Parafraseando a Confucio diremos que: “Cuando el sabio señala la luna el distraído mira el dedo”.
Independientemente del
desacuerdo que pueda tener con la citada organización y su desafortunado mensaje,
no me parece acertada la prohibición. Es mejor debatir y razonar. De esa manera,
aparte de defender el derecho a la libre expresión, se evitan los a veces no
deseables efectos secundarios que se pueden producir.
En este caso, un hecho que
hubiese pasado desapercibido por la mayoría de los madrileños y por supuesto
por el resto del país, aparte de victimizar a los protagonistas, se ha convertido
en primera plana de todos los medios de comunicación. Consiguiendo una difusión que ni en el
mejor de sus sueños se hubiesen imaginado sus promotores.
En consonancia con el
proverbio confuciano, seguramente estamos mirando el dedo y dejando de ver la
Luna. Porque el asunto del autobús, a pesar de la gravedad por la ignorancia e
intolerancia que supone (ver “El autobús
de la ignorancia y la intolerancia”), es solo un síntoma.
Lo preocupante es lo que hay
más allá. Si miramos la Luna. Pues entonces lo que veremos es que estos
mensajes son coherentes con lo que la Iglesia defiende y que un sector importante
de la sociedad es receptivo a ellos.
Si en vez de mirar el dedo (lo
anecdótico del autobús) lo hacemos hacia donde éste señala: la Luna (Iglesia
Católica), descubriremos a una gran multinacional, con su central en el extranjero
(Estado del Vaticano), que no solo está exenta de pagar impuestos sino que
recibe “ayuda” económica del Estado español, como consecuencia de unos acuerdos
de la dictadura franquista en agradecimiento a su importante participación en
el golpe militar, ratificados y mejorados, en su beneficio, por los diferentes
gobiernos democráticos. ¡Sin que sepamos muy bien qué es lo que tienen éstos que
agradecerle! Todo ello estimado en más de 10.000 millones de euros anuales
(equivalente a los recortes en sanidad y educación). Convertida en la mayor propietaria
de inmuebles de nuestro país como resultado de la apropiación de bienes, muchos
de dominio público, por el sistema de inmatriculación (otro regalo de la
dictadura y ampliado por Aznar) protagonizando el mayor escándalo inmobiliario
de la historia.
Si miramos a los aspectos
aludidos en el eslogan: Infancia y Sexualidad, vemos que el texto más conocido de
la infancia de Jesús en las “sagradas escrituras”, junto al alucinante relato
(pues solo alguien bajo los efectos de un alucinógeno se le podía haber
ocurrido) de la concepción y alumbramiento, es el mito de la matanza de niños
por Herodes. Este episodio que a todos nos han contado en nuestra infancia para
resaltar la crueldad del rey judío, si nos libramos de la ceguera dogmática y lo
miramos a la luz de la razón descubrimos, a una familia muy sagrada pero nada solidaria con las familias de su vecindad, ya
que a pesar de conocer la amenaza para sus
hijos, deciden huir sigilosamente dejándolos a su suerte. Permitiendo con ello
la muerte de todos los menores de dos años, lo que hoy equivaldría a sus amiguitos y compañeros de guardería.
Quedando muy cuestionado un dios, sabio, todopoderoso, bondadoso, etc., que
pudiendo actuar, lo hace pero solo para salvar a “su hijo”.
Si dejamos a un lado los “cuentos sagrados” para situarnos en la
realidad actual, las cosas no parecen mejorar, basta con ver los abusos
sexuales cometidos por parte de destacados miembros de la misma y la protección dada desde la jerarquía católica a los sacerdotes
pedófilos.
Además de la falta de respeto
a los derechos del niño mediante la práctica del bautismo en los primeros días
de vida como mecanismo de afiliación y el posterior adoctrinamiento antes de
que tengan capacidad para decidir por ellos mismos. Consiguiendo inocular en
sus cerebros, en un momento que son autenticas esponjas carentes de filtro
alguno, extrañas fábulas, ideas extravagantes y quimeras ridículas que serian
cuestionadas y/o rechazadas a una edad con capacidad crítica de razonamiento,
pero que en esta edad se convierten en objetos de respeto y temor durante el
resto de su vida, limitando su libertad de pensamiento.
Con respecto a la sexualidad, la iglesia
considera que su única finalidad es la reproducción dentro del matrimonio. En
consecuencia queda excluida su práctica como fuente de placer. Baste recordar
la obsesión patológica contra la masturbación de los curas del
nacionalcatolicismo, convertida en fuente de todos los males presentes y por
venir (acné, caída del cabello, anemia, reblandecimiento cerebral, etc.). Por
tanto la homosexualidad no solo es rechazada sino que se incita en sus
“sagradas escrituras” a que se les de muerte a quienes la practican: Levítico 20,
13: “Si un hombre se acuesta con un varón, como se acuesta con
una mujer, ambos han cometido una infamia; los dos morirán y serán responsables
de su muerte”.
A pesar de estas barbaridades no me consta que la Iglesia
haya rectificado sus textos sagrados. Por el contrario, algunos como el prelado
cristiano del Movimiento Misionero Mundial se las toman en serio y, hace unos
días, dijo cosas como éstas: “Los
homosexuales deben morir al igual que los corruptos, ateos, porque no son obra
de dios. Si encuentran a dos mujeres haciendo sexo, maten a las dos, y si
encuentran a una mujer teniendo sexo con un animal, mátenla a ella y maten al
animal (Levítico 20,16) en el nombre de Jesús. Hay poder en Jesús y en
la sangre de Cristo”.
Por ello sorprende que al Observatorio Español contra la
LGTBfobia le llame la atención y recoja un listado de obispos que, en
coherencia con los principios de su organización, fomentan la exclusión de
estas personas de la Iglesia y de la sociedad. Parece que no han comprendido
que está “en su naturaleza” actuar de esta manera. Desear ser aceptados es,
salvando las distancias, como si un negro americano pidiera ser respetado por
el Ku Klux Klan. El rechazo a la homosexualidad está en el ADN de la iglesia
católica, en sus textos sagrados y en sus prácticas entre las que se incluyen
su persecución y “castigo” cuando los
poderes civiles se ponen de su lado.
Si miramos la relación de la iglesia con la mujer, tampoco sale
bien parada, pues se trata de una organización hecha por y para beneficio de los
hombres, quedando relegada a un segundo plano. Autoritaria,
nada democrática y en la que sus ministros (hombres) no son considerados
representantes sino pastores a los que el rebaño (aquí si caben las mujeres) debe
seguir y en modo alguno cuestionar.
Sustentada en una elevada
dosis de misoginia: “Por la mujer comenzó
el pecado, por culpa de ella morimos todos”, Génesis."Por más que busqué no encontré;
entre mil se puede encontrar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas", Eclesiastés.
Otras perlas similares como que "la mujer es más amarga que la muerte " o "vale más maldad de hombre que bondad de
mujer" se encuentran escritas en unos textos considerados por esta
doctrina “la palabra de Dios”.
En resumen, una organización
cuyos principios y textos fundacionales chocan con los de una sociedad
civilizada, democrática, solidaria, igualitaria en derechos entre mujeres y
hombres, respetuosa con las diferentes opciones sexuales, protectora de la
infancia, etc. Y sin embargo se la acepta, defiende y protege por la mayoría de
los miembros de esa sociedad.
En definitiva, una más de
tantas contradicciones de los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario