Un año más
el “aconfesional” Reino de España se encuentra inmerso en el evento
lúdico-religioso de la Semana Santa. Es a toda luz evidente que se trata de un
fenómeno de masas dada la gran afluencia
de personas que se concentran para presenciar los desfiles
procesionales.
No creo equivocarme al afirmar que la mayoría de los españoles,
y especialmente los andaluces, les agrada y disfrutan con esta festividad,
aunque yo no forme parte de esa mayoría.
Los motivos que se alegan en su
defensa son múltiples, yendo desde lo que podíamos denominar su núcleo central o epicentro que es la manifestación
de un sentimiento religioso hasta el más profano de ser una oportunidad para
divertirse con las amistades, sobre todo los más jóvenes a los que
históricamente se les ha dado permiso durante estos días para estar en la calle
hasta altas horas de la madrugada. Sin olvidar, el más pragmático, de ser una
ocasión para que los comercios aumenten sus ingresos dada la gran afluencia de
turistas o los que la califican de fenómeno cultural. Todas ellas, a mi
entender, razones licitas y respetables.
Sin embargo, la Semana Santa a pesar de lo dicho anteriormente, suele estar inmersa en la
polémica política y social. ¿Por qué?
A mi parecer la causa, al igual que todo
lo relacionado con la Iglesia Católica, tiene su origen en la ambigüedad de la
Constitución Española en este tema, ya que no establece un Estado Laico ni
tampoco Confesional y al que, en opinión de Puente Ojea, cabría considerar como
“criptoconfesional”,
dadas las contradicciones que aparecen en la misma. Así en el articulo 16.3 por un lado se dice que “Ninguna confesión
tendrá carácter estatal” , estableciendo
la separación entre el Estado y las religiones, la legitimidad estrictamente
secular de las instituciones políticas y su neutralidad en asuntos religiosos, y
por otro lado se propugna establecer “… relaciones
de cooperación con la Iglesia Católica
y las demás confesiones”, lo que supone una evidente contradicción con los
enunciados anteriores.
A la ambigüedad constitucional se le añade la
resistencia de los estamentos religioso y político para cambiar los hábitos
adquiridos durante la dictadura, que siguen instalados en un anacronismo dando la impresión que pesan más los cuarenta años del nacionalcatolicismo
de la dictadura franquista (que no olvidemos llegó a la jefatura del Estado “Por la Gracia de Dios” y no por una rebelión militar, ) que los cuarenta
años de democracia. De manera que aprovechando la criptoconfesionalidad constitucional
todo sigue funcionando “como si” aún
estuviésemos en un Estado confesional en el que la Iglesia Católica, como
iglesia oficial del mismo, tuviera que mantener los privilegios que la
dictadura le otorgó por su inestimable colaboración para llegar y mantenerse en
el poder.
Esta
situación explicaría la presencia de manera relevante de las autoridades
civiles en los actos religiosos (católicos) en general y en los desfiles de la
Semana Santa en particular, convirtiendo en “normal” por ser habitual y frecuente
lo que desde una perspectiva razonable de un Estado que dice no tener ninguna
religión oficial es una “anormalidad manifiesta” a estas alturas de la
historia.
Dándose la paradoja que, cuando por convicciones laicas, éticas o por
no profesar la religión católica, los representantes civiles deciden no
participar en eventos religiosos se convierten en noticia por ser una anomalía.
¡El mundo al revés! Aquí lo que debiera ser anómalo es habitual y lo coherente
con las normas y los tiempos es excepcional, tal como decía el eslogan de los
años sesenta “Spain is different!”.
Ante esta
situación, las organizaciones y personas que defendemos un Estado Laico
planteamos la necesidad de un debate sereno, capaz de conjugar de manera
razonable el interés por mantener esta festividad con la adecuación de la misma
a los tiempos democráticos.
Para ello es necesario clarificar las relaciones
Estado-Iglesia que eviten situaciones de privilegio contrarias a las que deben
prevalecer en un país democrático. Y tendría que modificarse el
artículo 16 de la Constitución Española evitando la ambigüedad que presenta en
la actualidad.
Por otra
parte sería conveniente aclarar el significado de los términos relacionados con
el laicismo, que aunque sea una corriente de pensamiento integrador al proclamar
la libertad de conciencia para todas las personas. Situación que incluye, tener cualquier
creencia religiosa como la ausencia de la misma y su rechazo a todo tipo de
privilegio como elemento de justicia.
Sin embargo, ha sido asociado de manera confusa e
interesada con anticlericalismo, al poner en evidencia
los habituales privilegios de la Iglesia Católica, confundiendo el rechazo al
estatus privilegiado de esta organización por parte de las organizaciones
laicistas con el rechazo a la institución.
El laicismo es el pensamiento y la actuación
orientados a la consecución y defensa:
- - del
Estado Laico, consistente en un Estado aconfesional, separado e independiente
de las religiones y exclusivamente civil.
- - de
la Laicidad de sus instituciones, como
garantía del derecho fundamental a la
libertad de conciencia de todas las personas y que para ello separa los ámbitos
público y privado, siendo la separación Estado-iglesias una concreción de
aquella otra.
- - y
de la actuación consecuente de los Cargos
Públicos en el ejercicio de sus funciones.
Con el fin
de avanzar en hacer realidad en nuestro país un Estado Laico, Europa Laica está
trabajando para que se cree una “Red de Municipios por un Estado Laico” en la
que se incorporen tanto las corporaciones que así lo aprueben como los grupos
municipales que lo decidan y cuyo objetivo es la defensa y fomento de la libertad
de conciencia de todas las personas y establecer la legitimidad secular de las
instituciones públicas, en el ámbito municipal, dado que según nuestra
Constitución el “Estado no tiene confesión alguna”, y los ayuntamientos son
parte fundamental del Estado.
En nuestra
ciudad, Córdoba, de los grupos presentes en el Ayuntamiento se han adherido a
la red, Ganemos e Izquierda Unida, estando pendientes de respuesta por parte
del PSOE y Ciudadanos, que defienden en sus programas la laicidad de las
instituciones. El PP ni está ni se le espera, al ser un partido manifiestamente
confesional.
Córdoba 23
de marzo de 2016
Antonio, muy buen artículo. Lo de criptoconfesional llega en muchos casos a faneroconfesional, diluyendo sin ningún sonrojo en Estado aconfesional: presencia militar en las cofradías, himno de España, banderas españolas por doquier,presencia oficial de representantes públicos... De todas formas es un proceso lento. La mayoría de la gente que ve procesiones está de espaldas a la jerarquía católica.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Mi querido Antonio: paciencia, que esto va pa largo. Hace unos días mi hija, profesora de biología, como bien conoces, protestó al director de su Instituto porque otro profesor había colgado un panel propagandístico de la Semana Santa en el tablón de anuncios de los alumnos. Naturalmente, el director miró pa otro lado.
ResponderEliminarTodos pudimos ver el pasado Viernes santo cómo la presidenta de la Junta de Andalucía presidía el regreso de la Esperanza de Triana desde el balcón de su capilla...
En fin, que estoy contigo a muerte. Pero llevamos cuarenta años de democracia, y en ese aspecto, el del laicismo, me parece que poco hemos avanzado.
Pues esa profesora de Biologia tiene obligación de ir al inspector con su queja. Los compañeros se lo agradecerán, y ella será mas respetada porque defiende sus derechos a la libertad de conciencia como parte de ese centro público, obligadamente laico. Es mi experiencia en varios institutos. Hasta el Director al final cumplió también su papel de no permitirlo.
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