miércoles, 28 de junio de 2023

Negligencia en urgencias

Nuestro amigo José María, dada su tendencia al optimismo, nos ha ilustrado con un relato amable y, por desgracia, utópico acerca de lo ocurrido en urgencias del hospital Reina Sofía con un amigo común. Ver en su blog “Desde el breviario al vademécum” la entrada titulada “El buen camino”.

El artículo es interesante por constructivo, ya que lo habitual en estos casos es centrarnos en la crítica de lo que se hizo y olvidarnos señalar lo que debería haberse hecho. Plantea, con su ironía habitual, la conducta deseable cuando se comete un error de bulto como es el caso que nos ocupa.

En mi caso, como testigo y coprotagonista de los hechos acaecidos, me interesa mostrar lo que ocurrió realmente, poner en evidencia los fallos cometidos y, como suele decirse, aprender de los errores.

Para comprender lo ocurrido en la tarde del viernes 16 de junio de 2023, tenemos que remontarnos a dieciocho meses atrás para recoger en la historia clínica lo que llamamos Antecedentes Personales de interés.

Ese día, 24 de enero del 2022, nuestro amigo, protagonista involuntario de la historia, presentó un dolor torácico por el que acudió a las urgencias del Hospital de la Cruz Roja, pues su proveedor sanitario era la compañía ASISA. Fue atendido con la sospecha de infarto de miocardio, pero las pruebas realizadas para confirmarlo (ECG, troponina, etc.) resultaron negativas. El médico que lo atendió iba a darle el alta y derivarlo a su domicilio bajo la sospecha de crisis de ansiedad. Dio la casualidad que en ese momento había un cardiólogo en urgencias que estaba visitando a un paciente ingresado en observación y el médico de urgencias ante la duda decidió, afortunadamente para nuestro amigo, consultarle el caso. El cardiólogo, tras ver al paciente y sin tener argumentos racionales como explicó posteriormente a la familia, le pidió un TAC. Los resultados del mismo fueron diagnósticos, disección de aorta que afectaba a otras ramas. Se imponía intervención urgente para corregir el daño. Al no disponer el hospital de los medios para realizar el tratamiento, traslado urgente al Hospital Reina Sofía donde esa misma noche fue intervenido y su vida salvada.

Entre el listado de fármacos prescritos se incluye, de por vida, el anticoagulante SINTROM  y consecuentemente la advertencia del riesgo de hemorragias, tanto externas como internas. Ahora centrémonos en los hechos del reciente episodio.

El paciente, en compañía del autor del escrito y sus respectivas parejas, viaja al balneario de Ariño situado a más de 100 Kms al norte de Teruel. A los pocos días de llegar nos refiere tener unas molestias en la región occipital del cráneo. La tensión arterial, que se tomaba diariamente, era normal por lo que lo achacamos a tensión muscular por las nueve horas que estuvo conduciendo.

Las molestias fueron ligeramente en aumento y los dos últimos días se acompañaron de tendencia al sueño, aunque no de forma alarmante. Fue durante el viaje de vuelta, cuando el cuadro se hizo más preocupante, pues no solo no se encontraba en condiciones de conducir sino que se quedaba dormido con facilidad. A esta somnolencia se añadió, al inicio del viaje, un vómito espontáneo que nos obligó a parar. Más adelante se volvió a repetir, aunque en esta ocasión fue después de haber comido.

Las nueve horas de vuelta se hicieron eternas, pues como médico con amplia experiencia en urgencias, con los antecedentes y el cuadro clínico: anticoagulado, cefalea, somnolencia y vómito en escopetazo, la sospecha de posible hemorragia cerebral era alta. Por ello, al llegar a Córdoba nos dirigimos a urgencias del hospital. Entramos en la consulta a las 18.30 y nos atendió un médico joven que supuse era R1. Me presento como médico, le cuento los antecedentes del paciente, el tratamiento con sintrom y los síntomas por los que acudimos.

Unos minutos después se incorpora una médica, posible R2 o R3, que asume la atención e inicia de nuevo la historia que es la que queda registrada. En ella,  a pesar de los reiterados reproches que nos hizo por acudir a urgencias para un control de sintrom, no se hace alusión al tratamiento con este fármaco. De nada sirvió mi insistencia en que ese no era el motivo de consulta sino un dato a tener en cuenta ante los síntomas que presentaba. Ni caso.

Extracto de la historia clínica:    


                                       Exploración neurológica, analítica y Rx de tórax (¿?) normal.

