jueves, 2 de enero de 2025

De tal palo, tal astilla. De un dios genocida, un pueblo genocida



“Si consideramos
bueno un Dios criminal, nos preparamos para considerar buenos a élites políticas criminales. Adorar psicópatas nos lleva a obedecer psicópatas”. Daniel Danilik

Estamos al inicio del nuevo año 2025 y las redes se inundan de mensajes deseando felicidad, paz y amor. En este contexto aprovecho para comentar lo que, en mi opinión, es el mayor acto de barbarie que está cometiendo la especie humana ante los ojos de todo el mundo, el genocidio contra el pueblo palestino.

Resulta obvio que, para el gobierno y el pueblo de Israel, el respeto y cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no está entre sus objetivos. Por ello, resulta pertinente preguntarse si acaso la guía moral de sus actos tendríamos que buscarla en los libros de sus mitos fundacionales como la Torá, donde encontramos un pueblo genocida instigado por un Dios psicópata.

  Podríamos pensar que, ni siquiera para una mentalidad religiosa, matar niños puede ser una acción moralmente justificable, aunque sea Dios quien lo cometa. Sin embargo, la realidad se impone mostrándonos que siglos después de los infanticidios que aparecen en la Biblia, cometidos por Dios y sus seguidores, se puede seguir asesinando miles de inocentes criaturas sin que los ejecutores se inmuten y los “civilizados” observadores hagan nada al respecto.

La Biblia es el libro de mayor éxito de ventas con diferencia respecto a todos los demás. Se calculan entre 3.500 a 5.000 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. A pesar de su prolijidad y de ser un objeto de culto sagrado, ya que millones de personas creen que la Biblia es la palabra de Dios, parece razonable suponer que no todos los que lo compran lo leen y la mayoría de sus lecturas se hacen de manera sesgada y acrítica, de manera que, en realidad, desconocen o no reparan en lo que en él se cuenta y solo perdura lo que apologetas interesados nos contaron de niños. Cuando el niño es pequeño, aproximadamente hasta los seis años, interioriza de forma inconsciente lo que sucede en el entorno familiar; sin tener la capacidad intelectual de cuestionarlo, simplemente incorpora esa información, sea positiva o negativa, formando patrones de conducta que les afectan y condicionan como adultos. 

Esto en psicología se conoce como “repetición de patrones familiares de comportamiento”

Quizás en este mecanismo de aprendizaje, esté parte de la explicación de que un texto rebosante de crueldad, manipulación y ausencia total de ética mantenga su prestigio y sea guía de conducta para millones de personas.

Un libro en el que los protagonistas, al contrario de la imagen divulgada, no son nada ejemplarizantes ya que, en esencia se limitan a un ser todopoderoso, caprichoso y cruel para el que su mayor deseo es ser adorado y obedecido ciegamente. Especialmente por los elegidos para liderar al pueblo de Israel, que actúan servilmente sin reparar en lo arbitrario e insustancial de sus motivaciones y en las graves consecuencias para las víctimas de lo ordenado. Un libro en el que, si analizamos la personalidad y los hechos protagonizados por quien se supone que lo ha inspirado, Dios, presenta rasgos suficientes para ser diagnosticado de psicópata, tal como lo expone detalladamente el psiquiatra Daniel Danilik, en su libro de recomendable lectura, “Dios es un psicópata”.

Como dice Daniel Danilik “Adorar psicópatas nos lleva a obedecer psicópatas”. Frase de plena actualidad ante el genocidio perpetrado contra el pueblo palestino por parte de Israel, que no solo adora al Dios bíblico, sino que se considera el pueblo elegido para ocupar la “Tierra Prometida”. Una masacre que, para vergüenza del “mundo civilizado”, está siendo contemplada con indiferencia e incluso complicidad por parte de la Comunidad Internacional.

Por ello, es necesario conocer lo que se cuenta en la Biblia despojándola de la “sacralidad” con la que está investida y leerla como texto literario sin connotaciones religiosas. Una lectura que nos permita desenmascarar a personajes bíblicos, como Dios y Moisés, para ponerlos en el lugar que se merecen. Un Dios, al que se le atribuyen cualidades como ser eterno, todopoderoso, conocedor de todo y, lo más destacable para la cuestión que nos ocupa, su supuesta “bondad infinita”, lo que no le impide ser, según la Biblia, autor material de dos genocidios, el  diluvio, que además de ser el mayor genocidio narrado en la literatura universal, es el mayor de los infanticidios, pues Dios mata ahogando a todos los niños existentes sobre la Tierra, ya que en el arca de Noé solo había ocho personas adultas; y el aniquilamiento de los primogénitos egipcios, que fueron ejecutados directamente por Dios.

Para otros genocidios se valió del pueblo de Israel, destacando los perpetrados contra los amalecitas, madianitas y cananeos, pueblos hermanos y, al igual que en la actualidad ocurre con los palestinos, su crimen era estar ocupando la tierra que Dios les había prometido.

Para finalizar esta breve sinopsis bíblica, haré referencia al otro destacado personaje del libro omnipresente en nuestra infancia, por los relatos escolares y películas como “Los 10 mandamientos” exhibida hasta la saciedad en fechas señaladas. Me refiero a Moisés, al que su madre depositó en una cesta en el Nilo para salvarlo del infanticidio ordenado por el faraón y que fue “salvado de las aguas” por la hija de éste.

Según la Biblia, en sus enfrentamientos con los pueblos que encontraba en el camino hacia la “Tierra Prometida”, Dios dictó a Moisés normas bien diferenciadas entre la guerra y el genocidio. Las reglas de la guerra se debían aplicar a cualquiera de los pueblos o de las ciudades que “estén lejos, que no sean cananeas”, por el contrario, el genocidio, recaía sobre quienes vivían en Canaán, región que en la actualidad comprende Israel, parte del Líbano y Palestina. Para estos pueblos las ordenes de Dios fueron: “ninguna persona dejarás con vida, sino que las destruirás completamente”.

