“Se puede mentir con la boca pero la expresión que acompaña a las
palabras dice la verdad”
F. Nietzsche
F. Nietzsche
“¿Qué pasaba? Carcajadas estruendosas en el pabellón de afasia,
precisamente cuando transmitían el discurso del Presidente…
Allí estaba, con su retórica habitual, el histrionismo, el toque
sentimental… y los pacientes riéndose a carcajadas convulsivas. El Presidente conmovía,
como siempre, a sus conciudadanos… pero los movía, al parecer, más que nada, a reírse.
¿Qué podían estar pensando los pacientes? ¿No le entenderían? ¿Le entenderían,
quizás, demasiado bien?”
Estas palabras pertenecen a un capitulo del libro “El hombre
que confundió a su mujer con un sombrero” del neurólogo Oliver Sacks, y hace
referencia a la reacción de un grupo de pacientes con afasia receptiva mientras
presenciaban el discurso televisado del presidente Reagan.
La afasia receptiva es una afección neurológica provocada
por daño en el lóbulo temporal izquierdo y que consiste en la incapacidad para
entender las palabras en cuanto tales, a pesar de lo cual se comentaba de estos
pacientes, que entendían la mayor parte de lo que se les decía.
En definitiva que estas personas que se “descojonaban vivas” mientras escuchaban a su presidente, no entendían
el contenido del discurso, no sabían de qué estaba hablando, pero se daban
cuenta de que les estaba mintiendo.
La explicación de esta aparente paradoja se debe a que aunque
estas personas habían perdido la capacidad de entender las palabras, y por ello
no se les podía engañar con las mismas, en contrapartida, en su cerebro se había
potenciado la capacidad de captar el componente extraverbal del habla, o sea,
los “matices vocales”( tono, timbre, ritmo, cadencias, música, entonaciones, inflexiones,
modulaciones) y la “expresividad” de la persona, cualidades ambas que exceden
lo verbal, convirtiéndolas en extremadamente sensibles a esos componentes y en
consecuencia a cualquier falsedad o impropiedad en la actitud o apariencia
corporal, además de poseer un oído infalible a los matices vocales con lo que
pueden dar o quitar verosimilitud a la voz de un ser humano.
Son en esos aspectos en los que se fundamenta su capacidad
de entender. Entender sin palabras lo que es verdad o falso.
Por ello ante las muecas, los histrionismos, los gestos
falsos, y sobre todo las cadencias y tonos falsos de la voz era lo que sonaba a
falsedad para aquellos pacientes sin palabras pero inmensamente perceptivos.
Reaccionaban ante aquellas incorrecciones e incongruencias tan notorias, tan
grotescas incluso, porque no los engañaban ni podían engañarlos las palabras.
Por eso se reían tanto del discurso del presidente.
En nuestro país, de los calificativos que le dedica Javier
Marías a nuestros actuales gobernantes del Partido Popular (mediocres, ineptos,
EMBUSTEROS, destructores, injustos y desfachatados), es el de embusteros el que
destaca de manera sobresaliente.
Sus mentiras comenzaron en cuanto alcanzaron la mayoría
absoluta y aparcaron el programa electoral con el que se habían presentado y que
se basaba en dos cuestiones básicas, la elevada cifra de parados y la crisis
financiera, algo que iban a solucionar en un abrir y cerrar de ojos.
Aunque para detectar las mentiras de nuestros gobernantes no
es necesario padecer ningún tipo de afasia, pues son tan burdas y reiteradas
que solamente la persistente “lealtad partidista” de la que hablaba en un
artículo anterior -“El cerebro y las decisiones políticas”- puede cegarnos ante
la evidencia.
Sería interesante someter al “test de los afásicos” a nuestros
gobernantes y resto de políticos, para que nos indiquen de quien se puede uno
fiar, quien es íntegro, quien es de confianza, dada la susceptibilidad al
engaño por las palabras que poseemos y la propensión a engañarnos por parte de
ellos.
En el caso de nuestro
presidente, Rajoy “El sordoplasmático” (no escucha y su afición a aparecer en
pantalla de plasma) y sus ministros/as cuando nos informan a los ciudadanos de
los atracos a que nos someten tras la reunión de los viernes y cuando hacen
predicciones (con un rigor similar al del oráculo de Delfos o las pitonisas de
la tele) sobre la evolución de nuestra economía y las perspectivas de mejora
que ellos, solo ellos, ven , las carcajadas alcanzarían niveles similares a los
de un terremoto con elevada escala de Richter.
Para intentar visualizar la actuación de nuestros
gobernantes actuales, utilizaré una metáfora.
