En declaraciones a la Cadena Cope, recogidas por Europa Press, el Presidente de la Junta de Andalucía ha querido dejar claro “que su Gobierno está muy preocupado de cara a las próximas fiestas navideñas porque, en modo alguno, se ha acabado con la pandemia y el virus sigue ahí, y ya de hecho se ha podido apreciar un "repunte" de casos por un "simple puente", como fue el de la Constitución, estando restringida la movilidad y con limitaciones de horarios en la hostelería y los comercios”.
Resulta
harto irritante leer y/o escuchar a nuestros gobernantes decir de manera
reiterada lo preocupados que están ante, la más que segura, mala evolución de
la pandemia a consecuencia de las fiestas navideñas. Esta cantinela a modo de
mantra, en mi opinión, esconde la ineptitud y negligencia de quienes tienen la
responsabilidad de proteger la salud de la población. Entiendo que la
preocupación que les invade se debe al ser
conscientes de que las medidas en curso que ellos han instaurado no van a ser
eficaces, si no con una certeza total sobre su ineficacia, al menos con una
alta probabilidad. Para llegar a esta conclusión solo se necesita escuchar a quienes
saben de salud pública y/o ver lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y en
el resto del mundo.
Por
eso resulta indignante que quienes tienen el poder y la obligación de actuar,
en lugar de tomar medidas apoyadas en los conocimientos adquiridos sobre la
pandemia, lo único que nos trasladen es su estado de preocupación porque saben
que no están haciendo lo correcto. Necesitamos escuchar a nuestros gobernantes,
tanto autonómicos como centrales, decir que se encuentran esperanzados porque
se han tomado las medidas que los expertos en salud pública han aconsejado para
atajar las cifras de contagios, ingresados y fallecidos. Es muy preocupante que
los responsables políticos estén preocupados, sobre todo cuando hasta el
ciudadano más lego en salud pública es capaz de darse cuenta que las medidas
tomadas dejan tantos frentes abiertos al riesgo de contagio que lo excepcional
sería que funcionaran. Lo que necesitamos oír de nuestros gobernantes es que están esperanzados y no que están preocupados.
Esperanzados porque, al menos a nivel teórico, no quede ninguna duda de haber
puesto todo lo necesario para reducir al mínimo la posibilidad de contagio,
todo lo contrario de lo previsto para las “entrañables” fiestas navideñas.
A
ver cuando nos enteramos, ciudadanos y gobernantes, que con varios centenares
de muertos diarios no estamos para fiestas. Como médico con más de treinta años
de ejercicio he sido testigo de muchas “cuestas de Enero”, que aunque el origen
de la frase esté en las dificultades económicas tras los dispendios realizados
en el mes anterior para no quedarse atrás en la escalada consumista, quienes
nos dedicamos a la medicina la hemos asociado con la elevada morbilidad y
mortalidad de personas ancianas en esas fechas. Por supuesto, a pesar de ser un
dato reiterado año tras año, no se nos ocurría investigar las causas de tal
hecho, sino que se asumía como algo “normal” debido al frio. Ahora pienso, si
no sería más sensato atribuirlo a las masivas reuniones familiares en una época
en que virus de la gripe y otros patógenos respiratorios campan a sus anchas. Con
esta perspectiva, al menos nos hubiera permitido tomar medidas preventivas en
lugar de, como le ocurre al Sr. Moreno, preocuparnos y aceptarlo de manera resignada
como si se tratara de algo inevitable.
La
pregunta que me hago es ¿Cuántas personas deben morir para que algunos
“disfruten” de la Navidad? La respuesta la tendremos dentro de un mes y temo
que miles de ciudadanos serán sacrificados en el altar navideño. Pero eso no es
relevante, lo que importa es seguir con la cantinela ¡A Belén pastores, a
Belén…! Eso sí, muy preocupados por saber que no estamos haciendo los deberes
para evitar las muertes. Aunque algunos más que otros, de ahí su preocupación y
nuestra desesperanza al sentirnos desprotegidos.
Y
lo peor de todo es que, en caso de producirse la “profecía autocumplida” no habremos
aprendido nada, y seguiremos buscando a quien echar la culpa en lugar de mirarnos
para ver la cuota de responsabilidad que nos compete a cada uno y poner los
medios para remediarlo entre todos.
Una buena manera de empezar es, en contra de lo anunciado en un célebre eslogan publicitario de turrón, “quedarse en casa por Navidad”.
El
Arrecife 15 de diciembre de 2020.
Claramente explicado por uno que sabe muy bien que estas decisiones están basadas en criterios económicos (¡Salvemos la economía¡) y antropológicos (¡Hay que dejar que la gente celebre la Navidad¡) antes que epidemiológicos: Importa más el beneficio de los comercios y la satisfacción de la gente que el riesgo de aparición de la nueva ola, ¿la tercera? que ya se anuncia para tras la relación del puente navideño, a mediados del mes de enero 2021. Nos dan ganas de dar pésame a nuestros conciudadanos.
ResponderEliminarAsí es amigo Juan. La incapacidad para tomar las decisiones necesarias en función de los datos sanitarios, por parte de todos los niveles de organización política nos encaminan al desastre. Mas pendientes de buscar culpas que de aportar soluciones. Lamentable y desesperanzador el espectáculo que están dando.
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