Con motivo de las nuevas elecciones y una vez actualizada, vuelve
a ser oportuna la reflexión realizada para una cita electoral anterior.
En un artículo anterior “El cerebro y las decisiones políticas”
reflexionaba sobre las causas que, según los experimentos científicos, nos
inclinaban hacia una opción política concreta. En éste, de una manera menos
científica y algo irónica pues se analiza desde “mi”
escala de valores, pretendo hacer ver las consecuencias de las
elecciones que hacemos.
Carlo M. Cipolla nos advierte en su breve ensayo sobre “Las leyes fundamentales de la estupidez humana” que la humanidad se encuentra en un estado deplorable. Añade que desde Darwin sabemos que compartimos nuestro origen con el resto de las especies del reino animal, las cuales tienen que soportar sus dosis cotidianas de tribulaciones, temores, frustraciones y adversidades. Sin embargo, nosotros los humanos tenemos que cargar con una dosis extra de tribulaciones cotidianas, provocadas por un colectivo perteneciente al propio género humano y que sin estar organizados actúan en perfecta sintonía. Similar a la “mano invisible”, que según Adam Smith guía a los mercados, pero que en este caso si funciona, consiguiendo una gran eficacia en la actividad del grupo. Se refiere a los “estúpidos”.
La 1ª Ley ya nos pone en guardia, pues dice: “Siempre e inevitablemente cada
uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el
mundo”.
Aclaremos a qué se refiere Cipolla cuando habla de estupidez
humana y de individuos estúpidos.
En las interrelaciones humanas cada uno de nosotros suele obtener
una ganancia o una pérdida, y al mismo tiempo proporciona una ganancia o una
pérdida a algún “otro”. Es lo que en “la teoría de juegos” se conoce como
“juego de suma cero”. Es decir, lo que unos ganan otros lo pierden.
Esto lo podemos ilustrar mediante una gráfica:
El eje de la “X” mide la ganancia o pérdida del sujeto analizado.
A la derecha del punto “0” estarían las ganancias y a la izquierda
las pérdidas. En el eje “Y” se registra la ganancia o pérdida que obtiene el
sujeto, grupo o “ente” con el que interactúa el sujeto analizado.
En la parte superior del punto “0” estarían las ganancias y
en la inferior las pérdidas.
Como podemos observar de esta interacción obtenemos cuatro
cuadrantes que se corresponden con las cuatro categorías fundamentales en las
que Cipolla clasifica a los seres humanos:
-
los “Incautos” (H), que con su acción obtienen
perdidas para ellos y beneficios para los otros;
-
sus
opuestos que serian los “Malvados” (M), que con su acción obtienen
beneficios a costa de otros;
-
los “Inteligentes” (I), quienes actúan de manera que
todos ganan;
-
y sus antagónicos los “Estúpidos” (E), que consiguen que todos pierdan.
Si trasladamos esta tipología humana al terreno electoral
observaremos que los electores se comportan muchos como incautos y la mayoría
como estúpidos en función de los escenarios que consideremos. Veamos:
Si el escenario sobre el que enfocamos la conducta electoral lo
centramos en los aspectos económicos,
democráticos, laborales y sociales como elementos constituyentes de lo que
denominamos “estado del bienestar”, comprobamos que hasta ahora, y parece
que, desgraciadamente esta tendencia continua, la mayoría social del país, que
se encuentra entre las víctimas de las medidas adoptadas por nuestros
gobernantes y los oligarcas que los manejan, a la hora de emitir su voto lo
hace volviendo a elegir a quienes son los causantes de sus desgracias –PP y PSOE
en España - y la derecha europea y la socialdemocracia en Europa.
Es decir, su conducta electoral les perjudica y, en cambio,
beneficia a quienes los hechos muestran que nos han llevado a la pobreza
mediante las múltiples estafas (Rato y Bankia, Familia Pujol, etc),
corrupciones de todo tipo (Gürtel, Bárcenas, Filesa, Eres, Palau, Nóos, etc) y
legislando en beneficio del capital a costa del resto de la población (Art. 135
CE) y políticas austericidas. Este es un ejemplo típico de conducta incauta.
Pues con su voto se perjudica a sí mismo y a los que comparten su situación
socioeconómica (trabajadores, desempleados, jubilados, discapacitados, etc.) en
beneficio de “otros” (capital y sus servidores) que precisamente son el
origen de sus penurias y calamidades.
