Los profesionales de la salud en general y los de salud
pública en particular, sabemos que cuando nos enfrentamos a una enfermedad
infecto-contagiosa, como es el caso del Ébola, existen tres frentes sobre los
que podemos actuar: la fuente de contagio, el mecanismo de transmisión y los sujetos
susceptibles de enfermar, siendo variable la eficacia de la actuación en cada
uno de los frentes según la enfermedad que estemos tratando.
También sabemos que la salud pública, en los países
desarrollados, es la “hermana pobre” del sistema sanitario, más centrado en la
medicina asistencial especialmente los hospitales, que en las medidas
preventivas. Es decir, nos “preocupamos” más del tratamiento de las
enfermedades que de su prevención. Cuando digo “nos preocupamos” significa “destinamos
dinero”, que empleamos sobre todo a la compra de fármacos y equipamientos, o
sea, gastos para los ciudadanos, bien directamente (medicina privada) o a
través de los Estados (sistemas públicos de salud) e ingresos para las
compañías farmacéuticas y similares. Gastos muy justificados en algunos casos y
no tanto en otros. Recordemos las críticas que se han hecho por expertos mundiales en salud
sobre el abordaje político, ante la epidemia de gripe A ,que se realizó por
parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como de los ministerios de sanidad de
diferentes países (incluido el nuestro), por la alarma sanitaria mundial generada
innecesariamente. Así como los intereses económicos que han condicionado la
definición de pandemia, la vacunación y los antivirales (Tamiflu). Los diferentes grupos de expertos que
asesoraron tanto la elevación de la alerta a nivel de pandemia (lo que implica
reducir las garantías necesarias para utilizar fármacos) así como la indicación
de la vacuna(que como consecuencia de lo anterior no tuvo que superar los
controles habituales) han sido denunciados por existir en varios de sus
miembros “conflictos de interés” al estar recibiendo fondos de compañías farmacéuticas
productoras de las vacunas recomendadas y los antivirales ( Roche, Novartis, GlaxoSmithKline y
Sanofi-Pasteur entren otras). Con
la aplicación de la vacuna, se expuso a la población a un fármaco experimental
sin ninguna garantía de seguridad y eficacia, eso sí, garantizando a la
industria farmacéutica su no responsabilidad ante las posibles consecuencias
negativas en su aplicación y el Tamiflú,
fármaco de dudosa eficacia y bajo sospecha por las agencias del medicamento por
los frecuentes informes acerca de sus graves efectos secundarios, especialmente
en niños y jóvenes con alteraciones de conducta que en muchas ocasiones
terminan en muerte. La compañía farmacéutica que lo fabricaba (Roche) estaba
con las acciones por los suelos y con estas actuaciones de los responsables
políticos-sanitarios consiguieron que subieran exponencialmente, forrándose
todos los accionistas, siendo uno de los principales Donald Rumsfeld, antiguo
secretario de estado de EEUU. Marc
Gentilini, infectólogo, miembro de la Academia de Medicina y ex-presidente de
la Cruz Roja francesa, señaló que se trataba de una “pandemia de la indecencia". La mayor parte
de los millones de dosis de vacunas compradas hubo que destruirlas, o como
hicimos en nuestro país, donarlas a países del tercer mundo, apuntándonos un
acto de solidaridad, cuando lo que realmente estábamos haciendo era endosarles
el coste de la destrucción de las mismas, pues a ellos igual que a nosotros no
les eran de ninguna utilidad. En Reino Unido informaron que el coste de las
vacunas destruidas superaba los 700 millones de euros. En España, fiel a su
política de “transparencia” no se han publicado datos.
Si ponemos la mirada en otra pandemia como es la del
VIH/Sida, también podemos sacar enseñanzas de lo que hicimos/hacemos y lo que
deberíamos haber hecho/hacer. El panorama actual,
aunque no lo percibamos al haberse retirado los focos mediáticos, es desolador.
En torno a 36 millones de afectados y con más de un millón anual de muertes, la
mayoría en África subsahariana y América latina, es decir, países de extrema
pobreza donde las personas además mueren de hambre. Según los datos de ONUSIDA la mayor fuente de contagio es por transmisión
sexual, por lo que el uso del preservativo es la mejor medida preventiva que
podemos recomendar y debido a la pobreza de los países afectados y la
dificultad para disponer de los fármacos necesarios, casi la única herramienta
disponible para combatir la enfermedad. Sin embargo personajes con gran influencia sobre las
conductas de las personas que profesan el catolicismo como son los Papas Juan
Pablo II y Benedicto XVI, en sus respectivas visitas a África expresaron, de
acuerdo con la doctrina de su iglesia proclamada en 1968 por Pablo VI en la
encíclica Humanae Vitae, la prohibición del uso del condón, lo que ha puesto a
millones de personas en la disyuntiva de convertirse en grandes pecadores o
infectarse de Sida y morir.Desgraciadamente para
millones de africanos la obediencia a las ignorantes y peligrosas
recomendaciones de ambos Papas les han llevado a contraer la enfermedad y a la
muerte.
