Ante el fallecimiento de mi amigo y compañero del Colectivo Prometeo Julio Anguita y en su recuerdo pongo en el blog el último trabajo que elaboramos en colaboración unos días antes de ocurrir el evento cardíaco que finalmente ha acabado con su vida. Muchos proyectos en conjunto se nos han roto, una terrible pérdida emocional e intelectual. Su recuerdo nos iluminará y nos dará energía para continuar aportando nuestras semillas para que brote una sociedad más crítica, solidaria y ética en consonancia con su pensamiento y modo de vida.
Descansa en paz querido amigo.
Como personas interesadas en
el estudio de la conducta humana, desde la medicina uno y la política el otro,
observamos con preocupación la actitud de los políticos de nuestro país ante la
crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus. Se puede decir que estamos
ante una oportunidad perdida para la “POLÍTICA”, con mayúsculas, en pro del
politiqueo en el peor sentido de la palabra. Resulta lamentable que ante una
situación de extrema gravedad como la que tenemos, los representantes políticos
en vez de unir todas sus energías en combatir la epidemia y sus consecuencias,
las utilicen para un enfrentamiento fratricida marcado por el insulto y la
descalificación, generando un clima de agresividad
y odio que se está expandiendo al resto de la población.
Nos encontramos con un
gobierno que, con mayor o menor acierto, intenta hacer frente a una de las
situaciones más graves de nuestra Historia, frente al cual tenemos una
oposición destructiva cuyo lema parece ser “mientras
peor para el país, mejor para nosotros”.En este contexto, resulta
interesante echar una mirada a los estudios de psicología social y
funcionamiento cerebral para intentar comprender este tipo de conductas.
En 1954,
el matrimonio compuesto por los psicólogos Muzafer y CarolynSherifrealizaron un
experimento en el que intentaban vislumbrar las
causas del odio entre grupos. Se trataba del conocido como “El experimento
de Robbers Cave” por el lugar en el que se desarrolló, y cuyo nombre “Cueva de
los ladrones” hace referencia a ocupantes “ilustres”
como Jesse James o la banda de los hermanos Dalton, que la utilizaron como escondrijo en el siglo
XIX. En este lugar aislado, los Sherif
introdujeron a 22 niños de 12 años que no se conocían entre ellos y con un
nivel de educación similar para realizar un experimento de tres semanas. Se
formaron dos grupos que se enviaron a zonas diferentes del parque para que no
interactuaran entre ellos, desconociendo cada grupo la existencia del otro.
Pronto se observó que tendían a
organizarse para realizar las tareas comunes como hacer una barbacoa, señalar
la zona de baños, pintar letreros, ponerse un nombre (Águilas uno y Serpientes
el otro), etc., surgiendo
la cooperación, la aparición de líderes y la organización jerárquica entre
ellos de manera espontánea.
Posteriormente se pasó a la fase
de fricción, facilitando el encuentro entre ambos grupos y organizando actividades
de competición entre ellos, observándose
la aparición de actitudes negativas y hostiles hacia el grupo contrario. Recordemos
que la pertenencia a cada uno de los grupos había sido aleatoria, que nadie se
conocía previamente y que no existía ningún interés común entre ellos. A pesar
de ello, cada uno se consideraba mejor y ridiculizaba
al otro, acentuando el sentimiento de identidad grupal y de marcaje
territorial. Se trata del “nosotros y
ellos”, sentimientos de tribalismo muy
arraigados en nuestros circuitos cerebrales durante miles de años de evolución
en los que supuso una necesidad y ventaja evolutiva para la supervivencia.
Finalmente, la última fase
consistía en intentar reducir las diferencias que se habían propiciado en la
etapa anterior, intentando diluir los límites entre el “nosotros/ellos”. Se
utilizaron dos mecanismos: uno consistió en hacer intercambios temporales entre
miembros de ambos grupos y el otro en ponerlos a
cooperar para conseguir un objetivo que era importante para TODOS, como reparar
el tanque que les suministraba el agua de bebida.
Lo que se observó fue que el
conocimiento y la relación temporal mediante el intercambio no funcionaban,
pues se mantenía la identidad de procedencia y seguían percibiéndose como
“extraños”. En cambio, la necesidad de trabajar juntos en un
objetivo común que beneficiaba a todos, facilitó que dejaran de verse
como rivales y desarrollaran relaciones positivas y de cooperación entre ellos.
¿Qué nos enseña este
experimento en relación con la conducta de los políticos de nuestro país ante
la crisis del coronavirus?
