lunes, 29 de agosto de 2022

II. Sol y cremas protectoras.


Beneficios de su “moderada” exposición e inconvenientes de la “excesiva protección solar”.








Si quisiéramos hacer un símil cinematográfico, la película de referencia sería
“El bueno, el feo y el malo”.

Por supuesto, el papel de bueno” estaría interpretado por las “Cremas de protección solar”. El “feo”, lo protagonizarían las  quemaduras, las arrugas, el envejecimiento prematuro de la piel, las cataratas y los diferentes cáncer de piel, desde el menos grave basalioma al temido melanoma. Todas ellas, lesiones producidas como consecuencia de exponerse al malo” por antonomasia, el “Sol”.

Este artículo es un intento por intercambiar los papeles y desmontar esa perniciosa creencia, mostrando los riesgos de las cremas protectoras e intentando que el Sol recupere la buena reputación que las culturas antiguas le prodigaban.


Galileo, aunque fue un hombre muy piadoso, es considerado el padre del Heliocentrismo pues no dejó que su visión telescópica del Cosmos fuera obnubilada por hombres sin ciencia y reconoció el lugar central que tiene el Sol, no sólo en el espacio, sino en la vida de los humanos sobre la Tierra. Estuvo sometido a la estupidez del poder dominante, de ahí su frase: Si los crédulos ilusos volaran el cielo estaría cubierto y no podríamos ver al sol”. Es conocido por todos, la organización a la que pertenecían los poderosos crédulos a los que se enfrentó y el daño que ésta le causó.

Se dice que los hipopótamos se protegen del sol con barro y no con cremas. Si imitando su ejemplo nos cubrimos los hombros y cara con una fina capa de “arcilla medicinal”, el ungüento de la arcilla de hidralgirita  con la que se forma el comestible “Chaco puneño” del altiplano peruano-boliviano, observaremos que no sólo nos protegemos del sol, sino que además deja la piel fresca y libre de grasas sebáceas.

Es decir que, en la fangoterapia, el sol estimula al barro para ofrecer una prodigiosa medicina que hipopótamos, cerdos, lagartos y otros especímenes,   conocen muy bien.

La arcilla está compuesta en gran medida por silicatos de aluminio, una sustancia que al ingerirse o aplicarse en el cuerpo no tiene capacidad de ser absorbida. Al usarla tópicamente tiene la virtud de formar un escudo metálico, una calamina de aluminio que nos protege del sol.

Un principio que debemos tener presente es que:

“Todo lo que vayamos a untar sobre la piel deben ser sustancias que podamos también ingerir por boca. Si degustáramos una cucharadita de alguno de los protectores solares al uso, su desagradable sabor nos alertará de que esa sustancia no es apta para el consumo humano.

Desgraciadamente la piel no tiene papilas gustativas, pues su sentido es el tacto y no el gusto. Por ello, aunque pueda deleitarnos el masaje de una crema, no podemos reconocer que, ese placer epidérmico, puede emponzoñar la sangre sigilosamente.

En general, aunque confiamos que estos productos han sido evaluados con rigor, no suele ser el caso. Es la industria fabricante la que los pone a prueba y emite los informes sobre su seguridad y eficacia.

En EEUU, la FDA americana no tiene poder para regular los cosméticos o protectores solares, su competencia son los fármacos y los alimentos. Durante varias décadas, el Senado americano ha intentado extender su potestad para incluirlos, pero la poderosa industria de cosméticos lo ha impedido sistemáticamente.

En contra de lo que solemos creer, gracias a la propaganda, el hecho de aplicarnos un protector solar no va a forjarnos un pellejo de titanio, ni de resistencia ilimitada a los rayos ultravioleta. Más aún, se sabe que la luz ultravioleta origina reacciones químicas con este tipo de cremas, generando radicales libres y mutaciones que desencadenan un efecto de agresión al núcleo de las células, actuando de factores promotores de enfermedades como el cáncer.

Debemos ser muy precavidos con los componentes de este tipo de cremas, pues las lociones forman sedimentos que la piel absorbe y traslada a la sangre, desde donde se distribuye por el organismo.