Por otro lado la industria farmacéutica puso todo su empeño
en dificultar el uso de genéricos, lo que permite el abaratamiento de los
fármacos retrovirales y la posibilidad de que el tratamiento llegase a más
enfermos. Ambas conductas, las de
los Papas y las farmacéuticas, pueden ser calificadas de criminales por las
consecuencias producidas. Por este motivo junto a otros como la ocultación y
protección de los miembros de la iglesia que abusaron de menores se interpuso
en el 2011 una denuncia contra el Dr. Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI)
ante la Corte Penal Internacional en La Haya por crímenes contra la humanidad
según el Art. 7 del Estatuto de la CPI, por los abogados H.J. Hetzel y C. Sailer.
En cambio en los países desarrollados la enfermedad empezaba
a estar controlada por el uso de medidas preventivas (preservativo y
jeringuillas no compartidas) y la eficacia de los caros tratamientos
disponibles. Digo empezaba, ya que con las medidas de austeridad para los
ciudadanos, que no para los bancos y sus consejeros, que algunos gobiernos
están aplicando empieza a aumentar la incidencia en estos países.
¿Qué pasa con el virus del Ébola?
Lo
primero que hemos de señalar es que como en tantas otras circunstancias
negativas de la vida los más afectados son los más pobres. Así nos encontramos con una epidemia
localizada, de momento, en una zona de África
donde su población se encuentra en la pobreza extrema, a pesar de
disponer de importantes recursos naturales: Sierra Leona siendo un país rico en la producción de diamantes es
el segundo país más pobre del mundo con un 68% de la población por debajo del
umbral de la pobreza; Liberia con el
88% de desempleados es el segundo país del mundo con la mayor tasa de
desempleo; Guinea es un país muy rico en minerales,
incluyendo la bauxita, diamantes, oro y aluminio y sin embargo tiene una
parte importante de su población (más del 60 %) por debajo del umbral de
la pobreza. Es decir un puñado de ladrones, a los que los países desarrollados
no son ajenos, se llevan las riquezas mientras la mayoría de la población muere
de hambre y/o enfermedades. La verdadera tragedia del brote de Ébola es
que la mayoría de africanos no tiene acceso a los medicamentos, instalaciones y
profesionales de los que disponemos en Occidente y que podrían haber evitado el
descontrol de la enfermedad y, si no actuamos, su expansión al resto del mundo. Según
los datos que nos llegan de las organizaciones implicadas en hacer frente a la
enfermedad sobre el terreno (Médicos sin frontera, Cruz Roja), se trata a fecha
actual de algunos miles de personas afectadas y consideran que con unos mil
millones de dólares la epidemia podía frenarse, y que de no actuar rápidamente
el número de afectados crecerá de manera exponencial y podríamos pasar de miles
a millones. Sin embargo los países
desarrollados están más preocupados en que la epidemia no salga de África que
en su eliminación, de ahí que la OMS haya sido sustituida por la ONU y se estén
enviando militares (controlar a los enfermos) en lugar de sanitarios para
tratarlos, cuando lo inteligente, aunque solo fuera por egoísmo, sería actuar
sobre la “fuente de contagio” en los países afectados. Intervención posible y asequible pues se trata
de pequeñas cantidades comparadas con las que estamos acostumbrados a oír en
relación con rescates bancarios y otros fraudes que padecemos. De
esta manera ganamos TODOS desde el punto de vista de la salud, pero no quienes están
esperando como buitres a engrosar sus ingresos mediante la administración de
vacunas( se habla de vacuna en fase experimental en Suiza) y medicamentos a los
sujetos enfermos y/o susceptibles de padecer la enfermedad como ocurriría si
tenemos la desgracia, y suerte para ellos, de convertirse en “pandemia” con
afectación de los países ricos.
Quizás no sea ajeno a
la ocupación militar el hecho de que se están realizando estudios por parte de
compañías petroleras ante la alta probabilidad de que existan yacimientos de
petróleo presalino al igual que en Brasil, al tratarse de la zona especular de
lo que formaban el continente Gondwana que se fracturó hace 120 millones de años. Como dice el profesor Adam C. Levine de la
Brown Medical School: “Tristemente, conocemos los virus de Marburg
y el ébola desde hace casi 50 años y se han llevado a cabo muy pocas
investigaciones para el tratamiento efectivo o las vacunas. Esto no se debe a
falta de interés por parte de médicos y científicos, sino más bien a la escasez
de dinero. Las compañías farmacéuticas no suelen estar dispuestas a invertir en
investigaciones para prevenir o tratar enfermedades que sólo afectan a gente
pobre, ya que obtendrían pocos (o ningún) beneficios”.
Lo peor de todo es que ni los gobiernos ni los organismos internacionales están actuando con la celeridad que el caso requiere, pues cada día que pasa las negras listas de fallecidos siguen aumentando aunque solo sea en los negros países africanos con pobreza extrema.
Lo peor de todo es que ni los gobiernos ni los organismos internacionales están actuando con la celeridad que el caso requiere, pues cada día que pasa las negras listas de fallecidos siguen aumentando aunque solo sea en los negros países africanos con pobreza extrema.