Diagnóstico al alta: cefalea. Tratamiento Paracetamol 1 gr/8 horas.

Anota al final: Supervisado por el adjunto de guardia.

La supervisión de este señor consistió en escuchar a la médica residente y decidir que era todo correcto. Sin mirar al paciente y mucho menos hablar con él o su acompañante. Una supervisión cojonuda.

Han cometido un error grave en el manejo diagnóstico de este paciente. Error, por otra parte, evitable, si los médicos en cuestión hubiesen atendido al relato que, tanto yo primero y su esposa después, les facilitamos. No lo hicieron, le dieron de alta y pasaron por alto nada menos que una hemorragia cerebral. Afortunadamente, dos días después, en una nueva visita a Urgencias del mismo hospital, se pudo aclarar todo. Se le realizó el TAC, se diagnosticó adecuadamente y se le intervino. Todo bien.

El final feliz, sin embargo, no me deja satisfecho. Resuelto el proceso, en una reunión de conciliación amistosa con la médica residente que nos atendió y su jefe, tanto la esposa del paciente como yo, esperábamos lo que José María irónicamente refleja en su artículo, un reconocimiento de los errores cometidos, aprender de ellos y ¿por qué no? una disculpa. Nada de eso.

Contra lo que cualquier razón médica entendería, estos señores se enrocaron en una postura unitaria y corporativista del "se ha actuado según protocolo". ¡Tócate los cataplines!!! Si siguiendo el protocolo el paciente podría haber sufrido consecuencias irreversibles, es porque no funciona. Pero es que no es verdad, el protocolo no se siguió porque lo primero de cualquier acto médico es preguntar ¿Qué le pasa? y recogerlo en la historia tal como el paciente, o en su caso acompañante, lo exponen. Algo que obviamente no se hizo, pues de haberlo hecho la actuación hubiese sido otra.

¡Lo que nos cuesta a los médicos reconocer los errores!! Y no entiendo el por qué. Con lo fácil y liberador que resulta asumirlos y disculparse y así poder dormir con la conciencia tranquila... Pues no. Estoy convencido de que en su fuero interno estos médicos saben que se han equivocado gravemente. Y sin embargo, de puertas afuera se resisten a confesarlo. En fin, estaríamos una vez más a lo de no dar su brazo a torcer, agarrarse a cualquier argumento por fútil que sea con tal de "salirse con la suya". En suma: falta de humildad. Algo que en los hospitales debería cuidarse, especialmente con los que están formándose.

La humildad, que no el servilismo, es una cualidad de las personas que les hace sentirse en igualdad con sus semejantes, que les reconoce como imperfectas y vulnerables, capaces de equivocarse. Resultan admirables aquellas personas que, dotadas de talentos portentosos, consiguen destacar por su sencillez sin proponérselo siquiera. Les sale del natural. Esta cualidad es especialmente importante en los médicos, tan dados, por una parte, a endiosarse por sus logros, algunos de ellos ciertamente meritorios, y por otra, a cometer errores, incluso negligencias, como personas humanas que son. La humildad es el fiel de la balanza, aquello que nos proporciona la grandeza de ponderar con prudencia los halagos y asumir con dignidad nuestros fallos. En este caso, una actuación que puso en riesgo la vida del paciente se hubiese evitado con un baño de humildad.

El Arrecife 28 de junio de 2023 

sábado, 10 de junio de 2023

En defensa del “SANCHISMO”.

 El término “sanchismo” se ha utilizado por las derechas y sus medios para denostar al presidente Pedro Sánchez y en sentido amplio para hacerlo sobre el gobierno de coalición. Es en este último aspecto en el que considero importante defender el “sanchismo” y poner en positivo los logros alcanzados por un gobierno en el que han estado presentes, junto al PSOE mayoritario, ministros pertenecientes a Izquierda Unida y Podemos. Una fórmula que ha permitido leyes de gran calado social, algunas poco probables en un gobierno monocolor del PSOE.

En el libro (1994) “Vendiendo prosperidad”, Paul Krugman (Premio Nobel de Economía en 2008)  se pregunta ¿cómo es posible que dos políticos (se refiere a Reagan y Thatcher) cuyos programas, ya de entrada, favorecían solo a los ricos, fueran elegidos por mayoría? No digamos lo ocurrido más recientemente con Trump, elegido presidente en el 2017 y a punto de renovar mandato en el 2021.

En esa misma línea, Juan Torres se preguntaba en un artículo publicado en el diario Público el 6 de octubre de 2022 ¿Por qué no avanza en las encuestas el Gobierno de Pedro Sánchez si lo está haciendo bien?

