viernes, 31 de octubre de 2014

Pobreza, Ébola y otras epidemias.

Los profesionales de la salud en general y los de salud pública en particular, sabemos que cuando nos enfrentamos a una enfermedad infecto-contagiosa, como es el caso del Ébola, existen tres frentes sobre los que podemos actuar: la fuente de contagio, el mecanismo de transmisión y los sujetos susceptibles de enfermar, siendo variable la eficacia de la actuación en cada uno de los frentes según la enfermedad que estemos tratando.
También sabemos que la salud pública, en los países desarrollados, es la “hermana pobre” del sistema sanitario, más centrado en la medicina asistencial especialmente los hospitales, que en las medidas preventivas. Es decir, nos “preocupamos” más del tratamiento de las enfermedades que de su prevención. Cuando digo “nos preocupamos” significa “destinamos dinero”, que empleamos sobre todo a la compra de fármacos y equipamientos, o sea, gastos para los ciudadanos, bien directamente (medicina privada) o a través de los Estados (sistemas públicos de salud) e ingresos para las compañías farmacéuticas y similares. Gastos muy justificados en algunos casos y no tanto en otros.                                                                                                                       Recordemos las críticas que se han hecho por expertos mundiales en salud sobre el abordaje político, ante la epidemia de gripe A ,que se realizó por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como de los ministerios de sanidad de diferentes países (incluido el nuestro), por la alarma sanitaria mundial generada innecesariamente. Así como los intereses económicos que han condicionado la definición de pandemia, la vacunación y los antivirales (Tamiflu).                                                                                                      Los diferentes grupos de expertos que asesoraron tanto la elevación de la alerta a nivel de pandemia (lo que implica reducir las garantías necesarias para utilizar fármacos) así como la indicación de la vacuna(que como consecuencia de lo anterior no tuvo que superar los controles habituales) han sido denunciados por existir en varios de sus miembros “conflictos de interés” al estar recibiendo fondos de compañías farmacéuticas productoras de las vacunas recomendadas y los antivirales ( Roche, Novartis, GlaxoSmithKline y Sanofi-Pasteur entren otras). Con la aplicación de la vacuna, se expuso a la población a un fármaco experimental sin ninguna garantía de seguridad y eficacia, eso sí, garantizando a la industria farmacéutica su no responsabilidad ante las posibles consecuencias negativas en su aplicación y el  Tamiflú, fármaco de dudosa eficacia y bajo sospecha por las agencias del medicamento por los frecuentes informes acerca de sus graves efectos secundarios, especialmente en niños y jóvenes con alteraciones de conducta que en muchas ocasiones terminan en muerte. La compañía farmacéutica que lo fabricaba (Roche) estaba con las acciones por los suelos y con estas actuaciones de los responsables políticos-sanitarios consiguieron que subieran exponencialmente, forrándose todos los accionistas, siendo uno de los principales Donald Rumsfeld, antiguo secretario de estado de EEUU.                                                                                                               Marc Gentilini, infectólogo, miembro de la Academia de Medicina y ex-presidente de la Cruz Roja francesa, señaló que se trataba de una “pandemia de la indecencia".                                                     La mayor parte de los millones de dosis de vacunas compradas hubo que destruirlas, o como hicimos en nuestro país, donarlas a países del tercer mundo, apuntándonos un acto de solidaridad, cuando lo que realmente estábamos haciendo era endosarles el coste de la destrucción de las mismas, pues a ellos igual que a nosotros no les eran de ninguna utilidad. En Reino Unido informaron que el coste de las vacunas destruidas superaba los 700 millones de euros. En España, fiel a su política de “transparencia” no se han publicado datos.
Si ponemos la mirada en otra pandemia como es la del VIH/Sida, también podemos sacar enseñanzas de lo que hicimos/hacemos y lo que deberíamos haber hecho/hacer.                                                                    