“Pienso que para la mayoría de las enfermedades es más barato, más humano y más eficaz controlar su origen que tratarlas una vez se han producido”.
Thomas McKeown
El
título del escrito refleja mi posición con respecto a las vacunas contra el
SARS-COVID-2.
No
comparto, ni las posturas “negacionistas”
por situarse fuera de la ciencia, ni las de los “afirmativistas” por exceso de credulidad en gobiernos, industria
farmacéutica y otros organismos e instituciones que han demostrado carecer de
credibilidad. Intento situarme en una postura crítica basada en un escepticismo científico que
propicia el debate basado en pruebas. Ese es mi objetivo, otra cosa es que lo
consiga.
Desde
el inicio de la pandemia, hemos podido comprobar una polarización política
extrema, reflejada en el rechazo y falta de colaboración por parte de la
oposición ante cualquier medida adoptada por el gobierno de la nación. Así,
hemos visto opiniones enfrentadas sobre el uso de mascarillas, el número de
fallecidos, el tipo de pruebas, la necesidad del estado de alarma y no digamos
sobre la implantación de los confinamientos. Un enfrentamiento entre los representantes políticos tan
esperpéntico, que resulta preocupante pensar que dependemos de ellos para salir
de la pandemia. Esta fuerte polarización entre la clase política se ha trasladado
al seno de la sociedad en el posicionamiento respecto a las vacunas, que se ha
dividido entre quienes manifiestan un rechazo visceral y quienes hacen una
defensa numantina sobre ellas. Ambos bandos con la misma fe en sus creencias y
la misma ceguera ante las pruebas, en uno u otro sentido, consecuencia del “sesgo de confirmación” que “todos”
padecemos y la dificultad para comprender los datos de los estudios realizados,
resultado de nuestra incompetencia con los números en general y con la
estadística en particular.
Las
vacunas, de acuerdo con lo expresado en la cita de McKeown que encabeza el
escrito, gracias a la función preventiva que realizan, son los tratamientos
médicos más valiosos, más económicos y, en muchos casos los más seguros para
librarnos de las enfermedades. Gracias a ellas, desde su inicio con la vacuna
de la viruela en el siglo XVIII por Edward Jenner, se han salvado millones de
vidas.
El
economista Joseph Schumpeter afirmó que, “el
capitalismo moriría como consecuencia de su propio éxito”. Algo parecido
ocurre con las vacunas, que gracias al éxito que han supuesto para acabar o
controlar algunas enfermedades, ya hemos olvidado las tragedias que provocaban.
Nadie recuerda las muertes y cicatrices faciales que producía la viruela, felizmente
erradicada del planeta desde 1980. Hemos olvidado las epidemias de peste, de cólera,
las frecuentes secuelas de parálisis en niños a consecuencia de la poliomielitis. No digamos de la difteria y las
muertes por asfixia, debido a los exudados membranosos. El olvido es tan
generalizado, que a pesar de la catástrofe para la humanidad de la llamada
“gripe española” de 1918, que afectó a un tercio de la humanidad y produjo una
mortalidad estimada entre 20 y 40 millones de personas, cifra similar a la
Primera Guerra Mundial, no se ha visto reflejado ni en la literatura ni en el
imaginario colectivo de la sociedad con la misma intensidad.
En
mi experiencia profesional, iniciada a finales de 1979, las enfermedades
anteriores eran solo un mal recuerdo histórico. En cambio, la que si estaba muy
presente era el sarampión, cuyo primer brote en el que tuve que intervenir como
médico, fue al inicio de mi ejercicio profesional en Conquista, que afectó a
los niños de 4-5 años entre los que se encontraba mi hija. Es difícil describir
la angustia, como médico, y no digamos de los padres, ante la postración del
pequeño, visiblemente afectado por la enfermedad, con su rojez característica,
fiebre elevada, conjuntivitis, tos persistente y lastimera, y lo peor de todo,
el miedo a las posibles complicaciones, la temida meningoencefalitis con graves
secuelas e incluso la muerte, sordera,
etc. Las horas y los días se hacían eternos. Todo este sufrimiento ha
desaparecido, gracias a la vacuna del sarampión, tan denostada por los negacionistas,
a consecuencia de su asociación con el autismo en un estudio fraudulento. Posteriormente
se administró junto a la parotiditis y rubeola en la llamada “triple vírica”
que junto a la “pentavalente” (difteria,
tosferina, tétanos, poliomielitis y Haemophilus influenzae tipo b)
constituyen el núcleo de la vacunación infantil actual.