Imaginemos una central nuclear en la que se ha detectado que
está produciendo daños e incluso muertes entre la población y que entre las
múltiples causas -defecto en la construcción, sobrecarga en el funcionamiento, etc.,-
una de las que se barajan es la incompetencia del ingeniero-jefe y el equipo
encargado de la seguridad de la misma, por lo que, aprovechando que finaliza su
contrato se decide convocar unas oposiciones para renovar o seleccionar a otro
candidato que ocupe este puesto. Uno de los nuevos candidatos, para hacerse
valer, carga las tintas en que el problema es la incompetencia del ingeniero-jefe
anterior, minusvalorando las otras posibles causas, y asegurando que en caso de
ser contratado, en unos meses el problema estaría resuelto, dada su buena
preparación, la del equipo que formaría, además del aval internacional con el
que cuenta, dadas las excelentes credenciales, que según él posee. ¿Les suenan
estas palabras?
Un año después de su contratación, este ingeniero jefe, no
solo no ha solucionado los problemas de seguridad de la central, sino que éstos
han empeorado, de manera que los daños a la mayoría de la población han
aumentado drásticamente incluyendo las muertes.
Digo a la mayoría de la población, porque un pequeño sector,
en el que se encuentran familiares y amigos de este equipo de seguridad al
disponer de un buen nivel económico se ha instalado y disponen de propiedades
fuera del margen de seguridad, por lo que éstas se han revalorizado de manera
importante al estar fuera del peligro radiactivo.
La sensatez obligaría a despedir de manera inmediata a este
individuo por incompetente y mentiroso, así como al resto de su equipo, e incluso
a procesarlos y, si se considera pertinente, encarcelarlos. Pero resulta que
tiene un contrato blindado por cuatro años, con poderes casi absolutos en
cuanto a las decisiones a tomar.
Ante esta situación se plantean tres posibilidades:
-
El reconocimiento por su parte de la incapacidad,
demostrada por los hechos, para solucionar los problemas, algo que no es
factible que se produzca, ya que, a pesar de todas las evidencias, sigue
pensando que lo está haciendo bien.
-
La presión de los ciudadanos que están siendo afectados.
Algo que va en aumento, aunque muy lentamente, no estando claro que pueda
terminar en soluciones que vayan en contra de sus propios intereses.
-
Esperar a que cumpla el contrato y que el tribunal que
selecciona, en el que se encuentran los afectados, en caso de volver a
presentarse, sea más sensato a la hora de elegir, situación que tampoco está
clara, pues parece que sigue gozando de las preferencias de la mayoría.
A diferencia de los pacientes afásicos que se reían de las
mentiras de Reagan, en nuestro país, a pesar de los mas de seis millones de
parados, nuestro presidente se permite enviar un informe a Bruselas en el que
afirma que la pobreza en España ha disminuido en 2012 y decir a los ciudadanos que
están aplicando medidas eficaces y van por el camino correcto, sin que provoque
risas (aunque sería mas adecuado llanto y rabia) y siga gozando de credibilidad
entre la mayoría.
Lamentable, pero cierto.
Efectivamente. Tendremos que esperar a que, igual que en
ResponderEliminarel "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago, esta se contagiaba, la afasia comience a contagiarse entre la población para que el curso de las elecciones cambie en este país.
Muy bueno Antonio. Las elecciones...día a día tenemos que elegir, plantar cara y seguir.
ResponderEliminarComo siempre, perfecto. Gracias Antonio. Herpes simplex.
ResponderEliminarGracias a vosotros por vuestros comentarlos.
ResponderEliminarUn abrazo
Antonio
Querido Antonio: llego tarde a tu lectura por culpa de una maldita taquicardia de las mías. A este componente extraverbal del discurso le llamaba don Carlos "el metamensaje", tan importante o más que el propio mensaje para la comprensión del mismo. Lástima que ninguno de nuestros políticos, ninguno, haya escuchado a nuestro viejo profesor. Se darían cuenta de la vacuidad de sus palabras. Escuchar a un político decir que vamos a luchar por el empleo y por el crecimiento económico, como una especie de cliché aprendido, ya no provoca risa, ni siquiera indignación. Simplemente desprecio e indiferencia. Y eso tampoco es bueno.
ResponderEliminarMás razón que un santo.
ResponderEliminarQuerida Manuela, como siempre te agradezco tu comentario, aunque me lo tomo, según el contexto del artículo, de manera "extra-literal" dado el "descreimiento" de quien lo emite y el ateismo del destinatario.
ResponderEliminarUn abrazo
Antonio