Me dirijo a ti, españolito, como parte de esos millones de personas que componen la “mayoría silenciosa” de nuestro país, bien porque se sitúan al margen de los avatares sociopolíticos, bien porque no necesitan elevar su voz para protestar al sentir que sus intereses están bien defendidos por quienes nos gobiernan. Silenciosa en lo referente a las cuestiones sociopolíticas, pero muy ruidosa y activa en lo que respecta a otras actividades como futbol, procesiones, romerías, y cualquier otro tipo de espectáculo de masas, porque ahí en la masa informe es donde te encuentras cómodo. Nombres como Rodríguez Delgado, Antonio Fernández de Molina, Ginés Morata o Emilio Lledó, seguro que no te dicen nada. Por el contrario Ronaldo o Messi, seguro que conoces hasta los últimos detalles de su intimidad. Y eso que los primeros, brillantes investigadores y filósofo, son andaluces. Si tuvieras que escoger entre una biblioteca y un estadio de futbol, sin duda optarías por lo segundo.
Y es que tú eres una “persona normal”, cuya normalidad viene establecida, no solo por su significado estadístico, sino por estar adaptada a las circunstancias del momento y no ser conflictiva para el estatus quo dominante. Quieres seguir siendo una “persona normal”, ajena a la política, los problemas sociales y medioambientales, interesada en alcanzar, aunque la mayoría de las veces se quede solo en deseo, una posición económica solvente, disfrutar de tu futbol, tu coche de alta gama, tus programas televisivos, tus fiestas y tus compras en las grandes superficies. Satisfacer la necesidad biológica de pertenencia a un grupo, de formar parte de un “nosotros”, que a veces se transmuta en “patria”.
Para conocerte bien solo necesitamos ver los anuncios
publicitarios, pues en ellos se refleja lo que te interesa, deseas y estas
dispuesto a comprar y consumir.
Una “normalidad” que no ha sido elegida por ti sino que
durante cuatro décadas un individuo pequeño física e intelectualmente pero
grande en crueldad, designado “por la gracia de dios” para apropiarse del país y
cuidar de los españoles, se encargó de implantar. Aconsejando a los de su entorno “…haga como yo
y no se meta en política” y encarcelando o asesinando a los díscolos
“anormales” que no seguían su recomendación. Todo ello bendecido por su “decimo
segunda pía santidad” y sus seguidores. “Normalidad” reforzada y actualizada por
los gobernantes que le siguieron y por los mandatarios del mundo civilizado,
esos que presiden las grandes multinacionales, las finanzas, los llamados
hombres de Estado, los sindicatos subordinados, los partidos, los
“intelectuales”, … y la maldita TV. Estos personajes te dicen que “eres libre”,
cuando deberían decirte que “estas libre”, en el sentido de que careces, de la
formación para gobernar tu vida y de la capacidad para valorar críticamente los
hechos y la situación en la que estas. Libertad
que se te otorga y usas para lo que más deseas y desean, consumir. Estos mismos
personajes reclaman poder para ti, un poder que les has de trasladar para que
te representen, momento en el que se desvanece tu poder, pues nunca te rendirán cuentas. Aunque en realidad
esto no supone ningún problema para ti, ya que tampoco tienes interés en ello.
Como “españolito normal” no quieres asumir la
responsabilidad en tu alimentación, no te inquieta el colapso medioambiental,
las condiciones de vida de los refugiados, el deterioro de la educación, la
sanidad, el trabajo o que puedas estar equivocado en tu manera de pensar. Tus
preocupaciones van por otros derroteros, como lo que puedan pensar tus vecinos,
es decir “el qué dirán”, o si la honestidad puede suponerte alguna pérdida
económica o freno en tu ascenso social. Tu seguridad te importa más que la
verdad.
Por ello al “españolito normal” no le interesa conocer la verdad
de lo que hacen aquellos a los que ha otorgado “su poder” mediante el voto,
porque prefiere seguir ciego, sentirse seguro y creerse todo lo que dicen los
medios (¡otra vez la maldita TV!) para no asumir su responsabilidad en las
fechorías que sus representantes cometen, pero que quiéralo o no, es suya.
El problema es que ese poder otorgado y no controlado nos
está llevando al desastre como país, al haber sido ocupados por delincuentes
los estamentos de la nación. La corrupción y los escándalos son tantos y tan
graves que a pesar del sometimiento y servilismo de los medios les es imposible
ocultarlos, saliendo a la luz por rebosamiento. Ahí están las hemerotecas.
Son estos hechos los que me llevan a pensar que ello solo es
posible por el silencio y complicidad de millones de españolitos, esos mismos
que han recuperado la voz y sus banderas del futbol para gritar contra quienes
han manifestado su deseo de expresar en las urnas su pertenencia o no al Reino
de las Españas. Los mismos que han estado y siguen callados ante el saqueo de
“su patria” desde las instituciones.
Que nuestro país, avanzando en estos momentos hacia la
distopía (sociedad de características negativas causantes de la alienación
humana), cambie su rumbo hacia una utopía donde se respeten los Derechos
Humanos, se practique la honestidad en la vida política y social, se creen
condiciones en las que amor, trabajo y conocimiento formen parte de su esencia
depende que ese españolito de hoy centrado en ser un teleadicto “consumidor” y “patriota”,
asuma una pequeña parcela de responsabilidad, se despoje de esa libertad
otorgada para ser manipulado y tras conseguirla por sus propios medios, se
transforme en ciudadano, informado y crítico, con capacidad para poder manejar
su vida y tomar sus decisiones, controlando a quienes lo representan y
exigiendo responsabilidad de sus acciones. ¡Ahí está nuestra utópica esperanza!