El
objetivo de este preámbulo, es dejar claro mi defensa de las vacunas como uno
de los mejores recursos para protegernos de las enfermedades. Sin embargo, es
un error hablar de vacunas en general, pues necesitamos valorar cada una de
ellas en función del riesgo/beneficio, de manera que tenemos algunas, como las
mencionadas, que se debería poner todo el mundo, otras son cuestionadas
(papiloma y gripe) y algunas solo deben usarse en situaciones concretas.
Las
vacunas contra las enfermedades víricas, que podemos denominar “clásicas”, se
basan en introducir el antígeno del virus en el organismo. El sistema
inmunitario reconoce como extraña a esa proteína procedente del agente infeccioso
causante de la enfermedad y pone en marcha la producción de anticuerpos para su
eliminación.
Para
introducir el antígeno se utilizan dos procedimientos, dando lugar a los dos
tipos clásicos de vacunas: inactivadas y atenuadas.
Para
entender la diferencia, utilizaremos la metafórica definición de virus que hizo
el inmunólogo Peter Medawar cuando dijo que: “un virus es una mala noticia envuelta en una proteína”.
- En
las vacunas
inactivadas, se elimina el material genético (la mala noticia) y se utiliza la envoltura proteica del virus que
es la que provoca la respuesta inmunitaria. Al no disponer del genoma vírico,
no puede replicarse y en consecuencia no puede producir la enfermedad. Se
conocen popularmente como de virus muertos (Ejemplos: Polio tipo Salk y gripe estacional).
- Las
vacunas
atenuadas, utilizan el virus completo tras someterlo a un proceso de
debilitamiento de su virulencia. Son virus vivos a los que se les ha disminuido
su capacidad de replicarse y por tanto de provocar la enfermedad (Ejemplos:Polio tipo Sabin,
sarampión, etc.).
Cuestiones
clave que nos planteamos ante cualquier vacuna, y que resultan relevantes en la
actualidad para las utilizadas contra el COVID-19, son:
- ¿Cuál
es el riesgo de infección y cual el
de sufrir daños graves o la muerte por la vacuna?
- ¿Qué
posibilidades hay de evitar la infección
y cuál es el riesgo de sufrir daños graves o morir?
- La
prevalencia, o frecuencia, de la enfermedad es un factor importante a tener en
cuenta para tomar una decisión.
- Todos los fármacos producen efectos
secundarios, y las
vacunas no son una excepción. De ahí la importancia de valorar
riesgos/beneficios.
Vacunas
contra el SARS-CoV-2.
Estas
vacunas utilizan una nueva tecnología basada en la ingeniería genética
desarrollada a raíz de la epidemia del SARS-1 y el MERS, lo que desmiente la
supuesta “hazaña científica”, pues la tecnología estaba ya disponible. A
diferencia con las clásicas, en lugar de introducir un germen inactivado o
debilitado en el cuerpo humano, las nuevas vacunas entrenan nuestro sistema
inmunológico para responder a una “proteína de pico” (proteína Spike) –en
sí misma, inofensiva– que forma las protuberancias características que
tiene el virus en la superficie, y que utiliza para penetrar en las células del
organismo infectado. Se distinguen dos tipos: las de ARNm y las Vectoriales.
-
Se extrae el trozo de virus que tiene
los genes que producen las proteínas de la envoltura (1) y se insertan en el
genoma de un adenovirus (2) al que se le han inutilizado los genes que lo hacen
agresivo.
¡Eficacia
del 95 por ciento o cómo engañar sin mentir!
No
siempre las cosas son lo que parecen, y el marketing de la industria
farmacéutica es experto en practicar la ilusión de que sus productos parezcan
más beneficiosos de lo que realmente son.
Pongamos
un ejemplo: Recibimos una llamada de un conocido, que suele presumir de tener
contactos con personajes de la alta sociedad, y nos dice que nos llama desde la
Moncloa. ¿Qué estaríamos entendiendo?
Supongo,
que como la mayoría de los sujetos a los que se les ha realizado este tipo de
pruebas, pensaríamos que seguramente habría alguna verdad en sus fanfarronadas
y que, por alguna razón, estaría en la Moncloa con alguien relacionado con la
presidencia del gobierno.
Sin
embargo, la realidad es diferente a lo que hemos supuesto, pues la llamada se
realizó desde la acera delante del edificio mencionado.