Un Gobierno que recién constituido, tuvo que enfrentarse a la pandemia de la Covid-19 considerada el mayor desastre natural del último siglo, situación que, a pesar de las incertidumbres y dificultades, se ha gestionado de forma bastante satisfactoria, como fue reconocido a nivel internacional. Por si no fuera suficiente, tendríamos que añadir un volcán que arrasó parte de la isla de La Palma y una guerra en Ucrania que nos sigue salpicando en lo económico. A pesar de todo ello la economía española es de las que más crece dentro de la UE en opinión de la OCDE.

Si a lo anterior añadimos que muchas de las medidas adoptadas cuentan con un importante respaldo social: ERTE, aborto, eutanasia, subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, impuestos a las eléctricas, a los bancos, a las grandes fortunas, el tope al precio del gas, la rebaja del IVA en la factura de luz, las bonificaciones a los carburantes etc. Sin embargo, esto no se refleja en votos como señalaban las encuestas y muestran los resultados electorales del 28 de mayo. Por ello nos volvemos a plantear los mismos interrogantes.

 La respuesta simple, pero equivocada, sería porque eso es lo que quiere la mayoría de la población, respuesta nada satisfactoria, ya que las cosas son más complejas y nos obliga a buscar otras explicaciones. Algunas de ellas:

-          La ola de derechización que recorre occidente, basada en la simplicidad de la formula neoliberal que hace del Estado, en nuestro caso del “gobierno social-comunista”, el enemigo que nos “acribilla” a impuestos y lo burocratiza todo. Por ello, la solución está en quienes defienden el Libre Mercado, la reducción de impuestos y las privatizaciones de los servicios públicos (sanidad, educación, etc.).

 

-          Los medios de comunicación. Es obvio que los medios han enmarcado los temas, imponiendo la denominada agenda setting, es decir, los asuntos que las audiencias van a considerar más o menos importantes. Como afirma Juan Torres en el artículo citado, no hay ni una televisión o radio privadas de mediano o gran alcance, que no sean propiedad o no respondan a intereses de los bancos, grandes empresas, fondos de inversión o Iglesia Católica. Además de la singularidad, de un Gobierno que permite a la televisión pública desinformar, manipular los contenidos informativos y hasta mentir, para presentar las noticias del modo que más daño pueda hacer a la mayoría parlamentaria que lo sostiene democráticamente.

-          La guerra cultural. El periodista y ensayista Pascual Serrano, señala el posible error en los partidos de la “izquierda” a la hora de apostar por los temas estrella de su agenda. Especialmente en la denominada guerra cultural, con una excesiva explotación de las cuestiones identitarias: movimiento LGTB, racializados, discapacitados, multiculturalidad… Y en lo relativo a la distorsión de la lengua imponiendo lo ideológico a lo gramaticalmente correcto. Todos hemos sido testigos de declaraciones surrealistas a este respecto por parte de figuras destacadas de esta izquierda.

La gran paradoja es que al final, ni siquiera esos sectores identitarios que centraron el discurso de la izquierda les han apoyado, porque se ha demostrado que para muchos de ellos su identidad sexual, su raza o su religión no era tan prioritario como creían. Según Pascual Serrano, “… mientras la izquierda, en su intento de presentarse como moderna, multicultural y tolerante,…  la derecha se quedaba con el regalo de reivindicar la identidad tradicional, agredida, humillada y ridiculizada, según su discurso, por ser heterosexual, blanca, comer carne y viajar en un coche diésel”.

La izquierda tiene que superar los espacios identitarios en los que se encuentra instalada y recuperar su aspiración universalista hacia un humanismo que hoy pasa por la defensa de los derechos humanos y el cuidado del planeta.

-          Finalmente tenemos el estado de impotencia, confusión y división en que se encuentran las fuerzas progresistas para ofrecer una alternativa convincente. Situación que ha podido llevar a la abstención de una parte importante de su electorado. En esta línea, Alberto Garzón considera que el fallo de la izquierda política está en que se ha alejado de las bases al limitarse a pretender representarla, dejando de formar parte del tejido social de la misma.

Aunque estas explicaciones sean correctas y formen parte de la respuesta, se refieren a las circunstancias que influyen en la decisión del votante y recordando la máxima orteguiana “yo soy yo y mis circunstancias” hemos de tener en cuenta la otra parte de la ecuación, o sea, el “yo”.

Para ello resulta útil conocer lo que nos dicen los estudios de psicología política y psicología evolutiva.

