“La vida es eso que pasa mientras estas distraído haciendo
otros planes”, frase atribuida al genial músico John Lennon, que llevada al terreno
político diriamos “la política es eso
que pasa mientras estamos distraídos en otras cosas”, lo que parece ocurrirle a
organizaciones situadas bajo el término-paraguas “izquierda”.
En un momento histórico en el que la denominación de
“izquierda” en el terreno filosófico-político ha quedado conceptualmente
debilitada, por el abandono o revisión de los viejos postulados (dictadura del
proletariado, lucha de clases, clase obrera, etc.), resulta que el debate que trasciende, de manera intensa y
apasionada, es acerca de la compra de un chalet.
Que esta anécdota se haya convertido en el centro del debate
político ¡con la que está cayendo, tanto a nivel nacional como autonómico!, se
explica por la miseria intelectual en la que estamos instalados que hace del chismorreo, junto con el futbol, el deporte nacional.
Algunos psicólogos evolutivos consideran que el fundamento
de las creencias de la mayoría de la gente es, simplemente, porque otros las tienen. En nuestro país, la católica-derecha ha tenido éxito en
inculcar maliciosamente a la población la creencia en unos estereotipos sobre el estilo de vida que corresponde a
quien se define de izquierdas, equiparándolo
a una especie de ermitaño, cutre y pobre.
La misma católica-derecha,
que en su estilo de vida, aspira a ser próspera y rica sin reparar en medios. Y
eso a pesar de que el Dios al que veneran y dicen obedecer les habló de no
robar y les contó una historia sobre un camello, el ojo de una aguja y el reino
de los cielos, dando a entender que no le caían bien los ricos. Curiosamente aquí
no hay contradicción, para esos españoles, entre lo que se predica y lo que se
hace. Seguramente porque asumen otra creencia, atribuida al clero, de “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga” como
medio para la salvación.
En el susodicho debate, grosso
modo, se plantean dos opciones: los que piensan que “cada cual puede hacer con su dinero ganado honradamente lo que
considere oportuno dentro de la legalidad” y los que recuerdan que los de izquierdas “como la mujer del Cesar
no solo debe ser honrada sino también parecerlo” y tirando de hemeroteca recuerdan “tu decías…”.
Ambas opciones están mal planteadas, pues no todo uso lícito
de nuestra riqueza es éticamente correcto, ni tampoco es deseable vivir
instalados en las apariencias.
Así que, al margen de lo oportuno o no de la dichosa compra,
este hecho pone sobre la mesa una cuestión no resuelta dentro de la izquierda,
consistente en establecer de manera explícita el marco aceptable del estilo de
vida para quienes lideran o participan en organizaciones con esta ideología.
Si queremos hacer pedagogía sobre otro modelo social tenemos
que predicar con el ejemplo mediante “gestos” que muestren la coherencia entre
lo dicho y lo hecho. Con ello no quiero decir que las personas objeto de esta
polémica no sean coherentes, sino que existe un vacio teórico que es utilizado
por propios y extraños para a través de la crítica personal atacar y desacreditar la ideología que representan.
Otra consecuencia del “debate”
es un nuevo “anti” de la izquierda, así al anticapitalista, antiimperialista,
antifascista, antiglobalización, ahora
tenemos el “anti chalet”. De nuevo se le hace el juego a la derecha
mediática que define a la izquierda por lo que rechaza, proyectando una imagen negativa,
en lugar de una alternativa que intenta construir un mundo en el que se
respeten los Derechos Humanos y se proteja al planeta y su biodiversidad.
La izquierda actual debe abandonar la comodidad de la
descalificación entre sus miembros y ser tolerante con la heterodoxia
intelectual, la disidencia y la crítica interna.
Debe debatir sobre el
modelo de sociedad al que aspira, trasladando a la población las nuevas
visiones y retos que defiende, como convertir en ley la solidaridad , que la
fraternidad no sea solo un sentimiento sino algo que se impone en la praxis, hacer
de la redistribución un instrumento para eliminar la desigualdad social que
padecemos, que la cultura sea una exigencia y requisito del Estado y no un
regalo o lujo, la protección social como elemento estructural y no como
solución coyuntural ante las crisis, etc.
Una izquierda que se oponga a la apropiación
por parte de las multinacionales de bienes
vitales para la población: Agua, Aire, Tierra, Energía, Banca, Transporte,
Educación, Sanidad, Vivienda…
Una izquierda que de acuerdo con
la laicidad del Estado, traslade las manifestaciones religiosas al ámbito de lo
privado sacándolas de lo público y actúe en consecuencia.
En definitiva una izquierda que
diga la verdad como herramienta ética e intelectual sin camuflar sus
dificultades en el camino hacia otro modelo social.
Este es el debate que nos tendría
que apasionar.