¿Qué
puede haber ocurrido?
1.-
Que no hubiese ninguna intención de engañar y solo estuviera intentando
informar acerca de su ubicación. Si es así, una vez se percatase del
malentendido por nuestra parte, nos sacaría del error.
2.-
Otra posibilidad es que, aunque no tuviese la intención de engañarnos, una vez
detectada la malinterpretación por nuestra parte, siga manteniéndonos en el
error. Sería una forma de engaño.
3.-
Y finalmente, puede ocurrir lo que el marketing tiene como objetivo, que es confundirnos
para que parezca que su producto tiene más valor del que realmente posee. Nos estaría engañando sin “mentir” al
inducirnos hacia una interpretación interesada, pero equivocada, del mensaje.
En
esta tarea, el concepto estadístico de “riesgo relativo” adquiere importancia,
al ser el dato que se suele utilizar para inducirnos a error en la
interpretación que hacemos del mismo.
Veamos
que nos dice el laboratorio Pfizer en nota de prensa acerca del estudio sobre
su vacuna:
“Polack
y col. (31 de diciembre) informan una eficacia de la vacuna del 94,8%
contra Covid-19 después de dos dosis de la vacuna de ARN mensajero (ARNm)
BNT162b2 (Pfizer – BioNTech)”.
Este
es el mensaje ampliamente difundido por todos los medios: las vacunas contra el coronavirus
tienen una “eficacia” del 95%.
Ante
esta información, lo que medios y población están “entendiendo” es que de 100 personas vacunadas 95 estarán
protegidas de enfermar o que, en caso de hacerlo, tendrán un 95% de
probabilidad de recuperarse sin problemas.
Sin
embargo, al igual que lo ocurrido en el ejemplo de la llamada, esa no es la
interpretación correcta que tendríamos que hacer de los resultados del estudio,
y la empresa farmacéutica no solo lo sabe, sino que potencia el equívoco en su
beneficio para la venta, tanto de las acciones que tras este mensaje subieron
como la espuma haciendo millonarios a todos los ejecutivos y algunos
profesionales implicados en los ensayos clínicos, como del producto.
¿Qué significa realmente
el resultado de 95% de eficacia anunciado?
El
primer dato que necesitamos conocer para una interpretación correcta es:
¿eficacia con respecto a qué? Podría ser, respecto a enfermar, a transmitir la
enfermedad, ingresos hospitalarios, ingresos en UCI o mortalidad. Sin embargo,
de todos estos aspectos, lo único que se ha estudiado ha sido la cantidad de “personas
afectadas” en el grupo vacunado
frente al placebo. El siguiente dato que necesitamos saber es que se ha
considerado “persona afectada”.
Los criterios utilizados para considerar a una “persona afectada” de Covid-19 en el estudio fueron: tener uno o dos síntomas leves (fiebre, cefalea, tos, mialgias, etc.) y una prueba PCR positiva.
El resultado de la disminución del “Riesgo Relativo”, nos da 94.66, que se redondea en el 95%.
Comprender
los términos riesgo relativo y riesgo absoluto puede
ayudarnos a entender mejor el propio riesgo de padecer el
Covid.
Dado
que se trata de un concepto contra intuitivo y difícil de captar, pondré un ejemplo
que puede hacerlo más inteligible: “Al
entrar en unos almacenes somos obsequiados con un vale descuento del 95% sobre
una serie de productos, sin especificar precio de los mismos. De entrada nos
parece una buena oferta el que solo tengamos que pagar un 5%. Sin embargo para
poder hacer una valoración sobre la importancia que tiene el descuento en nuestro caso, tendríamos que conocer
el precio de los productos ofertados y si realmente los necesitamos. No es lo
mismo que el precio original sean 100 euros que 100 céntimos y/o que se trate
de un producto que nos es útil o que no necesitemos. La proporción del
descuento es la misma, pero la importancia para
nosotros es diferente si tenemos en cuenta el resto de factores”. Esto
es lo que ocurre si solo conocemos el “riesgo relativo”, que intuimos un
beneficio mayor del que puede tener.
El Riesgo Relativo suele sobrevalorar los efectos del fármaco evaluado e informa muy poco sobre el efecto real de la vacuna, pues no nos dice si estamos ante los 100 euros o los 100 céntimos, por eso es el dato que pregona la industria. Si queremos saber los beneficios que aporta, necesitamos conocer otros dos parámetros: el Riesgo Absoluto y el Número Necesario de personas a Tratar para evitar un contagio (NNT). Estos datos son los que la comunidad científica reclama a las farmacéuticas para poder valorar los beneficios reales, y que ésta suele escamotear.