En la guerra debe proponerse la paz. En el genocidio, por el contrario, no debe proponerse ni aceptarse la paz. En caso de guerra, debe matarse únicamente a los varones adultos enemigos, y el resto de la población y de los bienes se conservan como botín. Contrariamente, en el genocidio debe matarse a toda la población y, en ocasiones, también al ganado, que luego no debe ser consumido. Para los hebreos dirigidos (manipulados) por Dios, la conquista de Canaán, Amalec y Madián no se trató de una guerra, sino de un genocidio.

Como podemos observar, la historia imita el mito y lo repite con la misma crueldad.

Un aspecto menos divulgado del libertador Moisés, es lo acontecido cuando se convirtió en prófugo por matar a un soldado egipcio en defensa de un esclavo hebreo. Es decir, que el nieto adoptivo del faraón convertido en príncipe egipcio mata a un simple soldado y tiene que huir del país. Se necesita ser muy crédulo para dar crédito a tamaña patraña.

En su huida aparece por la tierra de Madián, es acogido por el sacerdote Jetro, se casa con Séfora, la mayor de sus siete hijas con la que tiene dos hijos y durante cuarenta años vive apaciblemente como un pastor madianita más. Hasta que Dios, mediante la zarza que ardía sin consumirse le encarga que vaya a ver al faraón y le exija que libere a los hebreos. Y nos lo encontramos que, de fugitivo se presenta ante el faraón con exigencias y amenazas de terribles plagas. En la décima, ante la tozudez del faraón, Dios asesinó a todos los primogénitos. Un Dios maquiavélico, del que nos cuentan que al tiempo que enviaba a Moisés a negociar con el faraón, utilizaba su omnipoder para endurecer su corazón y no ceder a las peticiones que le hacía.

A pesar de lo disparatado de toda esta historia, lo que se lleva la palma es el último encarguito que Dios le hizo a Moisés, cuando se encontraba a punto de entrar en la Tierra Prometida.

Dios le ordenó exterminar a todos los pobladores de Madián, es decir, a la que durante cuarenta años había sido su familia. ¿La causa? Que décadas atrás, una princesa madianita había tenido relaciones sexuales con un príncipe hebreo y a pesar de que ambos fueron asesinados en el momento del acto por un sacerdote, Dios estaba preocupado porque eso podría haber llevado a los hebreos a adorar a otros dioses. En fin, ¿bondad infinita? O maldad sin límites.

Lo peligroso de seguir las “enseñanzas” de estos textos, es que, al identificarse con Dios o con sus grandes profetas, sienten el permiso e, incluso, el deber de obrar como ellos. Si Moisés puede ordenar matar a los niños y a las madres de la nación madianita (su familia), y ser considerado “el más grande de los profetas” y “el hombre más manso del mundo” (es decir, merecedor del primer premio Nobel de la Paz), ellos también podrán hacerlo. Y en ello están.



1 de enero de 2025

 

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Espiritualidad y religión.

El neurocientífico Michael S. Gazzaniga en su libro El cerebro social dice: “…Las creencias tienen una importancia fundamental para la persona y, como tales, pueden llevar a superar a las fuerzas que actúan sobre la misma producidas por las recompensas y los castigos a que se ve sometido su comportamiento. En mi opinión la presencia de creencias en nuestra especie se debe al modo como está organizado el cerebro humano. Con la aparición de sistemas como los del hemisferio izquierdo, que permiten hacer inferencias, capacidad que libera a los humanos del interminable aburrimiento de tener que avanzar por ensayo y error, el sistema se vio comprometido de forma ineludible a la construcción de creencias humanas. Un sistema cerebral que pueda hacer inferencias sobre los acontecimientos del mundo real también las hará, por definición, sobre sus propios comportamientos y sentimientos.

Una vez que las creencias entran en escena, el organismo deja de vivir únicamente en el presente. El sistema de respuestas condicionadas que había gobernado desde siempre a las criaturas biológicas pasa ahora a formar parte de un sistema cerebral capaz de controlar su poder.”

Como dijo el biólogo evolucionista y creador de la “Sociobiología” E.O. Wilson:

“La predisposición para la creencia religiosa es la fuerza más compleja y poderosa en la mente humana y con toda probabilidad una parte imborrable de la naturaleza humana”.

Quizás sería más correcto, y esperanzador, referirse a “la predisposición para la espiritualidad” que constituye el sustrato cerebral de la religiosidad pero que no necesariamente aboca a ella. Esta condición nos  abre una puerta a la esperanza de una sociedad en la que la experiencia espiritual, en el sentido que desarrollamos en el texto, no se vea contaminada o sustituida por la narrativa religiosa. 

La espiritualidad constituye el sustrato cerebral de la religiosidad pero no necesariamente aboca a ella. Un error frecuente, causa de muchos malentendidos, consiste en confundir la “experiencia espiritual” con la “experiencia religiosa”.

La religiosidad está basada en la espiritualidad (que es anterior y tiene un sustrato cerebral) y no se concibe sin ella.

La espiritualidad puede darse sin religión, como es el caso de personas que pertenecen a corrientes filosóficas o morales que al carecer de dioses no pueden llamarse religiosas (agnósticos, ateos, budistas, taoístas, jainistas, confucionistas, etc.).

La espiritualidad surge del desarrollo de una circuitería cerebral, resultado del proceso evolutivo, que posibilita la experiencia personal de los estados alterados de conciencia y las experiencias místicas de los chamanes y sujetos susceptibles.