La primera conclusión del
estudio es que cuando los grupos compiten entre ellos para conseguir metas u
objetivos, se acentúan los sentimientos de pertenencia a cada grupo y aumenta
la hostilidad hacia el otro, surgiendo
con facilidad los prejuicios, la discriminación y el sentimiento de ser
diferentes (cada grupo se considera en posesión de la verdad y los demás están
equivocados). Esta situación se agrava cuando interviene la política, pues los
estudios en neurociencia nos muestran que “la política une y ciega”, es decir
nos vincula con los que piensan como nosotros y nos ciega ante los que lo hacen
de manera diferente.
Trasladados estos datos a
la política de nuestro país, nos indican que los partidos (en este caso los de la oposición) no están trabajando en la lucha
contra la enfermedad provocada por el virus (tarea que han dejado al gobierno)
sino que su objetivo es simplemente electoralista y hacerse con el poder,
lo que propicia un escenario competitivo en el que están utilizando, sin
escrúpulos y una carencia absoluta de ética, todas las herramientas disponibles
para ganar la competición: información manipulada, insultos con ataques y
descalificaciones ad hominen, bulos y
creación de un estado de hostilidad y odio hacia el gobierno.Todo ello en un
intento, desgraciadamente con cierto éxito, de sembrar en la población la idea
de que el daño causado por el virus lo ha provocado el gobierno y en especial
su presidente, permaneciendo
ciegos ante el enorme esfuerzo que el equipo de políticos y técnicos están
haciendo para aminorar el impacto en la salud de la población. Un gobierno que, por primera vez ante una crisis,
antepone la salud de los ciudadanos a la economía y los intereses de
grupos privilegiados.
La segunda enseñanza que se
desprende del estudio es que solo cuando somos capaces de trabajar juntos para
conseguir un objetivo de interés común, la conducta hostil desaparece,
transformándose en colaboración y cooperación capaz de minimizar las actitudes
de prejuicio y diferenciación que se dan entre grupos de personas. De manera
que no son las diferencias entre las personas las que crean hostilidad entre
grupos, sino cuestiones más practicas, como competir o cooperar, lo
que determina la naturaleza de las relaciones intergrupales, y a su vez las
actitudes, los prejuicios y los sentimientos de los miembros de un grupo hacia quienes
pertenecen a otro.
En este sentido la pandemia
representaba una ocasión de oro pues, frente a un enemigo común con capacidad
para infectar a todos sin distinción de ideología o clase social y del que
nadie es responsable de su aparición, los grupos políticos han tenido la
oportunidad y la obligación de cooperar en lugar de competir. Lamentablemente
para TODOS, han optado por competir en lugar de cooperar.
Aunque solo fuese por el
egoísmo de eliminar la amenaza para la salud que el virus supone para el “nosotros
parroquial” es decir, el grupo afín, deberíamos intentar reconsiderar
las actitudes e intentar buscar la colaboración.
Una manera de hacerlo,
apoyándonos en la biología, sería tener alturas de mira y ampliando el círculo
del “nosotros” hacer realidad el grito del himno andaluz que exclama: ¡Sea
por Andalucía libre (del coronavirus), España y la humanidad!
Afortunadamente en este
combate contra el Covid-19 el gobierno, a pesar de estar en soledad con una
oposición obstruccionista, negligente y electoralista, va camino de vencer el
primer asalto. Sin embargo,
resulta preocupante que se mantuviese esta situación de crispamiento y
competición política ante el segundo asalto hacia el que nos enfilamos, la llamada
fase de “desescalada”, pues las
oportunidades para el conflicto se multiplican ante la ambigüedad de múltiples
situaciones que la complejidad organizativa provocará.
No perdamos la esperanza pues
aún tienen una oportunidad para hacer POLÍTICA, esperemos que la
aprovechen y que “la miseria política no nos lleve a una política de miseria”.
Antonio Pintor Álvarez. Médico
Julio Anguita González. Político y profesor.
Colectivo Prometeo
Córdoba 5 de mayo de 2020.
Siento mucho la pérdida y me imagino que tú serás de las personas que más la estarán padeciendo. Hacíais cada vez más un perfecto tándem, equilibrado, el político y maestro crítico y el médico librepensador. Gracias por tu dedicación y por recordarnos este texto. Abrazo fuerte amigo.
ResponderEliminarGracias por compartir estas reflexiones, Antonio. Recibe también mi abrazo de condolencia por la pérdida del amigo
ResponderEliminarGracias Antonio por compartir
ResponderEliminarGracias
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