Un dato que ponen de manifiesto estos estudios  es la persistente “afinidad partidista” y lo poco que influyen los acontecimientos históricos, como pueden ser en nuestro caso los éxitos conseguidos por el gobierno, a la hora de votar a los candidatos. La afinidad partidista es más poderosa que los hechos.

Los votantes partidistas, que son la mayoría, están convencidos de ser racionales, los irracionales son los contrarios, pero la ciencia nos dice que el vínculo con el grupo o partido es emocional y mediante “la racionalización” y el “sesgo de confirmación” lo reforzamos.

Somos descendientes de aquellos humanos cuyas mentes grupales les ayudaron a unirse y cooperar para superar a los “otros grupos”. Como resultado del legado evolutivo, llevamos en nuestra naturaleza el mandato de sobrevivir, reproducirnos y cooperar con el grupo al que pertenecemos. Es sobre esta disposición biológica donde actúan las circunstancias de las explicaciones dadas al inicio.

En España, esta afinidad partidista se sitúa en un dualismo electoral bastante equilibrado de centro-izquierda y centro-derecha. De manera que los votantes a los que se les puede aplicar lo comentado sobre la “afinidad partidista” se mueven, en un cálculo “grosso modo” y solo a efectos ilustrativos, pongamos alrededor de los siete millones. La afinidad a la llamada “izquierda transformadora” es más voluble y reducida.

Los vuelcos electorales los provoca, al no estar condicionados por la afinidad al partido, el millón y medio de votos aproximados que oscilan hacia uno u otro lado.

¿Qué ha podido influir en que hayan elegido el lado azul del espectro político?

A las múltiples explicaciones que se barajan poniendo el foco en las circunstancias de los perdedores (abstención, medios, división de la izquierda, campaña desacertada, etc.), quisiera añadir aspectos centrados en lo que, a mi entender de manera exitosa, han hecho los ganadores.

Son numerosos los estudios que señalan a “los valores morales” como el elemento que más impacto tiene a la hora de buscar afinidad de grupo. Así tenemos que en decisiones políticas como el votar, los valores morales son más importantes que cualquier otro asunto, incluidos la guerra, el terrorismo, la economía, la sanidad, la educación, el género o la raza.

A veces, esta identidad coincide con su propio interés social y económico, pero en muchas otras ocasiones no es así. Es un error asumir que los votantes eligen en función de su propio interés, entendido en el sentido socioeconómico.

Las personas votan en función de su identidad y de sus valores. Y votan a aquel con quien se identifican, bien porque comparten sus “valores” o por ser “el adversario de quienes representan los valores que rechazan”.

Las derechas, con un fuerte apoyo de los poderes económicos a través de los medios y, no lo olvidemos, con el boca a boca de sus seguidores, han conseguido imponer su relato. Un relato que a falta de hechos positivos que ofrecer, ya que en su haber destacan la corrupción, no cumplir la Constitución manteniendo instituciones judiciales caducadas y obstruccionismo parlamentario a las medidas y avances legislativos puestos en marcha por el Gobierno, ha consistido en la descalificación “moral” del adversario.

Otro factor que indican los estudios de psicología evolutiva es que cuando no nos sentimos seguros y tenemos miedo al cambio social, nos volvemos conservadores. Hemos visto que dos ejes importantes en la campaña de las derechas han girado en torno a la “inmoralidad del gobierno” y el miedo a las consecuencias de su política de cambios. Para ello, las derechas han utilizado, sin rubor alguno, lo que se conoce en filosofía como “falacia Ad Hominem” o “Falacia de Ataque personal”, consistente en un razonamiento con apariencia de argumento creíble, pero realmente falso en su totalidad, que se utiliza como herramienta para disuadir a otros o para manipularlos. Han recurrido, tanto en su forma directa mediante el insulto y la descalificación como la indirecta atacando las circunstancias con el miedo e impregnándolo todo de moralidad, como la búsqueda de intereses espurios por parte de Pedro Sánchez (mantenerse en el poder a cualquier precio), relaciones políticamente “antiespañolas” (Venezuela, ETA, independentistas)  cualquier cosa que pueda asociarse para desacreditar su forma de pensar y actuar.

La falacia ad hominem, no tiene límites en el campo de la razón o del saber, y en los casos más graves, como en política, se puede descartar una afirmación basada en hechos y completamente libre de cuestionamientos, solo, porque la persona que la hace pertenece al grupo político con quien no se simpatiza. En otras palabras, independientemente de cuál sea la postura del gobierno de Pedro Sánchez, al haberse creado una predisposición negativa sobre él, las respuestas que recibirá siempre serán de rechazo, independientemente de lo que muestren los hechos.