En el caso que nos ocupa, aplicando los datos a la fórmula para obtener la disminución del Riesgo Absoluto
El riesgo absoluto es el tamaño de tu propio riesgo. La reducción del riesgo absoluto es el número de puntos porcentuales que tu propio riesgo disminuye si haces algo protector, como vacunarte. El grado de reducción del riesgo absoluto depende del valor inicial de tu riesgo y en el caso de la vacuna de Pfizer es del 0,71%.
21
de febrero de 2021. Vacunas contra SARS-Cov2 |
|||||||
Marca
Vacuna |
Vacunados |
Placebo |
Riesgo Relativo |
Riesgo Absoluto |
NNT |
Resultado |
Edad |
Sputnik |
14.964 (16) |
14.902 (62) |
91.6% |
1.2% |
83 |
COVID-PCR 21d
1D, Od 2D |
18-80 28 con+80 |
AstraZeneca |
5.807 (30) |
5.829 (101) |
70% |
1.2% |
83 |
COVID-PCR Hasta
3 m |
18-55 (56-69; +70
(20) |
Pfizer |
21.720 (8) |
21.728 (162) |
95% |
0,71% |
141 |
COVID-PCR 28d
1D, 7d 2D |
16-55 12(100) +75
(¿?) |
No
se incluyó a personas que hubieran tenido COVID previamente, ni embarazadas,
ni personas con problemas de inmunidad, ni con enfermedades crónicas
degenerativas… |
En el recuadro podemos ver los datos de las vacunas autorizadas en uso de emergencia, con los Riesgos Relativos, los Riesgos Absolutos y los NNT.
El NNT de la vacuna de Pfizer es de 141. Eso significa que se necesita vacunar a 141 para proteger a 1.
Aunque
los organismos de farmacovigilancia estiman que solo se comunican menos del 2%
del número real de casos, las reacciones más frecuentes comunicadas son: Fiebre,
Dolor en la zona del pinchazo, Mareos, Dolor de cabeza, Dolores musculares o de
articulaciones, Diarrea, Vómitos, Malestar, Astenia.
Entre las reacciones más graves tenemos:
- Anafilaxia, una reacción alérgica grave que
se ha presentado, pero que todavía no pueden cuantificarla porque no se
han administrado demasiadas dosis y no se podría dar datos
fiables.
- Los casos de tromboembolismo “asociados” a la vacuna AstraZeneca, que han paralizado su uso en algunos países. Sin embargo la Agencia Europea del Medicamento ha informado que el número de casos no es superior al esperado en la población general, por lo que sigue recomendando su uso.
Paradojas
de la perversidad del negocio de las vacunas.
- La vacuna rusa Sputnik V, a pesar de
haber pasado todos los filtros por parte de las organizaciones científicas
rusas, tener mejores datos y haber solicitado su autorización con bastante
antelación a las autorizadas sigue pendiente de respuesta por la Agencia
Europea del Medicamento.
- La vacuna de Oxford-AstraZeneca, cuya
investigación y desarrollo se ha realizado en la universidad de Oxford apoyada
con fondos públicos, pues se pretendía que no fuese patentada y su producción
se pudiera realizar libremente por parte de los laboratorios de los países
interesados, abaratando costes y facilitando su disponibilidad. Sin embargo la
presión del magnate Bill Gates, defensor acérrimo de las patentes y cuya
fundación había participado con varios cientos de millones, obligó a que se
entregase la patente a la empresa farmacéutica AstraZeneca para su producción y
venta.
- En Finlandia, donde los investigadores de la Universidad de Helsinki disponen de una vacuna desde hace meses, libre de patentes y fácil de administrar por via nasal, lo que podría producir una inmunidad que impidiera el contagio del virus por parte de los vacunados. El gobierno ha optado por la compra de vacunas a la ‘Big Pharma’, en lugar de proporcionar los 50 millones que se necesitan para desarrollar la fase III. Un despropósito más en esta lamentable historia del negocio de las vacunas.
Estos son los datos (que pueden cambiar en el curso de la fase IV), y suyas las conclusiones, pues cada persona es responsable de su cuerpo y sus decisiones. Abrimos el debate.