Estas vivencias dieron origen a las teorías vitalistas y/o animistas que son la fuente de toda religión, que comienza siendo individual para con posterioridad trasladarse a la sociedad.

La experiencia espiritual/religiosa personal fue, en sus inicios, anterior a la religión institucionalizada. Esta situación cambió, como nos dice Martin W. Ball en su libro “La evolución enteógena”, cuando “Con el surgir de la Iglesia Católica romana y otras sectas de la cristiandad ortodoxa, la importancia de la experiencia espiritual inmediata fue sometida a la casta sacerdotal de autoridades masculinas que reivindicaban la conexión exclusiva con lo divino, desautorizando las practicas que permitirían a sus seguidores experimentar directamente lo divino de manera inmediata”.

En la actualidad sabemos, gracias a la neurociencia, que la única realidad que conocemos y experimentamos es la “realidad cerebral”. De manera que tanto si nos referimos a aquellos aspectos de “la realidad ordinaria y cotidiana” como a la que podríamos denominar “segunda realidad” o “realidad espiritual o trascendente”, es en la actividad de ciertos circuitos cerebrales que denominamos “cerebro espiritual” donde se generan las experiencias místicas o espirituales. Estas experiencias, se pueden producir de manera espontánea, mediante el uso de técnicas como la meditación o ingiriendo sustancias alucinógenas o enteógenas (etimológicamente “dios generado dentro de nosotros”).

Desde una perspectiva neurocientífica, diríamos que los fenómenos sobrenaturales surgen de la interpretación errónea que nos aporta el “interprete cerebral” de una realidad, que suponemos externa al proyectar hacia fuera algo que se genera, como la mayor parte de la realidad que conocemos, en nuestro cerebro.

No existe ninguna prueba que nos lleve a pensar en la existencia, fuera de nosotros, de un mundo espiritual en contraposición al mundo material. Por ello, la palabra “espiritualidad”, aunque lastrada por las connotaciones del pensamiento dualista que la asocia a seres inmateriales o espíritus (aliento de vida), se hace en el sentido de tener experiencias que nos conmueven en lo más profundo y que se diferencian de las cotidianas.

Al no disponer de una palabra alternativa libre de las connotaciones religiosas, hay que redefinirla. Francisco J. Rubia, catedrático de medicina, escritor e investigador, en su libro “El cerebro espiritual”, dice que la “espiritualidad” podría definirse como: “El sentimiento o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de atemporalidad y de acceder a una segunda realidad que es experimentada más vívida e intensamente que la realidad cotidiana y que está producida por una hiperactividad de estructuras del cerebro emocional.

Esta conceptualización del término “espiritual”, además de mayor rigor científico, resulta más integradora, ya que incluye lo que entendemos por las experiencias místicas de personas religiosas, pero también otras que no lo son. El hecho de que estas experiencias sean resultado de la actividad cerebral señala, que la llamada espiritualidad no es algo distinto de, o contrario, a la materia de la que el cerebro está compuesto.

Las creencias espirituales aparecen en todas las poblaciones estudiadas, no así las creencias religiosas, de manera que son consideradas componentes de la naturaleza humana, y es sobre esta base biológica donde asientan las diferentes religiones.

La antropóloga Bárbara King ha publicado que, en estudios con gemelos, se ha demostrado de manera significativa que la espiritualidad, pero no la religión, es heredable.

De manera que sobre la espiritualidad, que es una experiencia subjetiva e individual, se eleva un edificio de normas, dogmas, rituales, etc., que conforman las diversas religiones.














 

martes, 18 de julio de 2023

Elecciones. Ignorancia, odio y mentiras como programa electoral.

A la entrada del campo de concentración de Auschwitz aparece la frase del filósofo español Jorge Ruiz de Santayana: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”.

Hace 87 años, en nuestro país un grupo de militares golpistas apoyados por los poderes económicos y la Iglesia Católica dieron un golpe de estado que provocó una guerra civil con centenares de miles de muertos y, tras el triunfo de los golpistas, una cruel dictadura que nos sumió en la miseria social y cultural durante cuatro décadas. Hoy, a pesar del sufrimiento causado, los herederos políticos de esa dictadura están imponiendo su discurso guerracivilista a la derecha democrática que está cediendo en sus pretensiones para poder gobernar.

Estamos en la antesala de unas elecciones generales y a las promesas habituales, en ocasiones exageradas y condenadas a no cumplirse, en esta ocasión la estrategia por parte del bloque de las derechas está siendo la mentira y el odio, pues la ignorancia hace tiempo que es la seña de identidad de sus representantes más visibles y carismáticos. Una mezcla explosiva que nunca puede llevar a buen puerto.

A falta de propuestas programáticas por su parte y casos de corrupción que denunciar por parte de los gobernantes actuales, su discurso se limita a repetir el mantra que tan buenos resultados les dio en las elecciones municipales, consistente en descalificar al gobierno mediante mentiras y ataque "ad hominem" centrado en la persona del Presidente. Un gobierno que ha tenido que enfrentarse a las condiciones más adversas de cualquiera de las legislaturas del periodo democrático de nuestro país y que, a pesar de una oposición destructiva, lo ha logrado sacar airosamente del pozo en el que la pandemia primero y la guerra de Ucrania después nos habían metido.

Da igual el tema a debatir, podemos asegurar que hablaran de ETA, violadores y pederastas excarcelados por la “ley del solo sí es si”, de la fractura de España y de gobierno Frankenstein. Todo ello cargado de mentiras y odio sobre el Presidente Pedro Sánchez, al que consideran la encarnación del mal.

La amnesia que una parte importante de la población padece, puede llevarnos a la antesala de la dictadura franquista si observamos lo que desde el bloque de las derechas se vocifera y se aplica en comunidades y ayuntamientos donde esta coalición gobierna.

