedad como la española, después de una guerra civil y una
postguerra donde la pobreza, la miseria y la falta de libertades impuesta por
una de las dictaduras más crueles del pasado siglo, finalmente se consigue una
democracia, y tras cuarenta años de la
misma surge un “Neofranquismo” apoyado, no solo por los poderes facticos
(Iglesia, Ejercito, Banca y Empresariado) todos ellos muy contaminados por el
franquismo, sino por hijos o nietos de los que sufrieron la dictadura, es un
espectáculo lamentable. Comprobar la facilidad con la que se abanderan causas
partiendo de falsedades como catedrales, nunca mejor dicho. Así como el retorno
a ese pasado,que creíamos superado,como solución a los problemas actuales resulta
deprimente.
Respecto a las mentiras como catedrales me refiero a una
declaración que he leído en prensa en la que el representante de esta corriente
neofranquista ha dicho que “La Catedral
de Córdoba siempre será de los cordobeses y no de los que nos quieren echar”.
Es difícil decir más disparates y falsedades en una frase. Veamos, lo primero
es que vuelve a amputar el nombre del monumento emblemático de la ciudad, como
antaño hiciera su obispo, quitando del mismo la denominación por la que es
conocido y valorado en todo el mundo, Córdoba
incluida, que es su arquitectura como Mezquita. A continuación este señor dice
que “siempre será de los cordobeses”, seguramente
su
obispo no le ha informado que ya no pertenece a los cordobeses sino a
él, que precisamente no lo es, y cuya relevancia social es consecuencia de
representar a una organización multinacional que tiene su base logística y de
poder en un Estado extranjero, al que está subordinado y le debe obediencia. No
se necesitan muchas neuronas funcionantes para comprender que en la actualidad la propiedad de la Mezquita-Catedral,
desgraciadamente, no está en manos de los cordobeses. Precisamente por ello
se ha creado un movimiento ciudadano, representado por la “Plataforma
Mezquita-Catedral de todos”,que tiene
entre sus objetivos, aparte de“respetar
el uso religioso por la iglesia”, que la propiedad vuelva a ser de los
cordobeses y no de un obispo forastero y
súbdito del Vaticano. Con respecto a
“y no de los que nos quieren echar”, quienes
vivimos en Córdoba y somos cordobeses no nos consta que nadie quiera echar a “no-sabemos-a-quién”
“ni-de-dónde”, por lo que seguramente esté tan mal informado como sobre la
propiedad de la Mezquita-Catedral.Es posible que la intención sea crear entre
sus fieles seguidores un enemigo imaginario sobre el que generar odio y al que se
le ira poniendo cara según sus intereses del momento. Es la imagen del trilero
de feria que te distrae con el cubilete vacío para quedarse con el premio. Un
disparate total, aunque peligroso.
Pero, ¿realmente ha fracasado la educación? Eso dependerá de los objetivos que
consideremos deseables. Desde la perspectiva de formar personas con capacidad
crítica de pensamiento y con una ética humanista, empática y solidaria, situaciones
como la comentada, nos hacen sospechar en algún tipo de fracaso.
Sin embargo si lo deseable fuese disponer de una población
ignorante de su historia, acrítica y dispuesta a aceptar las mentiras por muy
burdas que sean, receptiva a una narrativa nostálgica del “cualquier tiempo pasado fue mejor”, entonces el éxito ha sido
completo.
Córdoba 14 de abril de 2019