De la misma manera podemos hacer extensiva la pregunta a lo
que está pasando en Europa, donde partidos de derecha, con una ideología
neoliberal, causante de la desastrosa situación económica y social en la que
nos encontramos, aplicando políticas de escandalosa protección fiscal a los
ricos y drásticos recortes sociales a los pobres, sigan contando con el apoyo mayoritario
de los ciudadanos, incluidos los directamente perjudicados por dichas políticas.
Casos paradigmáticos de este comportamiento “ilógico” del
electorado lo tenemos en las recientes elecciones italianas donde Berlusconi,
imputado por prostitución de menores, abuso de poder y corrupción, entre otras
muchas causas, ha estado a punto de alcanzar la mayoría, o en Grecia donde el partido
Nueva Democracia que ha llevado el país al desastre en que se encuentra y
envuelto en casos de corrupción vuelve a ganar las elecciones.
Para muchos la explicación está en la simplicidad de la
formula neoliberal que hace del Estado
el enemigo y pone al Mercado como la
solución a los problemas. Junto a ello el enmascaramiento del empobrecimiento del mundo del trabajo mediante la posibilidad de
endeudarse y el estado de impotencia y
confusión en que se encuentran las fuerzas progresistas para ofrecer una
alternativa convincente.
La economista Loretta Napoleoni, en su excelente libro
“Maonomics”, nos dice que la posibilidad de endeudarse camufló temporalmente
los problemas económicos de Occidente, ésto junto a la venta del patrimonio del
Estado y los acontecimientos de la caída del muro de Berlín dieron un balón de
oxigeno al agonizante sistema capitalista.
Aunque estas explicaciones sean correctas, a mi entender se
quedan cortas, pues nos hablan del entorno, o sea las circunstancias, y como
decíamos en un artículo anterior, volviendo a la máxima orteguiana “yo soy yo y
mis circunstancias” hemos de tener en cuenta el “yo” y para ello necesitamos
hurgar en los mecanismos que intervienen en nuestro cerebro en la toma de
decisiones, para lo cual podemos apoyarnos en algunos interesantes experimentos
realizados al respecto.
Un dato que ponen de manifiesto los estudios científicos es
la persistente “afinidad partidista” y lo poco que influyen los acontecimientos
históricos a la hora de votar a los candidatos.La afinidad es más poderosa que los hechos que se producen.
Drew Western, psicólogo de la Universidad de Emory,
obtuvo neuroimagenes de votantes corrientes con fuertes afinidades partidistas
durante el periodo previo a las elecciones norteamericanas del 2004. Les mostró
declaraciones claramente contradictorias de los candidatos republicano y
demócrata, y tras la exposición a las incoherencias
políticas por parte de ambos candidatos se les pedía que puntuasen del 1 al
4 el nivel de contradicción que apreciaban. Tal como se esperaba las reacciones
de los votantes estaban en consonancia con su filiación política. De manera que
a los demócratas les parecían altamente incoherentes las declaraciones de Bush,
y en consecuencia las puntuaban con un 4 y en cambio les parecían menos
preocupantes las de John Kerry. A los
republicanos les ocurría exactamente lo mismo, perdonaban las meteduras de pata
de Bush, pero les resultaban escandalosamente incongruentes las afirmaciones de
Kerry.
Pero ¿qué observó Western en el cerebro de estas personas
mediante la Resonancia Magnética, técnica utilizada para estudiar la actividad
cerebral?
Tras haber sido expuesto a las incongruencias del candidato,
el incondicional al partido (fuera el que fuese éste) recurría a regiones
cerebrales, como la corteza prefrontal,
encargadas de controlar reacciones emocionales a través de la razón.
Y ¿qué hacia la corteza prefrontal?
Western se dio cuenta que los sujetos no estaban utilizando
sus facultades de razonamiento para analizar los hechos, sino que se valían de la razón para preservar sus
preferencias partidarias. Ponían en marcha su capacidad de
razonar hasta que los individuos conseguían interpretaciones favorables de los
datos con las que excusaban alegremente las contradicciones de su candidato. En ese momento se activaban los circuitos cerebrales de recompensa, experimentando
una ráfaga de emoción placentera. En otras palabras, mediante el autoengaño, a través de la
racionalización, conseguían sentirse bien, reforzando su fidelidad al partido.
“En lo esencial, dice Western, es como si los seguidores de
un partido hicieran girar el caleidoscopio cognitivo hasta llegar a las
conclusiones buscadas, y con la eliminación de los estados emocionales
negativos y la activación de los positivos se sienten reforzadísimos”.
Este proceso
defectuoso de pensamiento desempeña un papel clave en la formación de opiniones del electorado. Los votantes partidistas
están convencidos de ser racionales, los irracionales son los contrarios, pero
en realidad todos somos racionalizadores.
El vínculo con el grupo o partido es emocional y lo reforzamos mediante la racionalización.
El vínculo con el grupo o partido es emocional y lo reforzamos mediante la racionalización.
