lunes, 12 de septiembre de 2022

III. Vitamina D. Origen y funciones.

La vitamina D ha cobrado un protagonismo mediático al conocerse sus efectos protectores frente al coronavirus y la posibilidad de que la población no disponga de los niveles necesarios para desarrollar esta función. Este riesgo es una realidad pues, antes de las limitaciones para la exposición solar de las medidas preventivas frente a la pandemia, los datos epidemiológicos mostraban una carencia de la misma en, prácticamente, todo el mundo.

Desde hace varias décadas, durante mi actividad como médico esta vitamina ha sido objeto de mi interés, por sus beneficios en varios tipos de cáncer y en el tratamiento del dolor en la fibromialgia.

Este documento es fruto de ese interés, y su finalidad es aportar información que pueda ser de utilidad a profesionales sanitarios y a cualquier persona preocupada por conocer los importantes efectos sobre la salud que la vitamina D proporciona.

Si queremos conocer la vitamina D, tenemos que incluir a otros personajes que están asociados a ella de forma indisoluble, éstos son el sol, el folato y el color de la piel.

El sol y su relación con el color de la piel y su evolución lo hemos tratado en un artículo anterior (“Radiación solar y evolución del color de piel”), lo concerniente al folato lo haremos en otro posterior, en éste nos limitaremos a los aspectos que afectan a la vitamina D.

Un poco de historia.

Antes de que se conociera la existencia de la vitamina D, de manera empírica, se utilizaba la “helioterapia” o “baños de sol” como tratamiento para dos enfermedades que asolaban a la población: el raquitismo y la tuberculosis.

En 1822 el médico polaco, de nombre impronunciable, Jędrzej Śniadecki descubrió la cura para el raquitismo con la luminiscencia del sol y dos años más tarde, para angustia y tormento de millones de niños que en pro de nuestra salud nos vimos sometidos a la toma del repulsivo brebaje, comprobó que el aceite de hígado de bacalao producía también excelentes resultados.

Algo similar ocurrió, al no disponer de fármacos eficaces, con el tratamiento de la tuberculosis, para la que el único remedio que se conocía eran “los baños de sol”. Los pacientes tísicos y famélicos, más pálidos que los senos de una monja de clausura, eran expuestos a lo que se suponía como unas místicas vitaminas para la piel, mediante el reposo en lugares soleados y tranquilos donde algunos conseguían recuperar la salud.

En 1922, es decir un siglo después del inicio de la helioterapia, la ciencia pudo explicar los mecanismos que había tras la eficacia de esta práctica clínica, al conseguir aislar la vitamina D (VD3) (llamada así por ser la siguiente letra de las vitaminas conocidas en ese momento: A, B y C).

Al principio, su actividad solamente se asoció con “la protección del crecimiento óseo y la prevención del raquitismo” (retraso en el crecimiento, ablandamiento de los huesos, deformidades óseas, etc.), enlazando el nexo existente entre el sol, los huesos y el hígado de un pez.

Desde su descubrimiento hasta el año 1980, las únicas funciones atribuidas a la Vitamina D fueron las relacionadas con la necesidad de la misma para la absorción intestinal del Calcio (Ca) y Fósforo (P), imprescindible para la prevención del raquitismo en niñososteomalacia en el adulto y la tetania hipocalcémica.

Es a partir de esa fecha cuando sabemos que interviene en otros procesos biológicos, como una potente actividad antiinflamatoria y anticancerígena, cuyo conocimiento está menos extendido, así como la regulación de la respuesta inmune, causa de su reciente salto a la fama por la pandemia de la Covid-19.

¿Qué es la vitamina D? ¿Cómo se produce? ¿Cómo actúa en el organismo? ¿Qué funciones realiza?

Empecemos por aclarar que en realidad no es una vitamina, pues las vitaminas son micronutrientes esenciales que el organismo, al no tener capacidad de sintetizar, necesita tomar del exterior con los alimentos.

Esta situación no se da en el caso de la vitamina D, que en un 90% es de producción endógena. Es más correcto considerarla una hormona, que son sustancias químicas producidas por las glándulas endocrinas, que se desplazan por el cuerpo a través de la sangre y cuya función es regular la actividad de un tejido determinado. Por ejemplo la insulina es la hormona que regula los niveles de azúcar en la sangre.

Cuando se ingiere con los alimentos, nos la encontramos en dos variedades:

-       Colecalciferol o Vitamina D3, si proviene de alimentos de origen animal.

-       Ergocalciferol o Vitamina D2, si procede de alimentos vegetales.