El uso de este tipo de sustancias presenta, al menos, dos tipos de problemas.

Por un lado, los aspectos tóxicos de los ingredientes que llevan y, por otro, los perjuicios derivados de impedir las acciones beneficiosas de la exposición solar.

Con respecto al primero, en las cremas solares podemos encontrar una larga lista de sustancias químicas nocivas, como los Parabenos y Metilparabenos, utilizadas en multitud de productos de belleza por sus funciones bacteriostáticas y fungicidas. Estas sustancias insalubres tienen un efecto estrogénico que favorece el crecimiento de tumores hormono dependientes como es el caso del cáncer de mama, tan frecuente en mujeres.

Las cremas solares, realizan su función mediante dos mecanismos: bloqueadores y protectores solares.

En los bloqueadores solares, sustancias que mediante mecanismos físicos reflejan por completo los rayos, tanto UVA como UVB, impidiendo que la radiación solar alcance la piel, encontramos metales pesados como el Óxido de zinc y el Dióxido de titanio. Existe preocupación de sus efectos sobre el ADN, por lo que no debemos usar versiones micronizadas sobre la piel. Las micro partículas de titanio, con un tamaño de 220 nm, pueden introducirse en las células y al exponerse a la luz solar agravar su efecto sobre éstas.
Los protectores solares, que realizan una protección química  disminuyendo la cantidad de rayos que penetran en la piel y, aunque nos protegen de los UVB que son precisamente los que necesitamos para producir vitamina D, no todos ofrecen protección sobre los dañinos UVA.  En estas cremas encontramos  disruptores hormonales como la Oxibenzona o Benzofenona-3, el Homosalato, el Otylmetoxicinamato y otros como el filtro Parsol (Bis-etilhexiloxifenol, Metoxifenil triazina…) con efectos lesivos sobre el ADN.

A partir de la década de los ochenta, coincidiendo con el deterioro de la capa de ozono causada por el intensivo uso de los clorofluorocarburos (CFC) como refrigerantes industriales y propelentes, se inició una importante campaña alertando al público sobre la necesidad de protegerse del sol.

Los temores de un mundo sin capa de ozono, con los seres humanos calcinados bajo un sol implacable y enfermando de cáncer de piel, gracias a las medidas tomadas por las Naciones Unidas en el Protocolo de Montreal prohibiendo el uso de los CFC, no se han hecho realidad.

Sin embargo, el miedo instalado en la población fue hábilmente utilizado por las empresas fabricantes de todo tipo de cremas bloqueadoras y protectoras  solares, cuyas ventas se han multiplicado y curiosamente la incidencia del temido melanoma, del que se supone nos protege, también lo ha hecho. Y ello, a pesar de que la capa de ozono es ahora más segura que hace 30 años.

Si lo ponemos en cifras, desde 1972 el uso de cremas protectoras solares se multiplicó por 18 y la incidencia de melanomas se ha triplicado.


Incidencia de melanoma en el mundo.                


 

Los colores oscuros indican mayor incidencia de melanoma. Es interesante Europa por la relativa homogeneidad sociopolítica y sanitaria.

Intensidad de radiación solar.

¿Más melanoma allí donde la intensidad solar es mayor? Parece que no. Si comparamos el mapa anterior con el de la intensidad de radiación solar, observaremos que eso no ocurre. En la actualidad conocemos el efecto poderosamente antitumoral de la vitamina D3, entre cuyos beneficios es ser un inigualable protector contra el temido melanoma de piel.

Según la medicina china, el colon, el pulmón y la piel son órganos de eliminación, y los tres contienen tejidos que desprenden mucosidades. Específicamente la piel es considerada como un tercer pulmón, y como tal es un órgano de absorción y exhalación.

