Cuando nos aproximamos al hecho de la corrupción en general y en el terreno de la política en particular
con ánimo de entenderla a fin de evitar su instalación, como ocurre en la
actualidad, en las instituciones que nos gobiernan, necesitamos tener en
cuenta, al menos, tres dimensiones que influyen en su desarrollo: el sistema,
la situación y la disposición o carácter de las personas.
En estos tiempos estamos habituados a escuchar en boca de
quienes nos gobiernan la frase “manzanas podridas” en referencia a los
múltiples casos de corrupción que vienen apareciendo entre quienes integran los
diferentes organismos del Estado, la mayoría personas con vinculación política
del partido gobernante en el territorio afectado (Partido Popular a nivel
nacional y en comunidades como Madrid, Baleares, Valencia, etc.; el PSOE en
Andalucía y CiU en Cataluña, por citar solo las más relevantes). No me parece
que sea acertada la metáfora por reduccionista ya que no son sólo las manzanas (personas) las
que están podridas sino que lo está el cesto en el que se encuentran
(situación) y, lo que es más grave, los
mimbres (el sistema) con los que está construido.
El sistema (los
mimbres) en el que se producen los hechos es el sistema capitalista
caracterizado por asimilar éxito con progreso aunque sea desnortado y
destructivo del medioambiente, consumo y acumulo de riqueza, sin importar los
medios utilizados para conseguirlos; y la
situación (el cesto) hace referencia al entorno político, caracterizado por
una falta de transparencia y dependencia de los poderes económicos a cuyos
intereses particulares sirven a costa de la “POLITICA” y de la democracia,
perdiéndose la capacidad de garantizar todos los intereses existentes,
especialmente de los grupos más débiles y vulnerables a costa de los más
poderosos y mejor organizados.
En una entrada anterior (“La importancia del contexto en la
conducta humana y su relación con la corrupción política”) desarrolle la
importancia de la situación en la
conducta humana apoyándome en estudios como el de la “Prisión de Stamford”
(EPS) realizado por Philips Zimbardo sobre la “conducta cruel” de las personas que
por extensión considero aplicable a la “conducta corrupta”.
En este escrito me centraré en “las manzanas podridas”, es
decir, en la disposición o carácter de las personas y su relación con la ética.
Como suele decirse la corrupción en la sociedad como la
podredumbre en el pescado suele comenzar por la cabeza, pudiéndose percibir
olor a podrido en la casa real (cobro de comisiones de las petromonarquias
integristas, amoríos de elevado coste, cacerías pagadas, hija y yerno
procesados por malversación de fondos, etc.); en el gobierno central (Gürtel ,
Púnica, etc.) que ha provocado declaraciones de algunos jueces en el sentido de
considerar al Partido Popular como una organización criminal para la comisión
de delitos y que solo la dependencia del poder judicial al gobierno mantiene en
la legalidad al no aplicar la Constitución; y autonómicos (ERES, Mercasevilla ,
con implicación de importantes miembros del PSOE en Andalucía ;Taula y PP en Valencia;
Caso Pujol en Cataluña, etc.), Sindicatos (Cursos de formación con implicación
de UGT) Iglesia católica (pederastas protegidos por autoridades eclesiásticas
incluidos los anteriores Papas, la “inmatriculada corrupción” que ha permitido
mediante la utilización de un privilegio franquista, modificado en su beneficio
por el gobierno de Aznar, que se produzca en nuestro país el mayor expolio
inmobiliario por parte de los obispos), mundo de las finanzas (banqueros
ensalzados por sus magnificas cualidades que llevan a la ruina a las entidades
que gestionan o que esconden dinero en paraísos fiscales (Rato, Conde, Botín…),
judicatura (dimisión del presidente del CGPJ Carlos Divar por sus escándalos), empresarios
(encarcelamiento de Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la patronal , los
Albertos, de la Rosa), etc.