En otro estudio realizado por Larry Bartels, se llegó a la
conclusión de que saber mas de política no elimina la parcialidad partidista,
ya que los votantes tienden a asimilar sólo los hechos que confirman aquello en
lo que ya creen. Si una información
no se ajusta a los temas del debate, se pasa oportunamente por alto.
Según Bartels: “Los votantes creen que están pensando,
pero lo que están haciendo realmente es inventar o ignorar hechos para poder racionalizar
y consecuentemente explicarse a ellos mismos y a los demás, decisiones que ya
han tomado”.
En cuanto uno se identifica con un partido político, moldea
el mundo para que se adapte a su ideología, convirtiendo la corteza prefrontal en un filtro de
información, un sistema para impedir la entrada de puntos de vista
inconvenientes. Todos acallamos "la disonancia cognitiva" mediante "la
ignorancia autoimpuesta" o la "ceguera voluntaria".
En España tenemos el caso Gürtel en el que políticos del
Partido Popular implicados en el mismo son reelegidos por los ciudadanos o los
ERE de Andalucía y la implicación del Partido Socialista.
En 1984, un psicólogo de la Universidad de California
llamado Philip Tetlock inició una serie de estudios para averiguar el grado de
fiabilidad o certeza que tenían los analistas políticos en sus predicciones. Los
resultados fueron demoledores: “Todos se
equivocaron”. Siguió las predicciones de 284 analistas que se ganaban la
vida haciéndolas sobre los acontecimientos políticos futuros, similares a los
tertulianos “expertos” que inundan nuestras televisiones en la actualidad, y de
82.361 predicciones diferentes con que contaba al final del estudio, los
expertos seleccionaron la respuesta correcta en menos del 33% de las veces.
En conclusión, cualquier método que hubiese elegido la respuesta al azar, como una paloma picoteando sobre las respuestas posibles, habría obtenido mejores resultados. Tetlock observó que los expertos mas famosos incluidos en su estudio eran los que más se equivocaban, llegando a la conclusión de que el prestigio era un impedimento. Las causas de estos malos resultados en las predicciones, según Tetlock, era el error de “certeza”, que inducía a los “peritos” a imponer erróneamente una solución de arriba abajo en sus procesos de toma de decisiones.Tergiversaban los veredictos de su cerebro emocional, y hacían una cuidadosa selección de los sentimientos a los que querían atenerse. En vez de confiar en sus reacciones instintivas encontraban el modo de no tener en cuenta las ideas que contradecían su ideología.
En conclusión, cualquier método que hubiese elegido la respuesta al azar, como una paloma picoteando sobre las respuestas posibles, habría obtenido mejores resultados. Tetlock observó que los expertos mas famosos incluidos en su estudio eran los que más se equivocaban, llegando a la conclusión de que el prestigio era un impedimento. Las causas de estos malos resultados en las predicciones, según Tetlock, era el error de “certeza”, que inducía a los “peritos” a imponer erróneamente una solución de arriba abajo en sus procesos de toma de decisiones.Tergiversaban los veredictos de su cerebro emocional, y hacían una cuidadosa selección de los sentimientos a los que querían atenerse. En vez de confiar en sus reacciones instintivas encontraban el modo de no tener en cuenta las ideas que contradecían su ideología.
Los expertos fiables son aquellos que están dispuestos a
exponer sus opiniones en “un formato verificable” para poder “controlar
continuamente su actuación pronosticadora”. Todo lo contrario de lo que
observamos diariamente por parte de nuestros gobernantes y sus asesores que nos
pronostican, sin aclarar en base a qué, el aumento del crecimiento para no se
sabe bien que trimestre de que año, la reducción del déficit, la deuda o el
desempleo. Actuando como auténticos farsantes.
Si aplicamos estas ideas a nuestra actualidad política
comprobamos cómo a pesar de que los hechos muestran de manera irrefutable el
error de las políticas económicas de nuestro gobierno, aumento del desempleo y
de la deuda a pesar de los drásticos recortes que se les está aplicando a la
población. Nuestros gobernantes siguen empecinados en que están haciendo lo
correcto, pues responde a las pautas que su sistema de “creencias” económico
prescribe y que se ve reforzado por el apoyo de los dirigentes europeos que
participan de las mismas creencias. No importa que los hechos muestren una tras
otra lo equivocados que están, pues se aferran a su sistema de creencias y las
soluciones de arriba abajo que les garantiza la “certeza” en sus políticas.
No encuentro mejor manera de terminar este escrito que con
las palabras del gran activista e historiador americano Howard Zinn, fallecido en 2010
“Allí donde se han hecho progresos, en cualquier lugar donde
una forma de injusticia ha sido reparada, ha sido porque las personas han
actuado como ciudadanos y no como políticos. No se limitaron a quejarse.
Trabajaron, actuaron, se organizaron y si fue necesario se sublevaron para llamar
la atención de la gente en el poder sobre su situación. Y eso es lo que debemos
hacer hoy…
Lo queremos todo. Queremos un mundo en paz. Queremos un mundo
igualitario. No queremos la guerra. No queremos el capitalismo. Queremos una
sociedad decente.”
Ahí está nuestra esperanza, en los ciudadanos a través de
los movimientos sociales luchando por una sociedad justa, solidaria y
democrática.