El panorama actual, aunque no lo percibamos al haberse retirado los focos mediáticos, es desolador. En torno a 36 millones de afectados y con más de un millón anual de muertes, la mayoría en África subsahariana y América latina, es decir, países de extrema pobreza donde las personas además mueren de hambre. Según los datos de ONUSIDA la mayor fuente de contagio es por transmisión sexual, por lo que el uso del preservativo es la mejor medida preventiva que podemos recomendar y debido a la pobreza de los países afectados y la dificultad para disponer de los fármacos necesarios, casi la única herramienta disponible para combatir la enfermedad. Sin embargo  personajes con gran influencia sobre las conductas de las personas que profesan el catolicismo como son los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, en sus respectivas visitas a África expresaron, de acuerdo con la doctrina de su iglesia proclamada en 1968 por Pablo VI en la encíclica Humanae Vitae, la prohibición del uso del condón, lo que ha puesto a millones de personas en la disyuntiva de convertirse en grandes pecadores o infectarse de Sida y morir.Desgraciadamente para millones de africanos la obediencia a las ignorantes y peligrosas recomendaciones de ambos Papas les han llevado a contraer la enfermedad y a la muerte.
Por otro lado la industria farmacéutica puso todo su empeño en dificultar el uso de genéricos, lo que permite el abaratamiento de los fármacos retrovirales y la posibilidad de que el tratamiento llegase a más enfermos.  Ambas conductas, las de los Papas y las farmacéuticas, pueden ser calificadas de criminales por las consecuencias producidas. Por este motivo junto a otros como la ocultación y protección de los miembros de la iglesia que abusaron de menores se interpuso en el 2011 una denuncia contra el Dr. Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) ante la Corte Penal Internacional en La Haya por crímenes contra la humanidad según el Art. 7 del Estatuto de la CPI, por los abogados H.J. Hetzel  y C. Sailer.
En cambio en los países desarrollados la enfermedad empezaba a estar controlada por el uso de medidas preventivas (preservativo y jeringuillas no compartidas) y la eficacia de los caros tratamientos disponibles. Digo empezaba, ya que con las medidas de austeridad para los ciudadanos, que no para los bancos y sus consejeros, que algunos gobiernos están aplicando empieza a aumentar la incidencia en estos países.
¿Qué pasa con el virus del Ébola?                                                                                                            Lo primero que hemos de señalar es que como en tantas otras circunstancias negativas de la vida los más afectados son los más pobres.  Así nos encontramos con una epidemia localizada, de momento, en una zona de África  donde su población se encuentra en la pobreza extrema, a pesar de disponer de importantes recursos naturales: Sierra Leona siendo un país rico en la producción de diamantes es el segundo país más pobre del mundo con un 68% de la población por debajo del umbral de la pobreza; Liberia con el 88% de desempleados es el segundo país del mundo con la mayor tasa de desempleo; Guinea es un país muy rico en minerales, incluyendo la bauxita, diamantes, oro y aluminio y sin embargo tiene una parte importante de su población (más del 60 %) por debajo del umbral de la pobreza. Es decir un puñado de ladrones, a los que los países desarrollados no son ajenos, se llevan las riquezas mientras la mayoría de la población muere de hambre y/o enfermedades. La verdadera tragedia del brote de Ébola es que la mayoría de africanos no tiene acceso a los medicamentos, instalaciones y profesionales de los que disponemos en Occidente y que podrían haber evitado el descontrol de la enfermedad y, si no actuamos, su expansión al resto del mundo.     Según los datos que nos llegan de las organizaciones implicadas en hacer frente a la enfermedad sobre el terreno (Médicos sin frontera, Cruz Roja), se trata a fecha actual de algunos miles de personas afectadas y consideran que con unos mil millones de dólares la epidemia podía frenarse, y que de no actuar rápidamente el número de afectados crecerá de manera exponencial y podríamos pasar de miles a millones. Sin embargo  los países desarrollados están más preocupados en que la epidemia no salga de África que en su eliminación, de ahí que la OMS haya sido sustituida por la ONU y se estén enviando militares (controlar a los enfermos) en lugar de sanitarios para tratarlos, cuando lo inteligente, aunque solo fuera por egoísmo, sería actuar sobre la “fuente de contagio” en los países afectados.  Intervención posible y asequible pues se trata de pequeñas cantidades comparadas con las que estamos acostumbrados a oír en relación con rescates bancarios y otros fraudes que padecemos.                                                                                                      De esta manera ganamos TODOS desde el punto de vista de la salud, pero no quienes están esperando como buitres a engrosar sus ingresos mediante la administración de vacunas( se habla de vacuna en fase experimental en Suiza) y medicamentos a los sujetos enfermos y/o susceptibles de padecer la enfermedad como ocurriría si tenemos la desgracia, y suerte para ellos, de convertirse en “pandemia” con afectación de los países ricos.  