Ciencia, cultura y derechos fuera, volvamos a los curanderos para los problemas de salud al tarot y al horóscopo para saber qué futuro nos espera, de esta forma ahorramos en médicos y en investigación. Además, evitamos dar las malas noticias a la población sobre las consecuencias del cambio climático y el deterioro de las condiciones de vida en la Tierra, que los organismos científicos nos vienen alertando. Practiquemos la política del avestruz y continuemos la fiesta, a ser posible de los toros.

Amnesia que les hace olvidar, a los partidarios del PP, sus orígenes en un grupo de exministros y altos cargos de la dictadura franquista, que cambiaron de la noche a la mañana la camisa azul por el traje democrático hecho a medida para poder encajar sin que se rompieran las costuras. Su fundador más relevante y presidente de honor durante muchos años fue Manuel Fraga, ministro franquista y simpatizante del nazismo. Basta echar una mirada a la hemeroteca para tener idea de “sus méritos”. Sin embargo el problema es ETA que persiste en forma de Bildu. No importa que sus componentes, o no hayan tenido relación con dicha organización o llevan años caminando en dirección centrifuga respecto a la misma. A veces con riesgo de sus vidas, como el caso de Yoyes.

A pesar de llevar en su seno a los nostálgicos del franquismo, el PP al final de la dictadura inició un camino centrífugo hacia la democracia para ocupar el espacio político de un partido conservador. Esta situación ha cambiado y las fuerzas reaccionarias del partido han iniciado un giro centrípeto de vuelta a sus orígenes.

La otra coletilla que lanzan de forma maliciosa, son las desagradables consecuencias producidas por una aplicación “sui géneris” de la “Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual”, conocida como la “Ley del Solo el sí es sí”. El hecho de que se hayan producido excarcelaciones al reducirse las condenas de violadores y pederastas, que aún tendrían que permanecer en prisión un tiempo limitado, pues en España no existe la cadena perpetua, lo han utilizado para erigirse en defensores a ultranza de mujeres y niños víctimas de criminales sexuales y, sobre todo, acusadores hasta el extremo de señalar al Presidente como responsable de una ley que, en su propaganda, se ha hecho para proteger a los delincuentes sexuales en lugar de a las víctimas. Obviamente es una mentira más, ya que si realmente les preocupasen las violaciones, habrían levantado la voz para que se castigue en vez de ocultar y proteger a los miembros de la Iglesia Católica acusados de pederastia, tan extendida en su seno que se ha convertido en un escándalo a nivel mundial.

España se rompe por culpa de un gobierno que no frena el independentismo catalán y los trata con guantes de seda, es decir con dialogo y medidas políticas en lugar de amenazas y aplicación de la fuerza. El odio hacia Cataluña, por parte del nacionalismo españolista durante el gobierno de Rajoy, se potenció hasta unos extremos que era difícil ser catalán y no querer abandonar esa España que tanto odio y rechazo les mostraba. Afortunadamente las aguas se han calmado y hoy, gracias a la actuación de este gobierno el independentismo está en retroceso.

El otro mantra consiste en “Gobierno Frankenstein”, llegando a calificarlo del peor gobierno de la historia, por supuesto sin aportar datos que lo justifiquen. La maldad, atribuida al gobierno es tan grande, que se hace imprescindible “echar al Sanchismo” de la Moncloa. Desconozco los “méritos” para esta calificación. Sin embargo conviene recordar, para los amnésicos, algunos datos de anteriores gobiernos del PP.

Aún recordamos las prisas de Rajoy por ocupar la presidencia tras ganar las elecciones, al inicio de la Crisis del 2008 ya que, según él, la solución estaba en generar confianza en los mercados, cosa que ocurriría en cuanto se hiciera cargo del gobierno. No solo incumplió la mayoría de las promesas electorales, como la bajada de impuestos, sino que la salida de la crisis se prolongó diez largos años de austeridad y sacrificio de los débiles y pingues beneficios para los bancos, causantes de la crisis, a los que se les entregó miles de millones, incluidos los ahorros de la caja de pensiones.

Otra figura admirada por los seguidores del PP es José María Aznar. Solo comentar dos hechos extraídos de la prensa.

En su gobierno del año 2002 de 14 ministros 12 fueron “imputados, implicados o cobraron sobresueldos”, algunos de ellos terminaron en prisión como el caso de su vicepresidente y ministro de economía Rodrigo Rato, el gran artífice del milagro económico español.

Hace 20 años, en el 2003, metió a España en una guerra ilegal, mintiendo al pueblo español acerca de la existencia de armas de destrucción masiva por parte de Saddam Hussein en Irak. Hoy sabemos que quienes promovieron esta guerra conocían la falsedad del asunto y a pesar de ello destrozaron un país causando muchísimas muertes, niños incluidos. Todos los implicados de aquella infamia han mostrado “arrepentimiento” por ello a excepción de nuestro expresidente. También mintió un año después en relación al atentado terrorista de Atocha, culpando a ETA cuando se sabía que fue perpetrado por terroristas islámicos en respuesta a nuestra participación en la guerra. ¡Ay ETA! ¿Qué sería del PP sin ETA?

Seguramente estos hechos no son relevantes para quienes hacen las calificaciones del buen o mal gobierno.

En fin, solo queda la esperanza de que ese afán reaccionario que los medios trasladan sea una mentira más y que la población no haya perdido la memoria y la decencia en una época que Antonio Muñoz Molina ha definido como “la era de la vileza”, para poder seguir avanzando en ciencia, cultura y derechos.