Como vemos no se salva ni dios, aunque con demasiada
frecuencia olvidamos que esa podredumbre visualizada en la cabeza no deja de
ser la parte más representativa de todo el cuerpo social constituido por los
ciudadanos y que la corrupción afecta a todo el organismo no solo a la cabeza,
aunque esta sea la de mayor importancia por su gravedad en las consecuencias,
pues como dijo Montesquieu: “Hay dos clases de corrupción: la primera, cuando
el pueblo no observa las leyes; la otra, cuando el pueblo es corrompido por las
propias leyes (o quienes las representan):
mal incurable, porque surge del remedio mismo” y con su conducta corrupta es “como si nos
dieran permiso” a los demás para hacer lo mismo, por el contrario el buen
ciudadano es aquel que ha aprendido a desear
y defender el bien público y a indignarse y encolerizarse ante la
injusticia y la corrupción. ¿Dónde están los buenos ciudadanos en nuestro país?
Lo curioso de todo esto es que todos los personajes
mencionados y muchos como ellos representan el “status moral” de nuestro país,
al sistema y orden político vigente, la tradición y valores dominantes que
tienen sus raíces en la moral judeocristiana. Por ello conviene distinguir de
manera meridiana la diferencia entre moral y ética, porque una cosa es
“adoctrinar”, lo que cae en el terreno de la moral y otra muy diferente “pensar
y enseñar a pensar” que es tarea de la ética y para ello nada mejor que acudir
a quienes saben del tema pues aunque todos tenemos derecho a opinar, una cosa
es una opinión, y otra muy diferente exponer un conocimiento bien fundamentado.
En palabras de la Dra., Paulina Rivero Weber: “Moral
significa costumbre; su uso en latín siempre indica las costumbres de una
sociedad. La moral, pues, consiste en un conjunto de costumbres que han sido
elevadas a nivel de normas, y que se proponen como el marco regulativo para una
sociedad. En ese sentido una moral pide “seguidores”, requiere individuos que
la sigan sin cuestionarla, y tiene, por lo mismo, un cierto carácter gregario… De
esta manera, el que nace no decide qué valores va a tener: los encuentra de
hecho en su sociedad, y si quiere integrarse a ella, debe simplemente
seguirlos.
Por lo anterior, el individuo moral pierde de vista que la capacidad de crear valores es una prerrogativa humana, y con ello reduce y deprime su propia capacidad para autorregularse. Se entrega sin cuestionamiento a normas impuestas como absolutas por una sociedad, una religión o una institución, y es calificado como un individuo "moralmente bueno" por su sociedad. Así, "la buena persona" que sigue, o aparenta seguir, las normas establecidas sin cuestionarlas, o la beata que no olvida uno sólo de los mandamientos impuestos por la religión, son personas que tienen y siguen una moral: siguen una serie de códigos, que vienen impuestos desde el exterior, no desde su interior”.
Por lo anterior, el individuo moral pierde de vista que la capacidad de crear valores es una prerrogativa humana, y con ello reduce y deprime su propia capacidad para autorregularse. Se entrega sin cuestionamiento a normas impuestas como absolutas por una sociedad, una religión o una institución, y es calificado como un individuo "moralmente bueno" por su sociedad. Así, "la buena persona" que sigue, o aparenta seguir, las normas establecidas sin cuestionarlas, o la beata que no olvida uno sólo de los mandamientos impuestos por la religión, son personas que tienen y siguen una moral: siguen una serie de códigos, que vienen impuestos desde el exterior, no desde su interior”.
Podemos decir que el “carácter moral” se adquiere por costumbre, muchas
veces sin que el individuo se dé cuenta, produciendo autómatas preocupados por
aparentar su adhesión a las normas morales de su entorno, ya que el control de
su “buen o mal hacer” con respecto a las mismas viene de fuera, son los demás
quienes catalogan su conducta, pues los individuos morales están interiormente
vacios, lo que los convierte en un terreno fértil para la hipocresía. En
contraste el “carácter ético” se conquista, con muchos esfuerzos, pues entre el
individuo ético y sus actos existen la deliberación, la libre elección y el
compromiso, aplicando sus capacidades intelectuales para crear sus propios
valores que se impone a sí mismo, convirtiéndose en un ser autónomo que no
necesita de la vigilancia de los demás para actuar de manera correcta siguiendo
sus propios principios. Podemos concluir que la esencia de la ética consiste en
practicar la capacidad de pensar, el “atrévete a saber, atrévete a pensar por
ti mismo” tan inusual en esta época de seguidores incondicionales, muy morales
y poco éticos.