Nuestro organismo, puesto que somos animales, produce Colecalciferol o Vitamina D3.  (Esta es la sustancia utilizada en algunas formulaciones farmacológicas como la que aparece en la foto de inicio)

¿Cómo se produce?

La producción de VD3 por nuestro cuerpo se origina en la piel por acción de la radiación ultravioleta solar, en concreto los rayos ultravioleta B (UVB) que actúan sobre un derivado del Colesterol (7-Deshidrocolesterol).

Fármacos muy utilizados como el hidroferol llevan el Calcidiol/Calcifediol. 



Para su transformación en vitamina activa” o Calcitriol”, el “Calcidiol”  tiene que ser hidroxilada de nuevo, lo que se realiza por acción de una enzima, la alfa-hidroxilasa. Esta transformación se produce preferentemente en el riñón, desde donde se secreta a la sangre en su forma activa la 1,25D3 o Calcitriol para realizar su función endocrina.

Además del riñón, son muchos los tejidos con capacidad de realizar esta segunda hidroxilación, como la piel (único tejido donde se da todo el proceso de formación de la hormona/vitamina D3), el sistema inmune, intestino y mama.


Hormona/Vitamina D y genes.

La hormona Calcitriol o vitamina D3 activa, se comporta como un interruptor génico que activa y desactiva genes a través de receptores en el núcleo de las células, produciendo  las proteínas correspondientes que cumplen funciones locales o generales según los tejidos. Se estima entre 1000 y 3000 los genes regulados por la vitamina D, entre los cuales tenemos los que regulan el metabolismo del calcio, y más de una docena responsables de nuestra inmunidad. De manera que la mal llamada vitamina D, realiza una función hormonal a través del receptor nuclear (Receptor de la Vitamina D) que se encuentra en la mayoría de los tejidos de nuestro organismo.

¿Deficiencia epidémica?

El descubrimiento de la multifuncionalidad de la vitamina D ha puesto de relieve los datos epidemiológicos que demuestran una estrecha relación entre la deficiencia de ésta y la prevalencia de una serie de trastornos (cánceres, alteraciones inmunitarias y enfermedades infecciosas como la gripe); la carencia vitamínica explicaría el impacto de los cambios estacionales en la evolución de ciertas enfermedades. Además, muchas de las actividades fisiológicas, y beneficiosas, de esa vitamina (observadas en el laboratorio y en estudios clínicos) se manifiestan sólo cuando su concentración sérica es superior a la media de la población. En consecuencia gran parte de la población que vive en las regiones templadas del planeta presenta niveles de vitamina D inferiores a las saludables, sobre todo en invierno.

Para conocer el nivel de vitamina D se utiliza la concentración sérica de la provitamina  25D (Calcidiol/ Calcifediol) y a partir de ésta se realiza una estimación. Concentraciones entre 30 y 40 nanogramos por ml de sangre se consideran suficientes para la salud ósea que es lo más conocido por los profesionales y lo que se ha tenido en cuenta hasta la actualidad desde el punto de vista clínico.

Sin embargo, los otros beneficios aportados por la vitamina D (anticancerígena, antiinflamatoria e inmunidad) necesitan concentraciones superiores a ésta para que se produzcan.

De manera que concentraciones inferiores a 30 nanogramos/ml ponen en riesgo la salud por defecto y superiores a 150 nanogramos/ml pueden resultar tóxicos al elevar los niveles de calcio en sangre y en otros tejidos. 

Se consideran niveles óptimos los comprendidos entre 30 y 60 nanogramos/ml. Por debajo de 19 nanogramos/ml se considera estado carencial con síntomas de raquitismo, aumenta el riesgo de cáncer y fallos en la respuesta antimicrobiana.

Nota importante: No olvidemos que la exposición al sol de una amplia zona de nuestro cuerpo durante 20 minutos cuando “la longitud de nuestra sombra sea inferior a nuestra altura” es capaz de sintetizar 10.000 UI de vitamina D usando el colesterol, obviamente se trata de una estimación promedio que variará en función del color de piel y edad. Así que tenemos un doble beneficio, elevar los niveles de vitamina D y bajar la cantidad de colesterol.

 




 



6 comentarios:

  1. Muy aclarador e interesante. La Medicina tiene que estar aliada con la Naturaleza.
    Enhorabuena, Antonio.

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  2. Muchísimas gracias, Antonio, por compartir conocimiento saludable.

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  3. Muy didáctico, gracias por compartirlo.

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  4. Gracias por tu valiosa informaación

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