La esperanza está en que aún queden el suficiente número de personas ajenas a la ceguera provocada por la afinidad partidista y por el odio inoculado en la sociedad, capaces de ver la luz y comprender que no estamos ante un problema de izquierdas o derechas sino de progreso en democracia o retroceso reaccionario hacia el autoritarismo, donde ciencia, cultura y derechos se debilitan a favor de privilegios para los poderosos y servilismo de los menesterosos.

Mi agradecimiento al amigo Goval por sus viñetas tan certeras.


miércoles, 28 de junio de 2023

Negligencia en urgencias

Nuestro amigo José María, dada su tendencia al optimismo, nos ha ilustrado con un relato amable y, por desgracia, utópico acerca de lo ocurrido en urgencias del hospital Reina Sofía con un amigo común. Ver en su blog “Desde el breviario al vademécum” la entrada titulada “El buen camino”.

El artículo es interesante por constructivo, ya que lo habitual en estos casos es centrarnos en la crítica de lo que se hizo y olvidarnos señalar lo que debería haberse hecho. Plantea, con su ironía habitual, la conducta deseable cuando se comete un error de bulto como es el caso que nos ocupa.

En mi caso, como testigo y coprotagonista de los hechos acaecidos, me interesa mostrar lo que ocurrió realmente, poner en evidencia los fallos cometidos y, como suele decirse, aprender de los errores.

Para comprender lo ocurrido en la tarde del viernes 16 de junio de 2023, tenemos que remontarnos a dieciocho meses atrás para recoger en la historia clínica lo que llamamos Antecedentes Personales de interés.

Ese día, 24 de enero del 2022, nuestro amigo, protagonista involuntario de la historia, presentó un dolor torácico por el que acudió a las urgencias del Hospital de la Cruz Roja, pues su proveedor sanitario era la compañía ASISA. Fue atendido con la sospecha de infarto de miocardio, pero las pruebas realizadas para confirmarlo (ECG, troponina, etc.) resultaron negativas. El médico que lo atendió iba a darle el alta y derivarlo a su domicilio bajo la sospecha de crisis de ansiedad. Dio la casualidad que en ese momento había un cardiólogo en urgencias que estaba visitando a un paciente ingresado en observación y el médico de urgencias ante la duda decidió, afortunadamente para nuestro amigo, consultarle el caso. El cardiólogo, tras ver al paciente y sin tener argumentos racionales como explicó posteriormente a la familia, le pidió un TAC. Los resultados del mismo fueron diagnósticos, disección de aorta que afectaba a otras ramas. Se imponía intervención urgente para corregir el daño. Al no disponer el hospital de los medios para realizar el tratamiento, traslado urgente al Hospital Reina Sofía donde esa misma noche fue intervenido y su vida salvada.

Entre el listado de fármacos prescritos se incluye, de por vida, el anticoagulante SINTROM  y consecuentemente la advertencia del riesgo de hemorragias, tanto externas como internas. Ahora centrémonos en los hechos del reciente episodio.

El paciente, en compañía del autor del escrito y sus respectivas parejas, viaja al balneario de Ariño situado a más de 100 Kms al norte de Teruel. A los pocos días de llegar nos refiere tener unas molestias en la región occipital del cráneo. La tensión arterial, que se tomaba diariamente, era normal por lo que lo achacamos a tensión muscular por las nueve horas que estuvo conduciendo.

Las molestias fueron ligeramente en aumento y los dos últimos días se acompañaron de tendencia al sueño, aunque no de forma alarmante. Fue durante el viaje de vuelta, cuando el cuadro se hizo más preocupante, pues no solo no se encontraba en condiciones de conducir sino que se quedaba dormido con facilidad. A esta somnolencia se añadió, al inicio del viaje, un vómito espontáneo que nos obligó a parar. Más adelante se volvió a repetir, aunque en esta ocasión fue después de haber comido.

Las nueve horas de vuelta se hicieron eternas, pues como médico con amplia experiencia en urgencias, con los antecedentes y el cuadro clínico: anticoagulado, cefalea, somnolencia y vómito en escopetazo, la sospecha de posible hemorragia cerebral era alta. Por ello, al llegar a Córdoba nos dirigimos a urgencias del hospital. Entramos en la consulta a las 18.30 y nos atendió un médico joven que supuse era R1. Me presento como médico, le cuento los antecedentes del paciente, el tratamiento con sintrom y los síntomas por los que acudimos.

Unos minutos después se incorpora una médica, posible R2 o R3, que asume la atención e inicia de nuevo la historia que es la que queda registrada. En ella,  a pesar de los reiterados reproches que nos hizo por acudir a urgencias para un control de sintrom, no se hace alusión al tratamiento con este fármaco. De nada sirvió mi insistencia en que ese no era el motivo de consulta sino un dato a tener en cuenta ante los síntomas que presentaba. Ni caso.

Extracto de la historia clínica:    


                                       Exploración neurológica, analítica y Rx de tórax (¿?) normal.

Diagnóstico al alta: cefalea. Tratamiento Paracetamol 1 gr/8 horas.

Anota al final: Supervisado por el adjunto de guardia.

La supervisión de este señor consistió en escuchar a la médica residente y decidir que era todo correcto. Sin mirar al paciente y mucho menos hablar con él o su acompañante. Una supervisión cojonuda.

Han cometido un error grave en el manejo diagnóstico de este paciente. Error, por otra parte, evitable, si los médicos en cuestión hubiesen atendido al relato que, tanto yo primero y su esposa después, les facilitamos. No lo hicieron, le dieron de alta y pasaron por alto nada menos que una hemorragia cerebral. Afortunadamente, dos días después, en una nueva visita a Urgencias del mismo hospital, se pudo aclarar todo. Se le realizó el TAC, se diagnosticó adecuadamente y se le intervino. Todo bien.