En cambio si el foco lo ponemos sobre el Planeta Tierra, o sea a
nuestra “Casa común”, como sujeto sobre el que recaen las consecuencias
de nuestras decisiones electorales, y como dice Naomi Klein: “el clima lo
cambia todo”, pasamos del grupo de los “incautos” al de los “estúpidos”.
Todos los científicos coinciden en que tenemos un problema. Un
problema grave. Mientras nuestros políticos, nuestros empresarios y nuestra
propia estupidez se encarguen de que sigamos siendo mortalmente adictos al
carbón, al gas y al petróleo, hay algo que podemos prever: que las cosas van a
empeorar al ir encauzados hacia el desastre medioambiental. Confirmándose la
primera ley, el número de estúpidos se eleva muchísimo.
Los partidos que nos han gobernado hasta ahora, aunque a nivel
teórico se ven obligados a reconocerlo, siguen actuando con una obstinada
negación del calentamiento climático, acentuando la crisis energética, la
hecatombe de la diversidad biológica, y en general la crisis ecológico-social
como consecuencia de su empecinamiento en salir de la crisis económica y
financiera mediante la única solución en la que ellos creen, el crecimiento. Sin reparar que nuestro planeta ha llegado
al límite de la agresión tolerable y que no podemos seguir creciendo de manera
infinita en un espacio limitado.
Según los informes de múltiples organismos internacionales hemos
sobrepasado varias líneas rojas (emisiones de CO2, agujero de la capa de ozono,
acidificación de los océanos, aumento de los aerosoles en la atmósfera, extinción
de especies, escasez de agua dulce, etc.) entrando en la “Era de la
Catástrofe”. Si nos fijamos en indicadores como la “huella ecológica",
estamos más allá de los límites del planeta ya que estamos empleando
aproximadamente un 150% de su biocapacidad.
Lo peor de todo es que se conocen las causas y las soluciones a
aplicar, pero al igual que ocurrió con el antisemitismo nazi, en el que la
mayoría de los alemanes y resto de europeos, miraron hacia otro lado en lo que
algunos denominan “Denegación” y/o “Ceguera voluntaria”, con "la crisis
ecológico-social global", que no es otra cosa que el choque de las
sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta, nos está
ocurriendo lo mismo.
Instalados en la “Era de la Eco-Denegación”, seguimos
negando realidades patentes y ocultando sus causas y soluciones. Hemos entrado
desde hace unas décadas en lo que de manera similar a la “denegación de ayuda”
hacia las comunidades masacradas de manera inhumana por los nazis, escudándose
en “no lo sabíamos”, que en realidad era un “no queríamos saber”, en un expolio
de los recursos naturales a unos límites que nos están llevando a convertir
nuestro planeta en un lugar incompatible con la vida humana.
Los negacionistas y los defensores del
pensamiento hegemónico centrado en el Crecimiento “Llaman eco-pesimismo a lo
que es simplemente superación del eco-analfabetismo y rechazo de la eco-denegación”.
Las leyes de la estupidez humana nos conducen a un escenario en el
que incluso los que están obteniendo beneficios económicos como consecuencia
del expolio a los ciudadanos –los Malvados en la clasificación de Cipolla- se
verán perjudicados, pues la destrucción de nuestro hábitat al que nos están
llevando también acabará afectándoles. Obviamente dado que tienen más poder
serán los últimos en sufrir las consecuencias. Robaran y eliminaran a quienes
les estorben, hasta que la tierra sea completamente inhabitable y entonces
perecerán como el resto.
En definitiva elegimos a quienes con su visión cortoplacista
centrada en el crecimiento como solución y afán de acumular dinero están
destrozando el planeta en el que vivimos, llevándonos a la destrucción del ser
humano, ellos incluidos. A largo plazo todos perdemos cuando actuamos de manera
estúpida.
El 26 de junio se presenta una oportunidad de cambiar el rumbo de
las cosas. Espabilemos. Elijamos de manera inteligente. Votemos por aquellos
partidos que defienden y proponen medidas para la sostenibilidad del planeta,
mejorar la democracia, gobernar para los ciudadanos y no estén sometidos a la
dictadura del poder económico. ¿Es tan difícil?
Aquí tenemos algunos políticos "Malvados", en el
sentido de Cipolla, riéndose.
¿De quién? Con toda
seguridad de "nosotros". Sus víctimas, por nuestra
"estupidez"
Antonio Pintor Álvarez
Junio 2016