El último espectáculo en este muladar en que se han convertido las declaraciones de políticos, tertulianos y “periodistas” en los medios de comunicación los han protagonizado dos de los más importantes mamporreros del poder en su “transición inmodélica” del franquismo a la restauración borbónica, responsables de la destrucción de las esperanzas de millones de españoles al traicionar a quienes apostaron por un cambio real y no solo en lo aparente para que “todo siga igual”, me refiero a Felipe González y Alfonso Guerra, máximos dirigentes del PSOE y del gobierno cuando se organizó el terrorismo de Estado mediante el GAL , con implicación de importantes cargos de su gobierno socialista, algo que debiera haber causado la expulsión del partido de estos dos sujetos , por implicación o por incompetencia en la defensa del estado de derecho ,si la decencia tuviera un mínimo de presencia en la política de nuestro país, en cambio tienen la desfachatez de salir a la palestra para insultar y descalificar a quienes no desean ir por el camino que ellos marcaron y que tan bien les ha ido a costa de los españoles que confiaron en ellos.
Lo dicho, estamos
en la era de la moral a costa de la ética, lo que facilita que destaquen
individuos y organizaciones “muy morales, pero poco éticas”, siendo urgente una
pedagogía ética que aspire a modificar la conducta de los ciudadanos.
Córdoba 12 de
febrero de 2016
Antonio, oportunísima la distinción entre mos y ethos. Aunque muy ignorada en el devenir cotidiano. Y sobre todo la aplicación práctica a estos popes que sin fuerza ética son capaces de atreverse a dar lecciones.
ResponderEliminarGracias Antonio por tu comentario y me alegra tener noticias tuyas. Un abrazo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Antonio, una vez más. Como pedagoga que lucha por la libertad educativa, voy a llevar el tema a mi terreno. Son las escuelas actuales las principales culpables de la moral que nos imprimen, las escuelas del sistema, las de la competencia y las de la obediencia, y que tanto trabajo cuesta quitárnosla de encima. Hasta que no se permita una educación que deje ser libremente no conseguiremos generaciones éticas.
ResponderEliminarMuy buen artículo.
Magnífico artículo amigo Antonio. He disfrutado leyéndolo y aprendiendo. Comparto plenamente tu reflexión y tu terrible conclusión de que en este país somos muy morales y muy poco éticos. ¿Quizás era lo que quiso decir Rajoy con aquello de "... y los eshpañoles somos muy eshpañoles"?
ResponderEliminarSurrealismos aparte, que la moral, en su tendencia a vaciar de principios a las personas generando ese caldo de cultivo para la hipocresía, esté en el origen de nuestros males señala, una vez más, a quienes llevan la moral como estandarte. Normalmente, creyentes y seguidores, que aceptan lo que no ven y hasta lo que no pueden entender, y conservadores, que se nutren de costumbres y tradiciones para dar sentido a sus vidas aunque las costumbres y las tradiciones rara vez tengan sentido. Unos y otros coinciden en las mismas personas que vienen a ser el grueso del cuerpo electoral de la derecha y que tienen la estúpida capacidad de seguir votando a quien les explota y parasita imposibilitando así cualquier cambio, evolución y no digamos ya Revolución.
Perplejo me quedo cuando señalas a González y Guerra como traidores de la ética y del espíritu de la izquierda en un país que renacía tras una fratricida dictadura al consentir, por activa o por pasiva, tanto los macabros episodios del GAL, como las corrupciones (Rubio, Roldán, Conde, regalo de Rumasa) y burbujas características de aquella época (las adjudicaciones millonarias para la Expo 92, las autovías, el Ave o villas turísticas que yo recuerde). Ahora entiendo por qué estamos en la OTAN, o por qué estamos en la Europa de los Mercaderes y por qué no tenemos moneda ni trabajo ni futuro. En el fondo ellos también estaban vacíos de Ética y, pensando bien, también fueron fagocitados por la mal llamada “Transición a la Democracia”, que como dice Gustavo Bueno, no fue más que una metamorfosis del régimen para mantener los mismos poderes fácticos y la misma moral.
Te reitero mi enhorabuena y mi admiración.
Un fuerte abrazo.