El final feliz, sin embargo, no me deja satisfecho. Resuelto el proceso, en una reunión de conciliación amistosa con la médica residente que nos atendió y su jefe, tanto la esposa del paciente como yo, esperábamos lo que José María irónicamente refleja en su artículo, un reconocimiento de los errores cometidos, aprender de ellos y ¿por qué no? una disculpa. Nada de eso.

Contra lo que cualquier razón médica entendería, estos señores se enrocaron en una postura unitaria y corporativista del "se ha actuado según protocolo". ¡Tócate los cataplines!!! Si siguiendo el protocolo el paciente podría haber sufrido consecuencias irreversibles, es porque no funciona. Pero es que no es verdad, el protocolo no se siguió porque lo primero de cualquier acto médico es preguntar ¿Qué le pasa? y recogerlo en la historia tal como el paciente, o en su caso acompañante, lo exponen. Algo que obviamente no se hizo, pues de haberlo hecho la actuación hubiese sido otra.

¡Lo que nos cuesta a los médicos reconocer los errores!! Y no entiendo el por qué. Con lo fácil y liberador que resulta asumirlos y disculparse y así poder dormir con la conciencia tranquila... Pues no. Estoy convencido de que en su fuero interno estos médicos saben que se han equivocado gravemente. Y sin embargo, de puertas afuera se resisten a confesarlo. En fin, estaríamos una vez más a lo de no dar su brazo a torcer, agarrarse a cualquier argumento por fútil que sea con tal de "salirse con la suya". En suma: falta de humildad. Algo que en los hospitales debería cuidarse, especialmente con los que están formándose.

La humildad, que no el servilismo, es una cualidad de las personas que les hace sentirse en igualdad con sus semejantes, que les reconoce como imperfectas y vulnerables, capaces de equivocarse. Resultan admirables aquellas personas que, dotadas de talentos portentosos, consiguen destacar por su sencillez sin proponérselo siquiera. Les sale del natural. Esta cualidad es especialmente importante en los médicos, tan dados, por una parte, a endiosarse por sus logros, algunos de ellos ciertamente meritorios, y por otra, a cometer errores, incluso negligencias, como personas humanas que son. La humildad es el fiel de la balanza, aquello que nos proporciona la grandeza de ponderar con prudencia los halagos y asumir con dignidad nuestros fallos. En este caso, una actuación que puso en riesgo la vida del paciente se hubiese evitado con un baño de humildad.

El Arrecife 28 de junio de 2023 

sábado, 10 de junio de 2023

En defensa del “SANCHISMO”.

 El término “sanchismo” se ha utilizado por las derechas y sus medios para denostar al presidente Pedro Sánchez y en sentido amplio para hacerlo sobre el gobierno de coalición. Es en este último aspecto en el que considero importante defender el “sanchismo” y poner en positivo los logros alcanzados por un gobierno en el que han estado presentes, junto al PSOE mayoritario, ministros pertenecientes a Izquierda Unida y Podemos. Una fórmula que ha permitido leyes de gran calado social, algunas poco probables en un gobierno monocolor del PSOE.

En el libro (1994) “Vendiendo prosperidad”, Paul Krugman (Premio Nobel de Economía en 2008)  se pregunta ¿cómo es posible que dos políticos (se refiere a Reagan y Thatcher) cuyos programas, ya de entrada, favorecían solo a los ricos, fueran elegidos por mayoría? No digamos lo ocurrido más recientemente con Trump, elegido presidente en el 2017 y a punto de renovar mandato en el 2021.

En esa misma línea, Juan Torres se preguntaba en un artículo publicado en el diario Público el 6 de octubre de 2022 ¿Por qué no avanza en las encuestas el Gobierno de Pedro Sánchez si lo está haciendo bien?

Un Gobierno que recién constituido, tuvo que enfrentarse a la pandemia de la Covid-19 considerada el mayor desastre natural del último siglo, situación que, a pesar de las incertidumbres y dificultades, se ha gestionado de forma bastante satisfactoria, como fue reconocido a nivel internacional. Por si no fuera suficiente, tendríamos que añadir un volcán que arrasó parte de la isla de La Palma y una guerra en Ucrania que nos sigue salpicando en lo económico. A pesar de todo ello la economía española es de las que más crece dentro de la UE en opinión de la OCDE.

Si a lo anterior añadimos que muchas de las medidas adoptadas cuentan con un importante respaldo social: ERTE, aborto, eutanasia, subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, impuestos a las eléctricas, a los bancos, a las grandes fortunas, el tope al precio del gas, la rebaja del IVA en la factura de luz, las bonificaciones a los carburantes etc. Sin embargo, esto no se refleja en votos como señalaban las encuestas y muestran los resultados electorales del 28 de mayo. Por ello nos volvemos a plantear los mismos interrogantes.

 La respuesta simple, pero equivocada, sería porque eso es lo que quiere la mayoría de la población, respuesta nada satisfactoria, ya que las cosas son más complejas y nos obliga a buscar otras explicaciones. Algunas de ellas:

-          La ola de derechización que recorre occidente, basada en la simplicidad de la formula neoliberal que hace del Estado, en nuestro caso del “gobierno social-comunista”, el enemigo que nos “acribilla” a impuestos y lo burocratiza todo. Por ello, la solución está en quienes defienden el Libre Mercado, la reducción de impuestos y las privatizaciones de los servicios públicos (sanidad, educación, etc.).