 Quizás no sea ajeno a la ocupación militar el hecho de que se están realizando estudios por parte de compañías petroleras ante la alta probabilidad de que existan yacimientos de petróleo presalino al igual que en Brasil, al tratarse de la zona especular de lo que formaban el continente Gondwana que se fracturó hace 120 millones de años.                                                                                                                                   Como dice el profesor Adam C. Levine de la Brown Medical School:                                               “Tristemente, conocemos los virus de Marburg y el ébola desde hace casi 50 años y se han llevado a cabo muy pocas investigaciones para el tratamiento efectivo o las vacunas. Esto no se debe a falta de interés por parte de médicos y científicos, sino más bien a la escasez de dinero. Las compañías farmacéuticas no suelen estar dispuestas a invertir en investigaciones para prevenir o tratar enfermedades que sólo afectan a gente pobre, ya que obtendrían pocos (o ningún) beneficios”.

Lo peor de todo es que ni los gobiernos ni los organismos internacionales están actuando con la celeridad que el caso requiere, pues cada día que pasa las negras listas de fallecidos siguen aumentando aunque solo sea en los negros países africanos con pobreza extrema.

jueves, 2 de octubre de 2014

Otro “Triunfo” para el obispo de Córdoba.

En marzo de este año asistí al pleno del Ayuntamiento de Córdoba para, en nombre de Córdoba Laica, denunciar la apropiación de la Mezquita-Catedral por parte del obispado.
Comencé mi intervención con una cita de  Arthur Schopenhauer:
"Toda verdad pasa por tres fases. Primero se la ridiculiza; segundo, genera una violenta oposición y tercero, resulta aceptada como si fuera algo evidente".
En ese pleno tanto el gobierno municipal como UCOR y PSOE, podríamos decir que se expresaron según la primera y segunda fase de este aforismo, o sea, considerar  la petición de que actuasen en defensa del bien público (en este caso la Mezquita-Catedral)  como algo ridículo y rechazable.
Lo anterior viene a colación por la noticia aparecida en el Diario Córdoba del domingo 28 de septiembre, según la cual:
“La oposición reacciona indignada con la "apropiación" del Triunfo de San Rafael”. 
Resulta gratificante que a estos grupos políticos les haya ocurrido lo que cuenta la leyenda sobre Pablo de Tarso y por fin se les haya caído la venda para poder ver la voracidad del obispado a la hora de apropiarse bienes públicos. Como suele decirse, más vale tarde que nunca.
Desgraciadamente para el patrimonio de la ciudad, y afortunadamente para la iglesia, quienes siguen aún ciegos, o deslumbrados por su nacional-catolicismo, son los miembros del gobierno municipal del Partido Popular, cuyas declaraciones y actuaciones muestran la incompetencia para gestionar lo público y el servilismo ante la jerarquía eclesiástica.
Por otra parte el Sr. Durán, que ya no forma parte del Ayuntamiento, “ahora” parece enterarse y preocuparle las inmatriculaciones  de la iglesia (inscribir en el registro de la propiedad) de multitud de edificios y terrenos  de la ciudad, cosa que no parecía afectarle cuando sí estaba en el consistorio, como demostró con su abstención ante la moción de Izquierda Unida en el sentido de que se investigara la apropiación de la Mezquita-Catedral por parte del obispado.
Ante la lluvia de noticias acerca de las apropiaciones de edificios y terrenos por parte del obispado y de la reacción de los políticos municipales de TODA la oposición, parece que estuviésemos llegando a la tercera fase sobre la verdad ,según Schopenhauer, y que en este caso consiste en que el obispado se está apropiando de bienes públicos de la ciudad. ¡Ojalá!
Aunque existen ciudadanos que de buena fe creen que tener a la iglesia como propietaria supone una garantía para estos edificios, en cuanto a su conservación y disponibilidad de los mismos. Recordarles que los hechos cuentan otra historia, tanto en el pasado como en el presente. 
En el pasado sabemos que fue la reticencia de algunos monarcas (Isabel y Carlos I) y la resistencia del pueblo de Córdoba con su Cabildo Municipal a la cabeza quienes se opusieron a las reformas del obispo que seguramente habrían terminado con la Mezquita, como ocurrió con la de Sevilla, de la que solo permanece la Giralda, y todas las que existían en el resto del país.
En cuanto a lo que ocurre en la actualidad deberían observar lo que pasa en Estados Unidos, donde a causa de las indemnizaciones a las víctimas de pederastas eclesiásticos (en las que están implicados sacerdotes, obispos, cardenales, etc.) bien por mandato judicial o por acuerdos para tapar el escándalo, se están viendo obligados a vender iglesias y otros edificios propiedad de esta organización.

No sería nada sorprendente que en nuestro país, si alguna vez conseguimos que la razón se imponga a la superstición y en consecuencia gobernantes y jueces actúen con sensatez y profesionalidad, la iglesia pueda verse en serios apuros, entre los cuales estarían los económicos, aunque solo sea por tener que responder ante las miles de apropiaciones hechas abusando de unas normas  anticonstitucionales, antidemocráticas y nada éticas.