sábado, 30 de junio de 2018

La izquierda y el chalet de la discordia

“La vida es eso que pasa mientras estas distraído haciendo otros planes”, frase atribuida al genial músico John Lennon, que llevada al terreno político diriamos  “la política es eso que pasa mientras estamos distraídos en otras cosas”, lo que parece ocurrirle a organizaciones situadas bajo el término-paraguas  “izquierda”.
En un momento histórico en el que la denominación de “izquierda” en el terreno filosófico-político ha quedado conceptualmente debilitada, por el abandono o revisión de los viejos postulados (dictadura del proletariado, lucha de clases, clase obrera, etc.), resulta que el debate  que trasciende, de manera intensa y apasionada, es acerca de la compra de un chalet.
Que esta anécdota se haya convertido en el centro del debate político ¡con la que está cayendo, tanto a nivel nacional como autonómico!, se explica por la miseria intelectual en la que estamos instalados que hace del chismorreo, junto con el futbol, el deporte nacional.
Algunos psicólogos evolutivos consideran que el fundamento de las creencias de la mayoría de la gente es, simplemente, porque otros las tienen. En nuestro país, la católica-derecha ha tenido éxito en inculcar maliciosamente a la población la creencia en unos estereotipos sobre el estilo de vida que corresponde a quien se define de izquierdas, equiparándolo  a una especie de ermitaño, cutre y pobre.
La misma católica-derecha, que en su estilo de vida, aspira a ser próspera y rica sin reparar en medios. Y eso a pesar de que el Dios al que veneran y dicen obedecer les habló de no robar y les contó una historia sobre un camello, el ojo de una aguja y el reino de los cielos, dando a entender que no le caían bien los ricos. Curiosamente aquí no hay contradicción, para esos españoles, entre lo que se predica y lo que se hace. Seguramente porque asumen otra creencia, atribuida al clero, de “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga” como medio para la salvación.
En el susodicho debate, grosso modo, se plantean dos opciones: los que piensan que “cada cual puede hacer con su dinero ganado honradamente lo que considere oportuno dentro de la legalidad” y los que recuerdan que los de izquierdas “como la mujer del Cesar no solo debe ser honrada sino también parecerlo”  y tirando de hemeroteca recuerdan “tu decías…”.
Ambas opciones están mal planteadas, pues no todo uso lícito de nuestra riqueza es éticamente correcto, ni tampoco es deseable vivir instalados en las apariencias.
Así que, al margen de lo oportuno o no de la dichosa compra, este hecho pone sobre la mesa una cuestión no resuelta dentro de la izquierda, consistente en establecer de manera explícita el marco aceptable del estilo de vida para quienes lideran o participan en organizaciones con esta ideología.
Si queremos hacer pedagogía sobre otro modelo social tenemos que predicar con el ejemplo mediante “gestos” que muestren la coherencia entre lo dicho y lo hecho. Con ello no quiero decir que las personas objeto de esta polémica no sean coherentes, sino que existe un vacio teórico que es utilizado por propios y extraños para a través de la crítica personal atacar  y desacreditar la ideología que representan.
Otra consecuencia del “debate” es un nuevo “anti” de la izquierda, así al anticapitalista, antiimperialista, antifascista, antiglobalización,  ahora tenemos el “anti chalet”.                         De nuevo se le hace el juego a la derecha mediática que define a la izquierda por lo que rechaza, proyectando una imagen negativa, en lugar de una alternativa que intenta construir un mundo en el que se respeten los Derechos Humanos y se proteja al planeta y su biodiversidad.
La izquierda actual debe abandonar la comodidad de la descalificación entre sus miembros y ser tolerante con la heterodoxia intelectual, la disidencia y la crítica interna.
Debe  debatir sobre el modelo de sociedad al que aspira, trasladando a la población las nuevas visiones y retos que defiende, como convertir en ley la solidaridad , que la fraternidad no sea solo un sentimiento sino algo que se impone en la praxis, hacer de la redistribución un instrumento para eliminar la desigualdad social que padecemos, que la cultura sea una exigencia y requisito del Estado y no un regalo o lujo, la protección social como elemento estructural y no como solución coyuntural ante las crisis, etc.
Una izquierda que se oponga a la apropiación por parte de las multinacionales de bienes vitales para la población: Agua, Aire, Tierra, Energía, Banca, Transporte, Educación, Sanidad, Vivienda…

Una izquierda que de acuerdo con la laicidad del Estado, traslade las manifestaciones religiosas al ámbito de lo privado sacándolas de lo público y actúe en consecuencia.

En definitiva una izquierda que diga la verdad como herramienta ética e intelectual sin camuflar sus dificultades en el camino hacia otro modelo social.


Este es el debate que nos tendría que apasionar.