 

-          Los medios de comunicación. Es obvio que los medios han enmarcado los temas, imponiendo la denominada agenda setting, es decir, los asuntos que las audiencias van a considerar más o menos importantes. Como afirma Juan Torres en el artículo citado, no hay ni una televisión o radio privadas de mediano o gran alcance, que no sean propiedad o no respondan a intereses de los bancos, grandes empresas, fondos de inversión o Iglesia Católica. Además de la singularidad, de un Gobierno que permite a la televisión pública desinformar, manipular los contenidos informativos y hasta mentir, para presentar las noticias del modo que más daño pueda hacer a la mayoría parlamentaria que lo sostiene democráticamente.

-          La guerra cultural. El periodista y ensayista Pascual Serrano, señala el posible error en los partidos de la “izquierda” a la hora de apostar por los temas estrella de su agenda. Especialmente en la denominada guerra cultural, con una excesiva explotación de las cuestiones identitarias: movimiento LGTB, racializados, discapacitados, multiculturalidad… Y en lo relativo a la distorsión de la lengua imponiendo lo ideológico a lo gramaticalmente correcto. Todos hemos sido testigos de declaraciones surrealistas a este respecto por parte de figuras destacadas de esta izquierda.

La gran paradoja es que al final, ni siquiera esos sectores identitarios que centraron el discurso de la izquierda les han apoyado, porque se ha demostrado que para muchos de ellos su identidad sexual, su raza o su religión no era tan prioritario como creían. Según Pascual Serrano, “… mientras la izquierda, en su intento de presentarse como moderna, multicultural y tolerante,…  la derecha se quedaba con el regalo de reivindicar la identidad tradicional, agredida, humillada y ridiculizada, según su discurso, por ser heterosexual, blanca, comer carne y viajar en un coche diésel”.

La izquierda tiene que superar los espacios identitarios en los que se encuentra instalada y recuperar su aspiración universalista hacia un humanismo que hoy pasa por la defensa de los derechos humanos y el cuidado del planeta.

-          Finalmente tenemos el estado de impotencia, confusión y división en que se encuentran las fuerzas progresistas para ofrecer una alternativa convincente. Situación que ha podido llevar a la abstención de una parte importante de su electorado. En esta línea, Alberto Garzón considera que el fallo de la izquierda política está en que se ha alejado de las bases al limitarse a pretender representarla, dejando de formar parte del tejido social de la misma.

Aunque estas explicaciones sean correctas y formen parte de la respuesta, se refieren a las circunstancias que influyen en la decisión del votante y recordando la máxima orteguiana “yo soy yo y mis circunstancias” hemos de tener en cuenta la otra parte de la ecuación, o sea, el “yo”.

Para ello resulta útil conocer lo que nos dicen los estudios de psicología política y psicología evolutiva.

Un dato que ponen de manifiesto estos estudios  es la persistente “afinidad partidista” y lo poco que influyen los acontecimientos históricos, como pueden ser en nuestro caso los éxitos conseguidos por el gobierno, a la hora de votar a los candidatos. La afinidad partidista es más poderosa que los hechos.

Los votantes partidistas, que son la mayoría, están convencidos de ser racionales, los irracionales son los contrarios, pero la ciencia nos dice que el vínculo con el grupo o partido es emocional y mediante “la racionalización” y el “sesgo de confirmación” lo reforzamos.

Somos descendientes de aquellos humanos cuyas mentes grupales les ayudaron a unirse y cooperar para superar a los “otros grupos”. Como resultado del legado evolutivo, llevamos en nuestra naturaleza el mandato de sobrevivir, reproducirnos y cooperar con el grupo al que pertenecemos. Es sobre esta disposición biológica donde actúan las circunstancias de las explicaciones dadas al inicio.

En España, esta afinidad partidista se sitúa en un dualismo electoral bastante equilibrado de centro-izquierda y centro-derecha. De manera que los votantes a los que se les puede aplicar lo comentado sobre la “afinidad partidista” se mueven, en un cálculo “grosso modo” y solo a efectos ilustrativos, pongamos alrededor de los siete millones. La afinidad a la llamada “izquierda transformadora” es más voluble y reducida.

Los vuelcos electorales los provoca, al no estar condicionados por la afinidad al partido, el millón y medio de votos aproximados que oscilan hacia uno u otro lado.

¿Qué ha podido influir en que hayan elegido el lado azul del espectro político?

A las múltiples explicaciones que se barajan poniendo el foco en las circunstancias de los perdedores (abstención, medios, división de la izquierda, campaña desacertada, etc.), quisiera añadir aspectos centrados en lo que, a mi entender de manera exitosa, han hecho los ganadores.

Son numerosos los estudios que señalan a “los valores morales” como el elemento que más impacto tiene a la hora de buscar afinidad de grupo. Así tenemos que en decisiones políticas como el votar, los valores morales son más importantes que cualquier otro asunto, incluidos la guerra, el terrorismo, la economía, la sanidad, la educación, el género o la raza.

A veces, esta identidad coincide con su propio interés social y económico, pero en muchas otras ocasiones no es así. Es un error asumir que los votantes eligen en función de su propio interés, entendido en el sentido socioeconómico.

Las personas votan en función de su identidad y de sus valores. Y votan a aquel con quien se identifican, bien porque comparten sus “valores” o por ser “el adversario de quienes representan los valores que rechazan”.

Las derechas, con un fuerte apoyo de los poderes económicos a través de los medios y, no lo olvidemos, con el boca a boca de sus seguidores, han conseguido imponer su relato. Un relato que a falta de hechos positivos que ofrecer, ya que en su haber destacan la corrupción, no cumplir la Constitución manteniendo instituciones judiciales caducadas y obstruccionismo parlamentario a las medidas y avances legislativos puestos en marcha por el Gobierno, ha consistido en la descalificación “moral” del adversario.

