En el Diario Córdoba del día 23 de junio de 2014 aparece el siguiente
titular:
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, consideró en la
homilía de ayer, refiriéndose a la Mezquita-Catedral,
que "no es el momento de discutir cuál es su nombre, sino de sumar
esfuerzos para que el templo continúe siendo lo que es, al servicio de todos los
que quieren visitarlo y para orgullo de todos los cordobeses".
Cuando alguien dedica su vida a vivir del cuento, le puede
ocurrir lo que al señor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, que desarrolle
una gran habilidad en el uso del lenguaje para manipular la realidad y
conseguir que quien provoca un conflicto aparezca como “conciliador” o, peor
aún, “victima” de la situación que él y los suyos han provocado, porque ha sido
él y la organización que representa (Iglesia Católica) quienes han provocado la
alarma social con repercusiones internacionales al apropiarse de la
Mezquita-Catedral tanto física como simbólicamente.
En 2006 el obispado de Córdoba abusando de unas leyes anticonstitucionales
(recientemente derogadas aunque sin efectividad hasta dentro de un año)que le
otorgan la potestad de actuar como notario, la ha inscrito en el registro de la
propiedad a nombre de la Iglesia Católica y ha cambiado el nombre amputándole precisamente la parte del mismo que
realza su importancia a nivel mundial por lo que representa de legado histórico
y arquitectónico, la Gran Mezquita Omeya , reduciéndolo a lo que constituye una
parte del mismo, Catedral.
Aunque históricamente se
la ha denominado Mezquita a secas, desde 1994 el Ayuntamiento decide por
consenso el nombre integrador de Mezquita-Catedral, sin embargo el obispo y los jerarcas de su
organización han decidido que se llame solo Catedral y además nos aconseja en
“plan conciliador”, de “buen rollito” que diría un moderno de hoy, que no es momento de discutir sobre el
nombre, sin aclarar si es que se ha dado cuenta del disparate y ha decidido que
se siga llamando Mezquita-Catedral, o como nos tememos, que dejemos de dar la
lata y acatemos el nombre que han decidido que para eso, según ellos, es suya.
Añade en su homilía que
sumemos “…esfuerzos para que el templo continúe
siendo lo que es, al servicio de todos los que quieren visitarlo y para orgullo
de todos los cordobeses".
No Sr. obispo, no SOLO queremos que esté al servicio de todos los que
quieran visitarlo (previo pago que va a sus arcas libre de impuestos), sino que
siga siendo PROPIEDAD DE TODOS LOS CIUDADANOS DE CORDOBA, repito de TODOS y no
de una organización privada como es la Iglesia a la que usted pertenece y que
está subordinada a un estado extranjero como es el Vaticano, por lo que de no
remediarlo la Mezquita de Córdoba, “orgullo
de todos los cordobeses",
podría
acabar en manos extranjeras.
A este respecto resulta lamentable la actitud del gobierno municipal
que no solo no defiende la titularidad pública del monumento emblemático por el
que se conoce a nuestra ciudad en el mundo, sino que, como otros muchos
edificios y servicios de la ciudad, apoya su paso a manos privadas. No sería
descabellado que sacasen una ordenanza municipal obligando a todos los negocios
que tienen el nombre de Mezquita a cambiarlo por el de Catedral.
Al parecer también reivindicó el derecho de la comunidad cristiana
cordobesa “a tener su propia catedral”. Otra perla de este Sr. pues no se
suele reivindicar lo que ya se posee y todos sabemos que parte del monumento en
cuestión es una Catedral, por eso reivindicamos el nombre de Mezquita-Catedral
y que ésta (la parte que constituye la catedral) siga siendo utilizada para el
culto católico. Recordemos que
el término "catedral" significa una iglesia donde se encuentra el
asiento del obispo y que no todas las catedrales son enormes iglesias
góticas.
Dice
el periódico que “En su homilía, el obispo también reflexionó ayer, Día de la
Caridad Fraterna, sobre el trabajo de Cáritas, de la que recordó que ha ayudado
en el último año a uno de cada cuatro cordobeses.” Loable labor la de esta
organización cristiana, aunque la jerarquía católica no debería sacar pecho
ante ella, pues sus aportaciones económicas apenas suponen el 2% de su
presupuesto total y en el 2013 de los 247 millones recaudados por la Iglesia a
través de la casilla del IRPF solo 6 millones se destinaron a este organismo,
lo que supone un 2.5% del total recaudado. Reducida aportación que están
dispuestos a disminuir en caso de que se les obligue a pagar impuestos, como
amenazó el Sr. Rouco Varela.
El Sr. obispo con sus palabras actua mas como una avispa,
aguijoneando a sus feligreses provocandoles irritabilidad y temor ante amenazas
que solo están en su imaginación, que alguien que, en función de su cargo,
debiera sembrar tranquilidad, paz y concordia entre todos los ciudadanos
cordobeses.
Conviene recordar las demandas de la Plataforma Mezquita-Catedral de Córdoba:
patrimonio de tod@s para comprobar que no existe ninguna amenaza para los
feligreses, pues en ningún momento se ha
cuestionado el uso litúrgico por parte de la Iglesia Católica de la parte del
monumento que constituye la catedral, otra cosa distinta es lo referente a la
jerarquía eclesiástica y su afán por apropiarse del edificio. Así desde la
Plataforma se pide que el Obispado deje de emplear institucionalmente solo
el término catedral para referirse a todo el monumento. También exige el
reconocimiento jurídico de su titularidad pública. De ahí, se
desprende que plantee una gestión pública a través de un patronato que, al
estilo del que rige la Alhambra, garantice una gestión cultural y económica
transparente. Por último, plantea la redacción de un código
de buenas prácticas entre las Administraciones públicas, académicas,
ciudadanas y la Unesco, para evitar acciones que perjudiquen tanto a la imagen y
significado del monumento, como a los intereses generales de
Córdoba, Andalucía y España, al ser uno de los tres monumentos más
visitados del Estado.