La piel como tejido de desintoxicación, exuda acné, sudores, forúnculos, lipomas y otras purulentas excrecencias.
Las cremas protectoras solares, al igual que otras pomadas cosméticas de origen sintético y petroquímico, recubren los poros, ahogan la respiración natural de las células de la piel y absorben su humedad. 
El resultado será una piel consumida y reseca, que intentaremos aliviar aplicando cremas humectantes, con más petroquímicos o aceites vegetales refinados, los cuales taponaran las vías de eliminación del órgano y harán que esa piel, maltratada con estos productos, esté más seca y deshidratada. De esta forma, entraremos en un círculo vicioso de uso continuo de cremas hidratantes que, al tiempo que enriquece a los comerciantes, empobrece nuestros bolsillos y la salud de la piel.

No sólo no se debe ungir la piel con cremas densas, sino que debemos adoptar la costumbre del frotado cutáneo con esponjas exfoliantes que nos abran los poros, para lograr una piel limpia y oxigenada.

Son millones las botellas de protectores solares que se enjuagan en el mar a diario. Aunque sólo fuera para cuidar la salud de los mares y los peces, debiéramos despojarnos de estas lociones tóxicas y sin beneficio alguno.

En nuestra cultura, con un consumismo desorbitado, hemos aprendido a temer al sol y se nos condiciona a comprar para cubrimos con encarecidas pomadas anti solares, cuando lo sensato sería aprender tanto a captar el sol como a cuidarnos con inteligencia de una excesiva exposición. 

Los ancestros de los Andes, ya tenían esta sabiduría y reverenciaban al Taita Inti (Padre Sol), porque lo valoraban como fuente suprema e inagotable de toda la vida en la Tierra y, para los vedas, el Prana es la fuerza vital que el sol le transmite al aire.

Actualmente podemos observar la Tierra desde un punto elevado y ver que sólo es una esfera azul puesta en vida por la luz intangible de otro astro, el Sol.

Los primeros astronautas que regresaron del espacio llegaron lánguidos, consumidos y aquejados de una extrema fatiga. La explicación de ello se tuvo cuando se comprendió que el oxígeno no es suficiente para la vitalidad de las personas. El aire, además de llevar oxígeno, debe estar ionizado y magnetizado, tarea en la que el sol juega un rol imprescindible para nuestra vitalidad. Pero, no es sólo el aire quien debe recibir la influencia del sol, también tiene que estar en nuestros alimentos y en el agua, de ahí la importancia del alimento vivo y fresco. El mejor horno para preservar la integridad del alimento es el horno solar, cocinado en ollas de arcilla. El agua que bebemos también chispea, se limpia e ioniza con el sol.

A veces resulta útil observar a los animales para aprender de ellos, en nuestro entorno es el caso del cerdo, que después de comer se revuelca en el barro y luego se tiende bajo el sol. El barro actúa terapéuticamente regulando su temperatura y junto con el sol escurre las mucosidades y participa en el proceso de remover toxinas de su sangre. Esta conducta del cerdo, que instintivamente conoce los beneficios de la fangoterapia, ha sido interpretada por “los sabios sapiens” como un comportamiento torpe y sucio, siendo denostado por ello. 

La piel, como órgano desintoxicante del cuerpo, no debemos taponarla con aceites petroquímicos, que saturan las células y ahogan las membranas. Utilizaremos maneras inocuas y elementales para protegernos del sol, como la vestimenta, los sombreros, las sombrillas y, lo más inteligente, evitando exponerse al sol directo durante largos periodos entre las 11am y 2-3 pm, que es  cuando la intensidad de radiación UV es mayor.

Si nos vemos en la necesidad de utilizar protección solar, un compuesto natural es el aceite de ajonjolí con unas gotas de aceite esencial de lavanda, con lo que obtendremos un factor de protección #15. Tanto el aceite de ajonjolí considerado un aceite depurativo de la piel, como la arcilla de chaco tienen la virtud de escarbar y remover toxinas del cuerpo. 

Si por algún motivo nuestra la piel recibiese un exceso de exposición al sol, aplicaremos tópicamente la sábila, más conocida como aloe vera, la manteca de Karité o el aceite de cocoTanto el aloe vera como la manteca de Karité actúan como protectores y como hidratantes para tratar las quemaduras post exposición solar.