Otro factor que indican los estudios de psicología evolutiva es que cuando no nos sentimos seguros y tenemos miedo al cambio social, nos volvemos conservadores. Hemos visto que dos ejes importantes en la campaña de las derechas han girado en torno a la “inmoralidad del gobierno” y el miedo a las consecuencias de su política de cambios. Para ello, las derechas han utilizado, sin rubor alguno, lo que se conoce en filosofía como “falacia Ad Hominem” o “Falacia de Ataque personal”, consistente en un razonamiento con apariencia de argumento creíble, pero realmente falso en su totalidad, que se utiliza como herramienta para disuadir a otros o para manipularlos. Han recurrido, tanto en su forma directa mediante el insulto y la descalificación como la indirecta atacando las circunstancias con el miedo e impregnándolo todo de moralidad, como la búsqueda de intereses espurios por parte de Pedro Sánchez (mantenerse en el poder a cualquier precio), relaciones políticamente “antiespañolas” (Venezuela, ETA, independentistas)  cualquier cosa que pueda asociarse para desacreditar su forma de pensar y actuar.

La falacia ad hominem, no tiene límites en el campo de la razón o del saber, y en los casos más graves, como en política, se puede descartar una afirmación basada en hechos y completamente libre de cuestionamientos, solo, porque la persona que la hace pertenece al grupo político con quien no se simpatiza. En otras palabras, independientemente de cuál sea la postura del gobierno de Pedro Sánchez, al haberse creado una predisposición negativa sobre él, las respuestas que recibirá siempre serán de rechazo, independientemente de lo que muestren los hechos.

El objetivo, conseguido con éxito, ha sido desacreditar al presidente del gobierno Pedro Sánchez para evitar que sean tenidos en consideración los importantes logros alcanzados por él y su gobierno utilizando “el mito del sanchismo”. Y las izquierdas han caído en la trampa y le han seguido el juego.

En la creación de un mito se parte de metáforas que posteriormente se interpretan de manera literal. Se utilizan procedimientos retóricos que, al igual que las manos de un ilusionista consiguen desviar la atención del espectador para darle forma a la figura imaginaria del mito a crear, en este caso “el sanchismo”.

En el inicio, se trató de un concepto descriptivo con valoraciones negativas (ilegal, separatista, etc.) sobre el gobierno formado tras la moción de censura al de Mariano Rajoy tras los escándalos de corrupción que asolaban al PP.

Un gobierno presidido por Pedro Sánchez, que se vio obligado a pactar y aceptar como ministros a personas pertenecientes a grupos políticos que “los supervisores de la transacción” de la dictadura a la democracia habían puesto como líneas rojas que el PSOE no debía traspasar. Y ahí comenzó el ataque sin cuartel, no al PSOE sino a Pedro Sánchez, creando el término “sanchismo” con la connotación “moralmente” despectiva, que ha calado en la población, gracias a los poderosos medios que sabemos en qué manos están y que intereses defienden.

Por qué digo que la izquierda ha caído en la trampa y ¿qué podemos hacer para intentar revertir la situación el próximo 23 de julio?

El fallo ha sido aceptar que las derechas impongan en el debate electoral su relato basado en “el mito del sanchismo”. El Presidente Pedro Sánchez, no ha contado para su defensa ni siquiera con la totalidad de su partido, no digamos de los situados electoralmente a su izquierda. Y eso, en mi opinión, ha sido un error.

Si nos centramos en los votantes no dependientes de la afinidad partidista (algo más de un millón) y en los muchos más que se han abstenido, tendremos que evitar repetir errores.

Aunque el tema es complejo y un artículo no puede abordar todas las aristas del problema, ni el autor está capacitado para ello, de manera simplista haré dos sugerencias.

En primer lugar, la opción política que electoralmente se sitúa a la izquierda del PSOE, debe conseguir y trasladar a la sociedad un mensaje de UNIDAD sin fisuras. Sabemos que para que un mensaje sea creíble, los primeros que se lo tienen que creer son los que lo emiten. No basta con pregonar unidad con la boca chica y actuar en sentido contrario. Ahí está la responsabilidad de quienes hoy ocupan posiciones de “liderazgo” y veremos si son capaces de estar a la altura de las graves circunstancias en las que nos encontramos. En mi opinión, por supuesto discutible, la única opción capaz en tiempo y forma de hacer frente a lo que se nos puede venir encima es la que representa Yolanda Díaz y el “Movimiento SUMAR”.

La otra cuestión sería, puesto que “el mito del sanchismo” ha calado en una parte muy importante de la población, asumirlo desde todo el espacio progresista mostrando los aspectos positivos que ha representado. Es fácil hacer un decálogo de logros alcanzados por el Gobierno de coalición e incluso de algunos pendientes que no se han podido realizar.

En esta tarea de defensa del “sanchismo”, al no poder contar con los grandes medios, las declaraciones en positivo de los “lideres” de todo el arco progresista y el boca a boca de los simpatizantes tendría que ser el elemento que lo impulse. Necesitamos hacer pedagogía del Sanchismo”, como sinónimo del “Gobierno de Coalición” y sentirnos orgullosos de sus logros. El listado a difundir lo dejo en manos de quienes han de dirigir y protagonizar la campaña electoral.

A modo de profecía: Si esa izquierda transformadora es incapaz de conseguir la UNIDAD real, no solo se perderán las elecciones sino que se hundirá para una larga temporada.

El análisis pos-electoral se centrará en buscar culpables y no en los propios errores. Recordemos que la “afinidad partidista” provoca “ceguera” hacia los errores de los “nuestros” y “agudeza” para detectar la de los de “otros”, especialmente si  esos “otros” han formado parte del proyecto electoral desde partidos diferentes del espectro de la izquierda.

 En consecuencia, seguiremos sin aprender la lección y debatiendo sobre si eran galgos o podencos. Deseo estar equivocado.