El objetivo, conseguido con éxito, ha sido desacreditar al presidente del gobierno Pedro Sánchez para evitar que sean tenidos en consideración los importantes logros alcanzados por él y su gobierno utilizando “el mito del sanchismo”. Y las izquierdas han caído en la trampa y le han seguido el juego.

En la creación de un mito se parte de metáforas que posteriormente se interpretan de manera literal. Se utilizan procedimientos retóricos que, al igual que las manos de un ilusionista consiguen desviar la atención del espectador para darle forma a la figura imaginaria del mito a crear, en este caso “el sanchismo”.

En el inicio, se trató de un concepto descriptivo con valoraciones negativas (ilegal, separatista, etc.) sobre el gobierno formado tras la moción de censura al de Mariano Rajoy tras los escándalos de corrupción que asolaban al PP.

Un gobierno presidido por Pedro Sánchez, que se vio obligado a pactar y aceptar como ministros a personas pertenecientes a grupos políticos que “los supervisores de la transacción” de la dictadura a la democracia habían puesto como líneas rojas que el PSOE no debía traspasar. Y ahí comenzó el ataque sin cuartel, no al PSOE sino a Pedro Sánchez, creando el término “sanchismo” con la connotación “moralmente” despectiva, que ha calado en la población, gracias a los poderosos medios que sabemos en qué manos están y que intereses defienden.

Por qué digo que la izquierda ha caído en la trampa y ¿qué podemos hacer para intentar revertir la situación el próximo 23 de julio?

El fallo ha sido aceptar que las derechas impongan en el debate electoral su relato basado en “el mito del sanchismo”. El Presidente Pedro Sánchez, no ha contado para su defensa ni siquiera con la totalidad de su partido, no digamos de los situados electoralmente a su izquierda. Y eso, en mi opinión, ha sido un error.

Si nos centramos en los votantes no dependientes de la afinidad partidista (algo más de un millón) y en los muchos más que se han abstenido, tendremos que evitar repetir errores.

Aunque el tema es complejo y un artículo no puede abordar todas las aristas del problema, ni el autor está capacitado para ello, de manera simplista haré dos sugerencias.

En primer lugar, la opción política que electoralmente se sitúa a la izquierda del PSOE, debe conseguir y trasladar a la sociedad un mensaje de UNIDAD sin fisuras. Sabemos que para que un mensaje sea creíble, los primeros que se lo tienen que creer son los que lo emiten. No basta con pregonar unidad con la boca chica y actuar en sentido contrario. Ahí está la responsabilidad de quienes hoy ocupan posiciones de “liderazgo” y veremos si son capaces de estar a la altura de las graves circunstancias en las que nos encontramos. En mi opinión, por supuesto discutible, la única opción capaz en tiempo y forma de hacer frente a lo que se nos puede venir encima es la que representa Yolanda Díaz y el “Movimiento SUMAR”.

La otra cuestión sería, puesto que “el mito del sanchismo” ha calado en una parte muy importante de la población, asumirlo desde todo el espacio progresista mostrando los aspectos positivos que ha representado. Es fácil hacer un decálogo de logros alcanzados por el Gobierno de coalición e incluso de algunos pendientes que no se han podido realizar.

En esta tarea de defensa del “sanchismo”, al no poder contar con los grandes medios, las declaraciones en positivo de los “lideres” de todo el arco progresista y el boca a boca de los simpatizantes tendría que ser el elemento que lo impulse. Necesitamos hacer pedagogía del Sanchismo”, como sinónimo del “Gobierno de Coalición” y sentirnos orgullosos de sus logros. El listado a difundir lo dejo en manos de quienes han de dirigir y protagonizar la campaña electoral.

A modo de profecía: Si esa izquierda transformadora es incapaz de conseguir la UNIDAD real, no solo se perderán las elecciones sino que se hundirá para una larga temporada.

El análisis pos-electoral se centrará en buscar culpables y no en los propios errores. Recordemos que la “afinidad partidista” provoca “ceguera” hacia los errores de los “nuestros” y “agudeza” para detectar la de los de “otros”, especialmente si  esos “otros” han formado parte del proyecto electoral desde partidos diferentes del espectro de la izquierda.

 En consecuencia, seguiremos sin aprender la lección y debatiendo sobre si eran galgos o podencos. Deseo estar equivocado.