El aceite de coco, además de ser útil como protector solar, puede usarse para el bronceado. El consumo regular del aceite de coco hace que la piel contenga las maravillosas grasas saturadas de cadena media, (el ácido laúrico, caprílico y cáprico) estas delicadas mantecas nos protegen la piel de los daños causados por los rayos ultravioleta.

El segundo problema es que, si bien es cierto que el abuso del sol es sin lugar a dudas perverso y maligno, la restricción de la exposición solar tiene graves consecuencias para la salud.

Quizás la más relevante sea la relacionada con la síntesis de vitamina D, que ha cobrado un importante protagonismo a raíz de la pandemia del coronavirus y cuya producción,  por parte de nuestro organismo, disminuye  a partir de los sesenta años.

En nuestra sociedad se ha inculcado una cultura de alarma y desconfianza del sol, que ha sido hábilmente utilizada por la industria. Con la astucia de saber que la helioterapia no es comerciable pero las cremas anti solares si, las transnacionales participan en estas “campañas informativas” manipulando la ciencia. Es difícil encontrar una revista que no esté lubricada con un reportaje sobre la piel, el cáncer, los protectores solares y las cremas hidratantes.

“Los datos demuestran que la vitamina D es un potente anticancerígeno y un exquisito regulador inmunitario. Aunque muchas de esas propiedades se manifiestan sólo cuando la concentración sérica de la vitamina D es superior a la media de la población”. 

En los últimos 100 años, a pesar de que nuestra exposición al sol ha disminuido notoriamente, la incidencia de cáncer de piel se ha incrementado. Hoy en día los investigadores especializados en la Vitamina D han observado que cerca del 85% de población mundial no recibe suficiente exposición al sol. 

Los protectores solares, introducidos en 1988, tienen una notable responsabilidad en la actual epidemia de deficiencia de vitamina D y, desde esa fecha, el cáncer de piel se ha incrementado. Lo paradójico es que la mayoría de protectores solares nos protegen de la UVB y son menos eficaces para protegernos de la más peligrosa luz UVA, que es la frecuencia relacionada con el cáncer.

Se estima que sólo en EE.UU. podría prevenirse entre 200 mil a 300 mil casos de cáncer al año, si los niveles de Vitamina D en la sangre fueran normalizados. Se calcula que por cada caso fatal de cáncer de piel debido a un abuso de ultravioleta más de 200 mueren de otros tipos de cáncer por insuficiencia de UV, y niveles ínfimos de vitamina D. 

¿Será posible que los protectores solares, dejando de lado sus dudosos componentes, estén entorpeciendo que el cuerpo ejerza su capacidad de sintetizar las hormonas que nos protegen del cáncer?  En pocas palabras, la exposición mesurada e inteligente al sol nos protege del cáncer, mientras que los protectores solares con la extendida y oculta carbonización que propicia son prácticas antitéticas e incompatibles con la salud. En la actualidad puede parecer una declaración iconoclasta decir que el sol nos protege del cáncer. Ciertamente la peligrosa insolación incrementa el riesgo de melanoma, pero la exposición moderada al sol reduce su riesgo en un 15%. 

Con fogonazos naturales el sol aguijonea las glándulas y hace que descarguen unas exquisitas secreciones para la felicidad. Las gónadas también liberan unos fluidos ambrosianos que ningún afrodisíaco logra aventajar.

“Un cuerpo que le huye al sol, es como un escarabajo que vive en grutas oscuras, está destinado a una coexistencia parasitaria y a marchitarse con sus glándulas decrépitas y resecas”.

7 comentarios:

  1. Como casi todo en la vida, in medio, virtus.

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  2. Estupendo artículo, Antonio!!! 🤔👍✊

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  3. Tan interesante como siempre. 👍

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  4. Como siempre, interesantísimo artículo, Antonio.

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  5. Queridos amigos, os agradezco los comentarios, aunque debido a que aparecen como anónimos, no os puedo identificar. Un saludo

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